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tribuna libre / OPINIÓN

¿Cuál es la verdadera estrategia que estamos siguiendo para controlar la covid-19?

Foto: ÓSCAR CAÑAS/EP
17/09/2020 - 

Tal y como cabía esperar, el número de nuevas infecciones por SARS-CoV-2 está incrementándose progresivamente desde el fin del confinamiento, a pesar de las medidas restrictivas aún vigentes. Esta situación, está creando una enorme inquietud y desasosiego y, lo que es más llamativo, una tremenda sorpresa en nuestra sociedad. Esta sorpresa resulta extraña, por cuanto que está situación era completamente previsible y había sido anunciada, reiteradamente, desde diferentes foros. Gran parte de la sociedad está achacando esta nueva oleada al incumplimiento, por parte de la población, de las medidas restrictivas impuestas, lo cual está muy lejos de la realidad. Resulta innegable que una parte de nuestra sociedad no está cumpliendo estrictamente estas normas, pero se trata de grupos minoritarios que no justifican, bajo ningún concepto, el ritmo actual de propagación del virus.

El escenario en el que nos estamos moviendo en la actualidad es la consecuencia directa de las características de este virus y las medidas adoptadas por nuestro gobierno. Estas medidas, a pesar de los que se viene afirmando, no parecen destinadas a la erradicación del virus en nuestro país.

Hay una cuestión esencial sobre la que no se ha abierto un debate y que, bajo mi punto de vista, resulta fundamental. La cuestión en concreto es: ¿es posible erradicar el virus exclusivamente mediante medidas de contención? La respuesta a esta cuestión es la premisa básica sobre la que elaborar y poder transmitir adecuadamente un plan de control de la pandemia que sea efectivo y, especialmente, convincente. 

Desde un punto de vista epidemiológico, y así nos lo enseña la historia, la erradicación de patógenos que se transmiten vía aérea es tremendamente difícil, por no decir imposible, adoptando únicamente medidas de contención. Este tipo de medidas pueden ser útiles para paliar o retrasar la transmisión, pero en ningún caso resultan efectivas para la erradicación de un patógeno, ni globalmente, ni en áreas geográficas concretas y, mucho menos, en un mundo globalizado como el actual.

Existen numerosos ejemplos históricos que apoyan esta afirmación. Actualmente, seguimos sufriendo enfermedades como el resfriado común, la gripe, la varicela o la tuberculosis, a pesar de los esfuerzos realizados para su control y que, en alguno de estos casos, la transmisión es biológicamente más compleja que en el caso de SARS-CoV-2. Las enfermedades de transmisión aérea que han podido ser erradicadas, o prácticamente erradicadas, de nuestro medio como la viruela, la tosferina, la parotiditis, la rubeola o el sarampión, no han sido controladas a través de medidas de contención, sino a través de la vacunación masiva tras una largo y farragoso proceso de experimentación y desarrollo de estas vacunas. Además, en el caso concreto de SARS-CoV-2, habría que añadir características como la gran cantidad de portadores asintomáticos o la difusión por aerosoles que dificulta, todavía más, su control.

Foto: CONSELL DE MALLORCA

Las estrategias de contención para erradicar al virus exigen unas medidas de aislamiento individual y colectivo tan largas y estrictas que no son soportables desde un punto de vista socio-económico. Además, la falta de una política global común haría necesario un prolongado cierre de fronteras. En estas condiciones, estaríamos inermes ante una necesaria reapertura de fronteras y la consiguiente reentrada del virus en nuestro territorio.

El conocimiento y la asunción de esta imposibilidad es lo que ha llevado a países como Suecia a sustentar sus estrategias de control sobre medidas más aperturistas y sostenibles que las meramente restrictivas y transitorias medidas de contención. Ante la imposibilidad de controlar al virus, las autoridades suecas han optado por medidas que fueran sostenibles a largo plazo.

En ningún momento se promovió el contacto entre individuos, si bien no se decretaron medidas de cierre ni cuarentenas obligatorias, con la finalidad de generar en la población la denominada inmunidad colectiva o de grupo. Es bien cierto que, al inicio de la pandemia, las cifras de infectados y fallecidos en Suecia fueron comparables a las de nuestro país y superiores a las de sus países vecinos. Sin embargo, en la actualidad Suecia mantiene unos niveles de transmisión y mortalidad de los más bajos de Europa, mientras que el resto de países están sufriendo una creciente segunda oleada de infecciones y fallecimientos. A día de hoy, los valores en Suecia han caído por debajo de otros países escandinavos, como Dinamarca y Noruega, en los que el número de casos está creciendo y que, en su día, fueron la base para las críticas al modelo sueco.

No albergo ninguna duda de que aquellos que dirigen nuestra política sanitaria, y las de otros países europeos, son conscientes de la imposibilidad de controlar el virus mediante las medidas que se están implementando. Este hecho, junto con la deficiente concreción de los objetivos reales perseguidos, puede hacer pensar que no se está siguiendo ningún plan establecido. Sin embargo, todo parece indicar que la estrategia diseñada parece tener el mismo objetivo que en el modelo sueco sólo que, de forma mucho más lenta y pausada, con los daños socio-económicos que ésta está generando. 

Si hacemos un seguimiento de las medidas adoptadas a lo largo de este periodo, parece evidente que el objetivo de nuestras autoridades ha sido simplemente paliar las consecuencias de la pandemia e ir ganado tiempo en espera de que vengan tiempos mejores, probablemente en forma de inmunidad de grupo o de vacuna. Tras la aparición abrupta de la pandemia, se impuso un confinamiento con la finalidad de liberar de presión a los servicios sanitarios para, posteriormente, pasar a una "nueva normalidad", en la que las medidas están destinadas poner barreras que dificulten la transmisión del virus, de manera que los sistemas sanitarios no se saturen de nuevo y puedan seguir funcionales, aún bajo el pleno conocimiento de que la erradicación o el control completo, mediante las medidas impuestas, constituye un hito inalcanzable.

Foto: ÓSCAR CAÑAS/EP

Esta opción es una de las múltiples estrategias que se puede implementar para combatir al coronavirus y podría, incluso, llegar a ser perfectamente válida, si se hubiera tenido en cuenta una serie de consideraciones: (i) esta estrategia debería haber sido explicada con todo lujo de detalles a la población; (ii) se ha echado en falta medidas específicas de protección a grupos especialmente sensibles a esta enfermedad; y (iii) debe tenerse en cuenta que esta estrategia se prolonga en el tiempo y puede ser incompatible con el mantenimiento de nuestra forma de vida.

La contrariedad que se respira en nuestra sociedad es debida, entre otros factores, a la falta de claridad con respecto a los objetivos perseguidos con las medidas adoptadas. Los objetivos que se han transmitido han sido tan poco concretos y científicos como frenar o vencer al virus. La difusión de propuestas tan vagas e imprecisas generó unas expectativas completamente irreales desde un prisma científico y que ha supuesto una importante decepción y sorpresa al aparecer continuos brotes tras el confinamiento. Desgraciadamente, seguimos haciendo lo mismo, sin saber muy bien hacia dónde nos dirigimos.

Quizás el gran problema social y político que la pandemia ha causado es la saturación de los sistemas sanitarios, en especial de las UCIs. A pesar de que estas UCIs han estado mayoritariamente ocupadas por personas pertenecientes a grupos de riesgo, especialmente mayores, las medidas adoptadas han sido de carácter horizontal, afectando por igual a todos los grupos de edades. Llama la atención la ausencia de medidas contundentes que protegieran específicamente a estos grupos de riesgo. Medidas que podrían ir desde los confinamientos selectivos, hasta la atomización de las residencias, pasando por la creación de pasillos horarios comerciales, entre otras posibilidades. Soy consciente de que se trata de medidas duras y difíciles, pero la situación también lo es. Probablemente, y desde un prisma político, estas medidas selectivas sean complejas de justificar, pero parecen más adecuadas que las medidas generalistas que se han implementado.

El modelo que parece haberse adoptado tiene el gran inconveniente de que se puede prolongar durante un periodo extremadamente largo, con los problemas económico que ello puede conllevar. Yo no soy la persona adecuada para valorar la sostenibilidad y las consecuencias económicas que, en nuestro modelo de vida, este periodo puede tener. Sin embargo, sí que es cierto que el tiempo necesario para alcanzar una inmunidad de rebaño, de forma natural, puede ser extremadamente largo, en las condiciones actuales. La gran esperanza parece estar depositada en una posible vacuna. Sin embargo, y dejando a un lado los posibles efectos nocivos a medio y largo plazo, las vacunas en desarrollo no van a ser más que una barrera más para la transmisión del virus mientras se alcanza esa inmunidad colectiva. En ningún caso ofrecen una protección cercana al 100% y ello, junto con los posibles problemas de distribución, obligará a seguir conviviendo con el virus durante un largo periodo. 

Es evidente que nos espera un periodo largo de convivencia con el coronavirus, en vista de la estrategia que parece haberse adoptado en nuestro país. Este hecho puede ser asumible si las consecuencias socio-económicas, incluidas las sanitarias, lo permiten. Sin embargo, sí que se hace necesario un mayor detalle y difusión del recorrido que las autoridades sanitarias esperan de acuerdo con estas medidas.

Rafael Toledo Navarro es catedrático de Parasitología de la Universitat de València

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