VALÈNCIA. Termina la temporada operística de Les Arts con uno de los títulos verdianos más desconocidos, momento para hacer balance por un lado, y por otro, para ver con perspectiva la obra del de Busseto. De sus 28 totales, Ernani, -estrenada en 1944-, es la quinta ópera del joven Verdi, que acomete su composición rozando los treinta añitos de edad. Y es obra clave de su evolución compositiva, suponiendo su impulso definitivo tras Nabucco, y con la que establece el inicio del más genuino melodrama italiano, como dijo José Prefaci en su charla en la Agricultura de la pasada semana.
Aún explotando la estructura del bel canto con el esquema del recitativo-aria-cabaletta, Giuseppe Verdi apunta tímidamente su trayectoria hacia las óperas maduras, avanzando en la concisión para reforzar la acción, y en la incorporación de más momento coral, mayor colorido orquestal, más complejidad vocal, más melodía, e incluso el primerizo apunte del leitmotiv, para una obra, vigorosa, ruda, de discurso musical fácil, y exento de las sutilidades de las obras de los predecesores belcantistas.
Piave trajo el asunto del drama Hernani o el honor castellano de Victor Hugo, quien alterado, dijo que el trabajo del libretista era “una torpe falsificación de mi obra”. Eso no desanimó a Verdi en su intención de beber en el futuro de fuentes literarias seguras para sus óperas, basadas en textos de Lord Byron, Dumas, y el propio Shakespeare, como Beatriu Traver nos recordaba. En cualquier caso, Ernani, de tema español, habla de honor, amor, pasiones incontroladas, fidelidad, generosidad, celos, y venganza. No está ahora de moda esto del honor, y por ello no se entiende el argumento, pero es reflejo fiel del romanticismo profundo y sus códigos morales: el honor está por encima de todo; incluso del amor, e incluso de la propia vida. Ahí es nada.
Y en ópera, la música está por encima de todo; incluso de las voces. La partitura de Ernani es muy exigente, especialmente para los 3 solistas principales. Ahí radica la dificultad del montaje del título. Ayer se escucharon esos 3 solistas con voces tan particulares que realizaron un ejercicio de aleación musical, y a pesar de los esfuerzos hacia la simbiosis de la orquesta y coro, lejos de contribuir a dotar de unidad en la esencia del sabor Verdi, consiguieron más bien producir una amalgama sonora. Eso sí: de alto voltaje, de alta tensión.
Pero contentos, al fin y al cabo, salieron ayer los aficionados de Les Arts, pues realmente pudieron presenciar un Ernani de enjundia, firmado por una orquesta bien trabajada, un coro excepcional, y unos solistas, -en cualquier caso-, de cualidades muy interesantes. Lástima de la desacertada presentación y regia escénica exenta de ideas, caprichosa, incómoda, permanente, y torpe, cuyos artífices fueron tímida pero justamente abucheados al final de la representación.
Demasiado planas, inmediatas y recurrentes las insinuaciones interpretativas, y demasiados estereotipados los movimientos escénicos de los protagonistas. Es la suya una idea alejada del desarrollo dramático de la obra. Ni siquiera trae ocurrencias, salvo las gafas playeras de la nodriza de Elvira, o los papaguenos de la boda. Pero nada de sabor español, en un intento abstracto del todo vale, sea para las montañas de Aragón, el panteón imperial de Aquisgrán, el castillo del obstinado Don Ruy, o bien para Zaragoza.
El joven director italiano, Michele Spotti, -que tiene la misma edad que Verdi cuando compuso Ernani-, realizó un trabajo destacable. Supo tratar una compacta y dúctil orquesta de Les Arts, -que está en una forma espléndida-, extrayendo de ella sus mejores colores, brillos, y aires. Spotti disfrutó de lo lindo, bailó las cabalettas, llenó de gestos a sus músicos, supo llegar a los contrastes, y exprimió las dinámicas.
Se sintió seguro. Sudó, pero no sufrió, porque sabía que pilotaba un Ferrari, y que sobre las tablas estaba la fiera infalible que supone el coro de la casa, preciso, y rotundo, de sonidos frescos y limpios. Brutal el final del segundo acto, y para sujetarse a la butaca su Si ridesti il león di Castiglia.
Cuando tres hombres pierden la cabeza por una misma mujer, la cosa no puede acabar demasiado bien. Y así sucedió. Pero no solo por la disputa amorosa, sino además, por la musical, donde Verdi se resintió con la mencionada amalgama. Y es que, efectivamente, en ópera, la música está por encima de todo; incluso de las voces. Y es que ayer cantaron solistas experimentados y aclamados, de voces tan robustas como poco refinadas, pero que optaron más por su artificio singular que por la simbiosis exigible.
Pasional y vigorosa es esta ópera de Verdi, y también lo es Elvira, capaz de enamorar a tres hombres a la vez, quizá porque “sangre fiera de Aragón” le corre por las venas. Nunca lo sabremos. Pero el caso es que la gran soprano americana Angela Meade, quien dejó boquiabierto al público desde el mismo inicio al acometer su terrorífica partitura, incendió su línea de canto a base de decibelios, y de agudos forzados, -algunos incluso calados-, afectando a la precisión en la dicción, como en su Ernani involami.
Su instrumento produce una voz plena y poderosa, capaz de afrontar bien las dinámicas, pero falta de cierta agilidad canora por la presión, y de agilidad de movimientos escénicos por su generosa presencia. Posee un volumen estratosférico, vibrato en proporción, y poderoso tronco vocal en todos los registros. De técnica asentada, conoce a la perfección el papel, lo que le permitió construir ayer una Elvira verdaderamente creíble en lo dramático.
Meade es una soprano singular y especial. De timbre esmaltado y expresión emotiva y caudalosa, dispone de unos agudos que asustan rozando el grito, proyectados con emisión perfecta para los forte, y dibujando notas llenas de armónicos y color.
El Ernani de Piero Pretti fue muy particular e interesante también. No por su torpeza escénica, obviamente, ni por su voz media y grave desasistida y falta de empaque, sino por su entrega y buen gusto canoro, y por supuesto, por su arma infalible: su especial agudo. Es de poderoso volumen, acerado brillo tímbrico, y de excelente colocación y magnífica proyección sonora, con el que el italiano reluce como un astro. Pretti es tenor de musicalidad, de frases bien construidas, y de voz exenta de armónicos. Demasiado uniforme es su expresión, y demasiado tosco es su lirismo.
Don Carlo fue Franco Vasallo, barítono de canto abierto, franco y valiente. Con más entereza que gusto canoro, resolvió implacable sus momentos de ira, y olvidó la naturaleza belcantista de su parte. De voz desigual y robusta, buscó el aplauso más por la altura decibélica que por la de la sutileza del canto. Pudo atender más los pianísimos de su partitura, así como su línea canora, más amiga de lo abrupto y heterogéneo, que del refinamiento.
Desajustado en lo escénico, y con buena precisión en la dicción, mostró ayer un canto de bravura, con emisión no rutilante, y con continuos cambios de color. Salvo en los graves, no atendió la necesidad del uso de los resonadores, lo que le hizo ser un barítono sin timbre ni personalidad lírica definida.
El vengativo Don Ruy, fue encarnado por el bajo Evgeni Stavinsky. De voz homogénea y expresión señorial, mostró su canto noble de línea elegante, y empaque serio, también en lo escénico. De volumen generoso, hizo uso de los resonadores para un equilibrio global. Y bien los coprimarios, dos de ellos miembros de la escuela de la casa, antes llamada Centro de Perfeccionamiento Plácido Domingo. Por cierto, ¡qué gran Ernani hacía el madrileño!
Tanta personal característica en las voces de los 3 solistas principales, tanto decibelio, y tanto descuido lírico desvirtuó ayer un Ernani de un lozano Verdi siempre complejo y difícil de ajustar, que cierra las óperas de la temporada. Pero supone un paso adelante más. Un acierto más de Les Arts, sin duda, y una suerte para el público valenciano, que sabe aplaudir el esfuerzo, y que espera la recompensa y el reconocimiento que nunca llega desde el Ministerio de Cultura.
Y que siga el milagro, que ese es mi balance. Que siga la ópera sonando en el coliseo del Jardín del Turia con nuevos proyectos que ya se anuncian, y que supondrán, seguro tener a Les Arts como uno de los coliseos operísticos de mayor prestigio.
FICHA TÉCNICA
Palau de Les Arts Reina Sofía, 7 de junio de 2023
Ópera. ERNANI
Música, Giuseppe Verdi
Libreto, Francesco Maria Piave
Dirección musical, Michele Spotti
Dirección de escena, Andrea Bernard
Orquesta de la Comunitat Valenciana
Coro de la Generalitat Valenciana
Director, Francesc Perales
Ernani, Piero Pretti. Elvira, Angela Meade
Don Carlo, Franco Vasallo. Don Ruy, Evgeni Stavinsky
Don Riccardo, Matheus Pompeu. Jago, Javier Castañeda. Giovanna, Laura Orueta
La Habitación Roja, Doña Manteca, La Plata, Novembre Elèctric y Andreu Valor protagonizan 'Les Arts és Músiques Valencianes', del 24 de enero al 9 de febrero de 2025
El programa incluye el exigente ‘Concierto para piano’ de Ravel y su imprescindible ‘La Valse’ junto con el poema sinfónico ‘Le Chasseur maudit’ de Franck