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'Cronología de las bestias': la familia que miente unida, se descompone unida

El argentino Lautaro Perotti dirige a Carmen Machi en una comedia negra de suspense

17/10/2018 - 

VALÈNCIA. Cuando el actor, dramaturgo y director argentino Lautaro Perotti empezó a escribir el texto de Cronología de las bestias se sintió tentado a indagar en la mente de los apropiadores de menores robados en su país. Le intrigaban las vidas cimentadas sobre un engaño tan grande como el de la identidad de los propios hijos. En último término, en la obra no se habla específicamente de la sustracción de los bebés de desaparecidos durante la dictadura, pero la enormidad de esa mentira ha dejado un poso en el montaje.

La obra, programada en el Teatro Principal del 19 de octubre al 4 de noviembre, habla de silencios cargados de significado, de sobreentendidos, de embustes enquistados y autoengaños obstinados. Esta comedia negra de suspense desentraña la podredumbre moral de una familia, aunque bien puede hacerse extensible a toda una sociedad.

- ¿A qué conclusión has llegado: hasta dónde puede llegar a mentirse el ser humano?
- Depende de cada uno, pero es infinito. Los actos de mentir a los demás y de convencerse de cosas que no fueron tienen que ver con la subsistencia. Son una manera de aceptar lo que uno hizo para poder continuar adelante.

- La obra tiene un componente universal y atemporal y otro contemporáneo en la posverdad. ¿Ha sido casual ese eco de la actualidad?
- La posverdad no está presente de una manera literal, pero flota durante toda la obra por su estructura. El ser humano llega a conclusiones habitualmente sin conocer cómo fueron los acontecimientos reales, a partir de unas impresiones, de una información escasa. Prejuzgamos y a veces hasta tomamos decisiones con base en indicios.

- ¿Qué es peor el autoengaño o las mentiras que contamos al resto?
- El auto convencimiento implica algo anterior, que pasa por no poder o no querer asumir los actos que uno cometió y sus consecuencias. Tiene que ver con una estructura psíquica diferente. Así mismo, a veces, la dimensión de las cosas que el ser humano hace, provoca que la respuesta inconsciente sea engañarse u olvidar.

- ¿A qué responden las bestias del título, hay algún punto en común con el instinto animal?
- Me parecía hermoso pensar en una familia que tuviera ese pronto medio bestial por el que llegan hasta las últimas consecuencias, sin ningún tipo de límite social y pese a lo que sufren. Y además, la palabra tenía una sonoridad que me encantaba.

- ¿Cómo trabajas la contención de la violencia con los actores para no caer en la caricatura?
- Es cierto que la obra tiene momentos violentos en algunas escenas, pero es un grupo de trabajo tan comprometido y entregado, y fue tan disfrutable el proceso de ensayo, que no ha sido un inconveniente. Al contrario, son actores muy viscerales y entregados, pero a su vez con mucha técnica. Se dio fácil.

- Escribiste la obra con Carmen Machi en mente, ¿se ha ajustado a tus expectativas?
- Carmen tiene eso que comparten las grandes actrices y las grandes personas: son fáciles. Es apasionada, curiosa, inquieta, lógica. Le gusta tanto trabajar, ensayar, investigar… Ama nuestra profesión y como a mí me pasa eso también, fue un encuentro maravilloso. La quería, la admiraba desde antes y ahora todavía más.

- La directora artística del Teatro Español, Carme Portaceli, ha comentado que el texto le recordó la película Olivier, Olivier (Agnieszka Holland, 1992), que habla de una madre que pierde a su hijo; y Carmen Machi afirma que se ha inspirado en el personaje de Ellen Barkin en Animal Kingdom (David Michôd, 2010) para su papel. ¿Qué referentes cinematográficos has tenido tú presentes en la escritura de la obra?
- Tenemos que hablar de Kevin (Lynne Ramsay, 2011), porque me pareció maravillosa su forma de contar la historia. Su enfoque me permitía narrar los hechos desde un plano subjetivo, casi onírico.

 

- Hace unos años estrenaste en Madrid Algo de ruido hace, de Romina Paula, donde también hay un misterio, una casa y una familia que oculta secretos. ¿Qué te hace volver a esos mimbres?
- En aquella obra, la idea era distinta, porque intuyes que algo está pasando, pero no queda claro qué. El espectador lo va terminando de comprender durante la función e incluso una vez terminada. Pero sí, me atraen esas tramas familiares donde hay secretos, engaños y omisiones.

- Vives una relación de ida y vuelta con España, de hecho, acabas de dirigir La respiración, de Alfredo Sanzol, en Buenos Aires. ¿Qué puntos en común hallas entre ambas escenas?
- Cuando empecé a ir a España había más diferencias, pero ahora, al menos en Madrid, hay un creciente teatro alternativo e independiente. Cada vez que voy hay nuevas salas, lugares experimentales y de autogestión, tanto de grupos de teatros como de directores-autores que tienen ganas de crear espacios y proyectos personales y colectivos. Somos diferentes, pero hay muchos puntos de comparación.

 

- ¿Qué le debes como director a tu trabajo junto a Claudio Tolcachir?
- Es difícil responderte a eso y a la vez, refácil. Con Claudio hemos trabajado mucho tiempo en distintos roles. Me ha dirigido en muchas obras, como en La omisión de la familia Coleman y El viento en un violín. Como director, me ha servido muchísimo aprender de las personas grandes que tuve al lado. Y cuando hablamos de un hermano como Claudio es indudable. Cada día aprendo con él.

- ¿De qué manera ha evolucionado vuestro proyecto conjunto, Timbre4, desde su puesta en marcha en 2001?
- Cuatro es un lugar que nace no sólo por la necesidad de hacer teatro, sino también de hacerlo a nuestra manera, con nuestros tiempos y nuestras formas. Es un lugar que surgió para ponernos en lugares distintos, para permitirnos experimentar, probarnos en nuevos roles y dirigir, actuar, escribir, dar clases. En estos años ha crecido mucho: lo que era una salita ya son varias, ahora hay diferentes talleres, diversidad de obras. Es un lugar que nos sigue desafiando, poniendo en lugares no cómodos, interpelándonos. En definitiva, nos permite desarrollarnos. Es un lugar donde la alegría, el deseo, el compromiso y el trabajo son moneda corriente. Y aunque en estos años ha crecido mucho, la esencia sigue siendo la misma: un lugar de investigación, de trabajo y de disfrute del trabajo.

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