Paula Dolcet, Gemma Colomer, Elena Pérez-Jorge y Yolanda Mclellan fueron las modelos valencianas más cotizadas de los 90, la década en la que Peter Lindberh creó el concepto de top model y que cambió para siempre el mundo de las pasarelas. ‘Las icónicas’ han vuelto a verse las caras, en plan Friends, para hablar del futuro sin perder de vista el pasado... o al revés
VALÈNCIA.- Si espera leer una historia de codazos, zancadillas, pisotones y envidias, no es este el reportaje indicado. Es un reportaje sobre cuatro modelos que fueron y son amigas y, tres décadas después de vivir los 90 subidas a una pasarla se mostraron encantadas de volver a posar bajo un mismo foco. Además, también habían trabajado con todo el equipo —nombres que nunca han desaparecido del panorama de la moda valenciana—. Contentas de verse y de haber compartido una adolescencia apasionante pero no tanto de comprobar en qué se ha convertido la moda: menos actividad —al menos en nuestra ciudad— intrusismo, trabajos low cost y anonimato de las modelos.
Existen muchas coincidencias entre ellas. Para empezar, tres de las cuatro ganaron el concurso Elite Model Look. La primera fue Gemma Colomer a los catorce años. Al año siguiente, formaba parte del jurado que le otorgó el título a Paula Dolcet y en el que Yolanda quedó entre las primeras. Elena fue captada por Carmina García, otra constante en sus vidas, la directora de la agencia Carmen Durán, cuando era casi una niña. Han compartido casting, pasarelas, desfiles, viajes e incluso han compartido piso. Por tanto, no es una historia de rivalidades, no hay rencores, decepción o muñecas rotas. Es una historia muy Friends, The Reunion.
La moda ha sido su vida durante muchos años, les ha permitido descubrir medio mundo, sentir la libertad antes de tiempo y ganar dinero. Sin embargo, a día de hoy, ninguna se dedica a ella. Hay periodistas, productoras de exteriores y expresentadoras de televisión, artistas y abogadas. Aunque también aceptan trabajos esporádicos... «si están bien pagados».
Quizá uno de los momentos más lacrimógenos de este reportaje es el que vivió Paula al inicio de su carrera, cuando le tiñeron su rubia melena de negro —seguramente para potenciar el estereotipo de modelo española morena y fogosa—. Como buena profesional se secó las lágrimas y lo aceptó. En realidad, rubia o morena tenía la misma fuerza. Para contrarrestar este momento, puede decir orgullosa que asistió al treinta cumpleaños de Kate Moss en Londres.
Muchos la recuerdan acompañada de su madre, ya que fue ella quien la indujo a presentarse al concurso que ganó a los catorce años. Una niña de esa edad que ya leía a Dostoievsky, empezó estudiando Derecho y se pasó a Periodismo. Ha desfilado en Gaudí, Cibeles, París y Nueva York, y ha aparecido en revistas como Elle, Marie Claire, Neo2, Sposabella, Mujer21, Ragazza y You.
Actualmente tiene una agencia de comunicación y marketing en Londres con sede en España, es profesora de yoga y, como acaba de ser mamá, está emocionada con las clases de baby yoga, que «funcionan fenomenal». Incluso han sacado su propia marca de prendas para esta disciplina, Yogajungle, aunque no es ella la que luce los modelos en la web.
Madre de una niña, al ser preguntada si le gustaría que siguiera sus pasos, Paula argumenta que «si hubiera sido mi época, te diría que sí, sin dudarlo. Nuestra adolescencia fue maravillosa: viajes, experiencias… pero la tecnología lo ha ensombrecido todo y lo ha convertido en precario. Ya no hace falta viajar, te meten los fondos que quieren y tampoco respetan ni a los profesionales ni a su trabajo. Con el tema de las redes, cualquiera se convierte en fotógrafo y ya no necesitas ser modelo sino influencer. Incluso quieren que desfiles gratis». Para ella, «en los 90 había más actividad y creatividad. Hoy nos engulle la fast fashion y el trabajo de modelo está peor pagado».
Antes de ganar el concurso Elite Model Look, jamás se había comprado una revista de moda. Ella deseaba triunfar como bailarina, pero con este premio su vida hizo una pirouette. Desde entonces, ha trabajado con fotógrafos de la talla de Pepe Botella, Outomuro o Sergi Jasanada a nivel internacional y viajó a Tel Aviv para la campaña de Mango. Pero el «gran bombazo», como lo define ella, fue cuando a los treinta años la reclaman para protagonizar la campaña de Armani.
De los veintiún a los veinticinco años, también metió cabeza en Canal 9 como presentadora de los programas De Motor y Al Box a Mitjanit. Con este último formato vivió el famoso apagón de RTVV. Volvió a la moda, pero nunca dejó de prepararse en otras ramas (acupuntura, fotografía...). Recuerda que el último trabajo que protagonizó como modelo fue para Marie Claire, «claro, en otro target de edad», puntualiza. Actualmente es productora de eventos deportivos y de localizaciones de cine y plataformas como Amazon.
En la última reunión para posar de las cuatro maniquíes —una sesión el pasado octubre durante la primera sesión del Festival CLEC celebrado en València— fue para Gemma un encuentro más entre amigas. «No habíamos perdido el contacto. Compartimos nuestra adolescencia viviendo experiencias maravillosas. Hemos vivido juntas en Londres y en Barcelona e incluso Paula y yo nos fuimos a hacer la ruta americana juntas. Fue una época preciosa. Me siento muy afortunada por haber podido tener este trabajo, por viajar y ver los lugares tan maravillosos que he visitado. No recuerdo ni un solo momento malo. No hay partes oscuras», confiesa la expresentadora.
Campañas publicitarias, anuncios televisivos, editoriales de moda, showrooms, fashion shows, shootings. Desde pequeña la vida de Elena Pérez parecía predestinada a participar en este tipo de eventos. «Esta niña va para modelo», oye desde bien pequeña. «Es por mi estructura ósea y mi altura. Yo no me lo acababa de creer hasta que Carmina García, de Carmen Durán, me llamó por teléfono y me contó que me había visto en el lugar donde solía reunirme con mis amigas y me preguntó si me gustaría entrar en su agencia. Y ahí empezó todo».
Elena recuerda que en la década de los noventa había mucha más actividad: castings semanales, desfiles todos los meses, pasarelas y «como siempre nos veíamos las mismas niñas, pues nos hicimos amigas. Ir a un desfile no era un trabajo, era pasar el día juntas». Cuando València empezó a decaer, estableció su residencia en Milán y allí se quedó once largos años. Estudió Derecho y actualmente ejerce de abogada. «Tampoco me veía yo en el mundo de la moda toda la vida. Me daba dinero rápido, pero no son los valores que me ha inculcado mi familia; le damos más importancia a la educación».
La sesión de ‘las icónicas’ fue un momento especial «por estar de nuevo juntas y porque, al hacerse a la manera de Peter Lindberh, nunca habíamos participado en un trabajo que no puedas ver al momento el disparo. Y aquí, al ser una técnica antigua no hemos comprobado el resultado hasta pasado un tiempo». Volviendo a Lindberh, Elena cree que ya no existe el fenómeno de las top porque nadie «que no sea del mundo de la moda» conoce el nombre de las modelos. Además, asegura que «antes eran mujeres con muchísima personalidad, que lucían las prendas con fuerza; nosotras fuimos un tránsito y ahora se lleva la mujer más lánguida». Un sueño que no llegó a cumplir: ser un Ángel de Victoria Secret. Yo, si fuera Dios, se lo hubiera concedido.
«En mis comienzos me comparaban mucho con Shalom Harlow, una supermodelo de los 90 que aparece en muchas imágenes de Lindberhh y era coetánea de Schiffler, Campbell, Turlington, Crawford… Recuerdo una Polaroid que me sacaron en la agencia Elite en la que escribieron con rotulador permanente «momento Harlow». Yolanda recuerda este capítulo de sus inicios en la agencia catalana en la que coincidió con Paula y Gemma. En España, por aquel entonces «nuestras top eran Martina Klein, Laura Sánchez, Vanesa Lorenzo o Davinia Pelegri». Esta última fue durante años la vecina de Yolanda en el barrio de Gràcia, pero no llegó a conocerla hasta que Héctor Pérez —un fotógrafo vasco afincado en Los Ángeles— las invitó a cenar en su casa de Nueva York. Conectaron al instante.
Protagonizó campañas para marcas como Uno de Cincuenta, anuncios para BMW y Coca-Cola o editoriales de moda para Vogue, Marie Claire o Vanidad. «Recuerdo con especial cariño trabajar con el estilista Óscar Visitación, el maquillador Jordi Fontanals, los fotógrafos Rafa Gallar, Daniel Riera, la fotógrafa griega Mara Disipris y las maravillosas pruebas de vestuario con Lidia Delgado. Trabajé en la India, Londres, Ciudad del Cabo, Milán, Nueva York… tengo mucho que agradecerle a esta profesión, ya que me ha dado unas tablas increíbles a la hora de desenvolverme sola en nuevos lugares. Sigo como modelo y disfruto mucho de trabajar en equipo y del proceso creativo que hay detrás. A menudo cuando estaba en una sesión me sentía como una actriz de cine mudo; me gustaba mucho crear un personaje».
En la actualidad combina las reformas de casas con su trabajo como artista y la moda. Expuso su colección de cerámica por primera vez el pasado mes de octubre en Ibiza y hace dos años publicó un libro de ilustración y poesía titulado Subtítulos del silencio. Espera seguir viviendo de esta suma de profesiones artísticas.
En la historia de esta sesión, existe una persona que ha sido modelo, trabajó con las cuatro y sigue haciéndolo a día de hoy. Una voz autorizada para cerrar nuestro viaje por la moda valenciana de la década de los noventa a 2022. Ella es Carmina García, directora de la agencia de modelos Carmen Durán, quién las representa en València y las conoce desde que empezaron. Carmina opina que se ha observado un cambio favorable en el mundo de la moda: «en primer lugar, en la manera de desfilar. En los 90 se hacía de una manera mucho más marcada, se paraban a mitad de pasarela con las manos en la cadera como diciendo ‘‘aquí estoy yo’’. Hoy en día impera la naturalidad». Y recuerda que en sus tiempos existía una diferencia entre maniquí y modelo. La maniquí era la que desfilaba y la modelo podía también desfilar, pero su trabajo se enfocaba más a publicidad.
Como avances en el sector apunta: la mirada hacia los diseños sostenibles, la tecnología que facilita los trabajos. Preguntada al respecto de las tendencias del arquetipo de modelo en pasarela y publicidad con la visibilidad del colectivo LGTBIQ+, Carmina explica que «estamos en un momento en el que nos piden y tenemos diferentes razas, volumetrías, sexos y apariencias». Al final todo depende del cliente, concluye. Incluso las influencers, comenta, son las sustitutas de la prensa rosa que ejercía ese papel en los 90.
* Este artículo se publicó íntegramente en el número 90 (abril 2022) de la revista Plaza