Hace 100 años, a las 11 horas del día 11 del mes 11, entró en vigor el armisticio que terminaba con cuatro años de guerra, de la I Guerra Mundial. La paz se había firmado de madrugada en un tren estacionado en el bosque francés de Compiègne, en un vagón como en el que escribo cruzando la meseta castellana. En el horizonte se pierde un océano verde y terracota, inmenso, como los campos verdes de Francia donde crecen las amapolas sobre las tumbas de los soldados británicos caídos por Europa, por su libertad.
Cruzo el inmenso océano de la memoria de los últimos cien años y veo sangre, una sangre roja como la amapolas, como los ideales de libertad que a muchos les llevaron a las cunetas en estos cien años de no-historia, sin flores, sin amapolas sobre sus tumbas, sin ni siquiera nombre. Como las poppies que desde hace semanas engalanan calles, bares y comercios por todo el territorio británico en recuerdo de sus muertos en aquella guerra. Amapolas en las farolas, en las ventanas, en el ojal de una chaqueta… visten de rojo un país que reniega de la sangre vertida por nuestros valores, mientras le dice adiós a Europa con desdén.
Cruzo un pretérito imperfecto que me lleva hasta el pasado domingo, donde las principales potencias mundiales se dieron cita en París para conmemorar aquella firma de la paz. Es como si se hubiera cruzado una línea roja. Malos tiempos para la lírica... Qué oportuna esta canción de Golpes Bajos. Como el golpe bajo que le dio el presidente francés Emmanuel Macron al todopoderosos presidente estadounidense Donald Trump. O viceversa.
Macron, con esta ceremonia, tomaba el relevo a la canciller alemana Angela Merkel como nuevo líder de Europa, ejerciendo de adalid de los valores de la Unión Europea. En ausencia, precisamente, del país que más hizo para liberar a Europa del fantasma de los nacionalismos, primero, y del fascismo y el populismo, después. En ausencia de la Primer Ministra británica, Theresa May, que se quedó en su casa, se rindió homenaje también a los soldados británicos que liberaron este continente.
En presencia y flanqueado por los dos líderes del mundo, Vladimir Putin y Donald Trump, Macron ejerció de líder mundial. El presidente de todas las Rusias supo estar en su lugar. El presidente de los Estados Unidos de América ni siquiera supo excusar su ausencia del acto más político, el Foro de París por la Paz, previsto para aquella tarde, y en el que los líderes internacionales alertaron del peligro que entraña el nacionalismo. Ya había tenido suficiente con el tête a tête previo con Macron. El presidente francés le habló de la creación de un ejército europeo para que Europa pueda defenderse sola. Golpe bajo. En un tweet, Trump entendió que la Unión pretendía defenderse de Estados Unidos. Las desventajas de no saber francés… y de hacer política a base de tweets.
Un presente continuo peligroso, que se retrató en la mayor manifestación populista y antieuropea celebrada en Varsovia el mismo día, el centenario de la Independencia de Polonia, que había sido sometida al yugo de varios imperios. Tan cerca sintió el aliento de la fiera, que el propio Gobierno polaco decidió contrarrestar la fuerza del monstruo que ha venido azuzando ante Bruselas, convocando la manifestación conjuntamente con las fuerzas más extremistas. Unas fuerzas alimentadas por 20 años de políticas europeas neoliberales, de crisis económicas, de desprecios a la clase trabajadora, a los desahuciados del sistema, a los jóvenes que buscan ese futuro pluscuamperfecto que se desvanece como lo sueños.
Europa, Eldorado, ya no existe. En su lugar, se abren las fauces de sus propios fantasmas, de los que se levantarán arañando la tierra desde los campos de amapolas.Y cruzo con miedo el presente continuo, sin olvidar ese pretérito imperfecto, y con miedo a no hallar el futuro pluscuamperfecto prometido.