Hay tendencias culturales de recorrido curioso e incluso sorprendente. Y esto es lo que ha sucedido con el concepto japonés de Ikigai que tan de moda está en la actualidad para asombro, en primer lugar, de los propios japoneses. Esto no significa que el concepto no existiera en la tradición japonesa. Pero lo que está claro es que nunca tuvo el reconocimiento masivo y la aceptación que ha alcanzado en nuestros tiempos gracias precisamente a su paso por occidente. Así, de la misma forma que el tango tuvo que irse a Paris, para que en Argentina se superaron los prejuicios sobre su condición de música prostibularia y lasciva, o que fue en San Francisco dónde se inventó el chop suey, que ahora se considera como uno de los platos chinos por excelencia (y que no es más que el típico plato muy sabroso de pobres chinos americanos porque surge de los restos de diferentes platos), el Ikigai experimenta una mutación parecida.
Son curiosamente dos españoles, Héctor García (valenciano y residente en Tokio, creador de una web llamada kirainet.com que es probablemente unas de las referencias globales de la cultura popular japonesa) y Francesc Miralles (catalán, divulgador de temas psicológicos y espirituales) algunos de los mayores impulsores del concepto a través de la publicación de un libro claramente de autoayuda (facilón pero eficaz) con el irresistible título de Ikigai. Los secretos de Japón para una vida larga y feliz. Este librito ha sido traducido a 63 lenguas y ha vendido ya la friolera de 3 millones de copias. También ha contribuido a este proceso de globalización del concepto de Ikigai, el diagrama creado en 2014 por el empresario británico Mark Winn, al que haré referencia más tarde, que se ha convertido en viral sobre todo en LinkedIn. Y esto ha hecho que florezca una potente industria alrededor del Ikigai desarrollada por psicológos, coaches y gurus varios.
A pesar de que, como he dicho, el resurgimiento y globalización del término Ikigai en la actualidad no es un fenómeno exclusivamente japonés, sí que podemos rastrear su orígenes históricos al periodo Heian (años 794 a 1185) y a un lugar concreto en Japón, en Okinawa. Es una isla remota en el Sudoeste de Japón ubicada en la llamada zona azul. Una de las sus características es que es tiene una inusualmente elevada población por encima de los 100 años. Parece que sus habitantes tienen el secreto de la longevidad y de la vida feliz. Así en Okinawa, el Ikigai constituye una tradición muy apreciada. Conseguir que sus vidas tengan un propósito incluso más allá de los 100 años y sentirse siempre útiles garantiza a sus habitantes esa vida feliz y larga a la que aspiramos todos. De hecho en la lengua local de Okinawa, el concepto de jubilación no existe. Es cierto que sus hábitos también ayudan: comen muchas verduras y beben te; tampoco descuidan la actividad física (aunque evitan los ejercicios demasiado intensos); meditan y tiene una mente resistente y no agobiada por los problemas. No es tanto un rutina física o una dieta, sino más bien una forma de vivir.
¿Pero qué significa exactamente Ikigai? Se trata de un concepto algo resbaloso. Con esta palabra nos estamos refiriendo a una conducta que tiene que ser apasionada y que básicamente se encamina a proporcionar valor y alegría en la vida. En japonés tiene el sentido de razón de vivir o propósito de vida. Una energía poderosa que da un significado a la vida buena. En consecuencia Ikigai puede ser muchas cosas: una sabia forma de vida, una cultura, un arte, puede tener una proyección evidente en el mundo laboral o incidir en la dimensión espiritual humana. Al final esta íntimamente relacionado con la eterna búsqueda de la felicidad y de la alegría incluso cuando vienen mal dadas ya que la vida puede ser implacable. Al final el Ikigai podría entenderse como la razón para que una persona se levante todos los días.
Es cierto también que en Japón esta razón de vivir está asociada con el trabajo. El trabajo ocupa un lugar muy importante en la tradición japonesa. Y no se concibe únicamente como el medio para cubrir las necesidades materiales de una persona a través de una remuneración o salario, sino como apuntaba Antón Costas en una reciente conferencia en Córdoba, como una forma de conseguir la superación tanto física como intelectual y que además permite la socialización con el resto del mundo. Es cierto que en Japón, la cultura del trabajo está muy extendida y asegura que la mayoría de la gente realice jornadas de trabajo interminables en las que la jerarquía es muy fuerte. Para poder hacer frente y gestionar esta circunstancias, el Ikigai resulta muy útil.
El diagrama de Winn, al que me referí antes, toca básicamente cuatro temas encontrándose el Ikigai en la intersección de los mismos. El primer tema es preguntarse lo que gusta a la persona (la pasión); el segundo tema a tratar es definir dónde está el talento de la persona haciéndola por lo tanto buena en la actividad de la que se trate (la vocación); el tercer tema es contestarse a la pregunta ¿qué espera o necesita el mundo de mí? (la misión); y el cuarto tema es determinar por qué actividades el mercado está dispuesto a remunerarnos (la profesión). Las respuestas a estas cuatro cuestiones perfilan el Ikigai. Se trata de un proceso de dialogo interior y de búsqueda de ese Ikigai algo confuso y lento incluso para los propios japoneses.
¿Cuáles serían las pautas concretas a seguir para alcanzar y conseguir el Ikigai personal? Hector Garcia y Frances Miralles entienden que son variadas pero todas pueden ayudar a alcanzar la felicidad o al menos a la alegría. Hacen referencia a los pasos siguientes:
A lo mejor el decálogo anterior son cosas de aplastante sentido común y que no constituyen el patrimonio de ninguna cultura o filosofía en especial. Las podemos reconocer también en occidente en una de sus manifestaciones culturales más luminosas como es el caso de la cultura mediterránea. En efecto, en esta zona del mundo tocada por la mano de Dios, la gente es longeva, sociable, con una cultura milenaria y en general trata de disfrutar de la vida. En todo caso, todo planteamiento como el de la búsqueda del Ikigai de cada uno que contribuya a que seamos mejores y a tener una vidas más plenas me parece que son valiosos positivos y sin duda alguna hay que fomentarlos.