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Corea del Sur, una historia de éxito

11/03/2018 - 

Cuando escribo este nuevo artículo para Noticias de Oriente estoy en un vuelo camino de Corea del Sur, país que visitaré durante un par de días por motivos profesionales. Al revisar la intensa agenda que me espera, no puedo sino sentir una profunda admiración por todos los logros alcanzado por este pequeño Estado (con unas dimensiones algo mayores que las de Andalucía, de 100.000 km2).

Lo cierto es que Corea del Sur lo ha tenido todo en contra. Por un lado, su geografía: Corea del Sur linda con un vecino peligroso (la inescrutable república hermana de Corea del Norte) y tiene muy cerca a países poderosos (desde Rusia a Japón, con una China en plena consolidación como potencia global). Por otro lado, su historia, ligada precisamente a su localizaciónón geográfica. Durante siglos, tanto los ejércitos mongoles como manchús, rusos, japoneses y chinos han librado encarnizadas batallas en ese territorio -que es un cruce de caminos- que han puesto a prueba la resistente identidad nacional de este enclave. De hecho, conviene recordar que Corea fue colonia japonesa durante casi cincuenta años, desde principios del siglo XX hasta la finalización de la Segunda Guerra Mundial en 1945 con la derrota de los japoneses en Asia. Cinco años después, dentro de las implacables dinámicas de la Guerra Fría, el país se vio inmerso en una guerra civil salvaje. Las víctimas de este siniestro episodio alcanzaron las 800.000 entre civiles y militares. La destrucción fue tan devastadora que se estima que el 25 % de los coreanos perdieron sus hogares. El conflicto se zanjó con la división del país en el paralelo 38, hecho que produjo la separación del entonces industrializado norte (que concentraba la mayoría de sus riquezas naturales) de la parte sur, más densamente poblada y cuya economía era esencialmente agrícola. Por lo tanto, un país que ya era pobre se convirtió en más pobre aún.

Es sorprendente que Corea del Sur, cincuenta años después de tener una renta per cápita similar a alguna de las zonas más depauperadas de África, haya alcanzado la media de los países de la Unión Europea, con un poder adquisitivo por persona anual superior a los 34.000 dólares. De hecho, conviene recordar que es el único país del mundo que ha pasado de ser receptor de ayuda al desarrollo a ser un país que podríamos calificar de rico en el transcurso de una vida laboral. Asimismo, se ha convertido en un ejemplo formidable en cuanto a crecimiento económico para países pobres. Su modelo económico resulta más exportable por tratarse de un territorio de dimensiones medianas. Respecto al resto de los dragones asiáticos, y a pesar de que Singapur y Hong Kong quizá sean más ricos, no hay que olvidar que se trata de ciudades estados, por lo que su realidad es muy diferente a la de un país más grande. Por otro lado, las circunstancias de Taiwán en cuanto a su estatuto especial respecto de China no lo hacen tan equiparable.

Corea de Sur ha consolidado empresas globales y líderes punteras en sectores estratégicos: en la electrónica (con Samsung a la cabeza), la construcción naval (extremadamente competitiva), la producción de acero, el sector automovilístico (con gigantes como Kia o Hyundai) y la exportación de productos derivados del petróleo. Estas empresas son competidores temibles por potencia tecnológica y financiera. Se las denomina Chaebols. Son grupos empresariales de grandes dimensiones que, si bien en el pasado han podido suponer un riesgo por la excesiva concentración de poder económico con signos de cierta fragilidad, a la larga han dado pruebas de una resistencia notable. 

Y este éxito económico contrastado ha ido acompañado de un fortalecimiento de las instituciones democráticas. Es cierto que este robusto desarrollo fue iniciado por la dictadura de Park Chung-hee (padre de la recientemente depuesta presidenta), pero progresivamente ha desarrollado un parlamentarismo eficaz, dinámico, moderno y representativo. Esta es una clara prueba de la solidez del Estado de Derecho en Corea. Junto con este énfasis en una vida democrática, los poderes públicos han combinado crecimiento con el objetivo de mitigar en lo posible las desigualdades. Es cierto que con la reciente crisis el coeficiente Gini (con el que se mide la desigualdad) creció ligeramente, pero sigue encontrándose en niveles muy inferiores a los de muchos países europeos.

Por todo lo anterior, en un mundo en el que estamos asistiendo a cierto declive de las democracias y su sustitución por regímenes fuertes, Corea es todo un ejemplo de que la democracia y un crecimiento económico compatible con un sistema social de gran alcance pueden ir de la mano. Resulta admirable, por ejemplo, el buen funcionamiento del Estado de Derecho, donde ni siquiera la presidenta del país está por encima de la Ley, como lo demuestra el hecho de que Park Geun-hye haya sido procesada por un escándalo de corrupción y apartada del poder. Esta situación, por supuesto, no ha estado exenta de tensiones, pero las instituciones han funcionado correctamente y han permitido la elección de un nuevo presidente, Moon Ja-in, de un partido opositor y que se adscribe a una izquierda moderada dentro del espectro político. En cualquier otro país esta crisis habría tenido impacto en la economía. No ha sido así en el caso de Corea del Sur. De hecho, por el momento, los mercados han respondido muy positivamente, con un incremento de la Bolsa coreana cercana al 16 % year to date y con las exportaciones de Corea beneficiándose del mayor crecimiento de los últimos seis años (un 24 %).

En otra ocasión, me detendré en las razones que explican este éxito y en las posibles amenazas que se ciernen sobre él.

Francisco Martínez Boluda es abogado de Uría Menéndez en València  

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