VALÈNCIA. Estaba en la terraza de Le Petit Canon, tomando un vino y unas aceitunas belgas acompañadas de altramuces -“esa cosa mediterránea”- con un amigo periodista, viendo a la gente pasear arriba y abajo hacia la plaza Flagey… Y, en eso que Jonathan se levanta de un salto. Acaba de pasar Phil Hogan, me dice. Se acerca corriendo hacia él y le saluda. Yo me quedo en pie, guardando los bolsos y las aceitunas -los periodistas masculinos siguen llevando una “mariconera”, hoy en su versión mochilita ligera y grunge-. Caballero como un lord británico, aunque irlandés, el Comisario de Agricultura en funciones se acerca hacia mí junto a mi amigo, que me señala desde unos metros acera abajo.
Esto es lo que pasa cuando te tomas un vino en una terraza al sol de media tarde en Bruselas, que te encuentras por la calle, de vacaciones, a un comisario -ministro del gobierno de la Unión Europea-. Se acercan ambos dos y nos ponemos a arreglar el mundo, digo, el próximo gobierno de la Unión, ya que el de España no tiene remedio. Y en esas estamos cuando, de repente, aparece Trump en la conversación, ¡no en la acera!
Mi compañero de Bloomberg, veterano en la capital europea aunque norteamericano, le indaga a Hogan sobre su nuevo puesto en la Comisión. Su país ya le ha nominado para que siga otros cinco años en Bruselas, lo que sigue agrandando la brecha de género, puesto que la mayoría de los comisarios confirmados con nombres, aunque no todos con cartera, son del género masculino. Ello ahonda en el peligro de que la presidenta Ursula von der Leyen no pueda cumplir con la promesa que hizo el día de su aprobación por el Parlamento Europeo en Estrasburgo, de formar un gobierno paritario.
Parece como si todos se apuntaran a ello -a lo del feminismo- por moda, pero, a la hora de la verdad, no llegan. Es decir, no llegan a atreverse a poner mujeres ni siquiera por cuota o compromiso o promesa pública ante el mundo mundial o en Estrasburgo. Y digo yo -y lo he dicho públicamente ante el mismo embajador de España ante la Unión Europea, Pablo García-Berdoy-, que no habremos alcanzado la total y verdadera igualdad hasta que no haya el mismo número de mujeres inútiles en altos puestos de responsabilidad como hombres inútiles hay ahora.
Volviendo a Hogan -perdón, este párrafo no tienen nada que ver con el anterior-. Que por sorpresa nos mentó la bicha, digo, a Donald Trump, cuando mi Jonathan le inquiría sobre si su nuevo puesto en la Comisión será el de Comisario de Comercio, dada la experiencia adquirida en Agricultura con todos los Tratados de Comercio habidos y por haber, firmados y por firmar, durante la legislatura que termina.
Recordemos el TTIP, por ser el más polémico. El Tratado de libre comercio con Estados Unidos fue tan contestado por su falta de transparencia durante las negociaciones que, antes de que se lo cargara la opinión pública manifestándose en Bruselas y en Berlín, llegó Trump y lo congeló. Como está haciendo con el resto del mundo -con los tratados-, excepto con los polos, que parece que se están derritiendo con el cambio climático y sin su permiso.
Como comisario, Hogan coadyuvó a que se firmara el CETA con Canadá, algo con Japón y algún que otro país. Pero el que nos duele en el alma fue el de Sudáfrica, que abrió la veda para que las naranjas sudafricanas entraran sin aranceles en Europa mientras la naranja valenciana se quedaba en los árboles tres años después de firmarse este acuerdo. Aplausos. Lo recuerdo ahora para cuando veamos en plan o verano en el supermercado las naranjas sudafricanas, a 60 céntimos la pieza, por cierto. Y me recuerda, tras una pequeña presentación de saludo europeo, el comisario Hogan, que estuvo en Valencia hace una meses.
Efectivamente, le recuerdo, invitado por al eurodiputado del Partido Popular -grupo político europeo al que pertenece Hogan-, Esteban González Pons, para hablar sobre el problema del campo valenciano que nos reportó este Tratado de la infamia… o para hacer campaña preelectoral. Y le recuerdo que, durante su visita, no se dignó saludar al presidente de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig, máxima autoridad del País Valencià, del país que visitaba, pese a que era una visita oficial de un comisario-ministro de la Unión Europea. Respuesta cáustica, sonrisa en la boca: “Bueno, con el señor Puig me he reunido recientemente en dos ocasiones aquí en Bruselas”. Que no, que no es el señor Puig, ¡que es el Presidente!
Volviendo a Trump, que dice Hogan que no quiere lidiar durante cinco años con él por el TTIP ni por las aceitunas españolas -recordemos que lo primero que hizo Estados Unidos fue ponernos aranceles porque, dijo, las aceitunas españolas juegan con ventaja por las subvenciones europeas que reciben de la PAC. Que digo yo si Trump sabrá qué eso es eso de la PAC. El lector valenciano sí lo sabe, es eso que no nos llega a los agricultores valencianos. Y volviendo a Hogan, que si llega a probar las aceitunas belgas que teníamos sobre la mesa, chorreando aceite…, ¡se apunta al TTIP!