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Benicalap: cuando las tragaperras aterrizan en la degradación

9/09/2018 - 

VALÈNCIA. Es un muro sin más. Una construcción de ladrillo y cemento levantada hace apenas 3 meses. Oculta a nuestra vista un descampado de grandes dimensiones, cuyos dueños construyeron esta tapia para frenar el paso tras múltiples quejas del vecindario, que alertaba de peligros por falta de seguridad y de higiene. Dentro, un océano de altos matojos impide ver el suelo. Y al fondo, diversos bloques de viviendas que permiten adivinar el estado que presenta el barrio de Benicalap, junto a los restos industriales de lo que un día fue -y quería ser- la zona.

Hay un hueco en la pared presidido por un cartel señalado por una flecha que indica: 'Cat'. Pronto advierte uno que en dicha parcela habita más de una camada de gatos. Y por allí entran y salen. En su entrada alguien ha dejado dos tuppers con comida y bebida. Una voz de lejos parece ser la artífice: "¡No toquéis nada, los gatos tienen que comer!". Un vecino septuagenario protege desde la lejanía el pequeño fortín de los animales. Es la perfecta imagen de una comunidad comprometida y sensible, pero acostumbrada a la estrechez y a la dejadez.


La fachada de las fincas, en la calle Picayo, confirma la degradación. El presidente de la Asociación de Vecinos de Benicalap José Bellver se lamenta. "Aquí hace 20 años la industria comenzó a desaparecer", proceso que se aceleró con la última crisis económica. Lo asegura con tono nostálgico mientras fija su mirada en algunos bajos de altos portalones, actualmente sellados por persianas metálicas. En cuanto a los pisos: empresas y fondos franceses y holandeses se hicieron con ellos.

Justo al lado de la acera hay dos basureros cercados por vallas. Y en ellas son varios los candados y las cadenas que no atan nada, vestigios de una veintena de bicicletas que permanecieron allí abandonadas durante mucho tiempo. "Un día llegó la policía y se las llevó". En frente se albergaba la sede de una familiar peña valencianista pero "se cansaron de todo esto y se largaron", cuenta José. Ejemplo de una huida que parece entristecerle mucho.


Muy cerca, la calle Acacias es otro espejo del suburbio, donde el ruido, los altercados, la chatarrería y la drogadicción son habituales. Hay un bar "de africanos" que genera mucha molestia, según cuenta José: "Un vecino que vive dos pisos por encima, lleva en tratamiento seis o siete años, y tiene que soportar de todo". Al lado del establecimiento, un rótulo reza 'Reformas en general', lo que arranca la incredulidad de José. "A saber qué trapichean ahí, se las saben todas". Y al otro linde del bar, un gran centro cristiano.

Otra de las estampas que deja el paseo por el barrio son múltiples descampados, reconvertidos a aparcamientos improvisados donde decenas de mecánicos sin permiso hacen sus apaños a vecinos y conocidos. En uno de ellos, un pequeño montículo apoltronado a la pared de un edificio sirve para elevar los vehículos. "Suelen venir ocho o diez mecánicos ilegales y reparan coches, hacen cambios de aceite y otras cosas", cuenta con extraña naturalidad el guía. También se ha naturalizado entre los peatones. Es el pan suyo de cada día.

Precisamente dicha planicie estaba pensada para un colegio desde los años 80. Pero por no haber, no hay ni la intención de construir allí nada. José confiesa que "según la Conselleria, no hay alumnado suficiente", pero en cambio, la zona está minada de escuelas privadas. "Al final, muchos jóvenes acaban yéndose a otros barrios y pueblos cercanos", se lamenta. Desde el yermo terreno se puede vislumbrar un polideportivo municipal, aunque "Benicalap nunca lo ha podido usar porque desde la época de Rita está cedido para 50 años a El Claret de Benimaclet", un centro concertado. 

Es una situación que el vecindario viene poniendo de manifiesto desde hace lustros. Gritos perdidos nadie sabe bien dónde. Sin embargo, la última novedad de la que prevén los peores augurios es el aterrizaje progresivo de casas de apuestas. "De no haber ninguna a haber tres", cuenta José mientras las enseña. Y sus suspicacias bailan entre la ilegalidad y los perniciosos efectos que pueden tener sobre la juventud, que faltos de centros sociales donde acudir y de actividades saludables, son susceptibles de acabar perdidos en el juego.

"Con el porcentaje tan alto de paro y de pobreza que hay en el barrio, no se entienden tantas salas de juego. No tiene sentido". La única explicación que se atreve a dar es "el blanqueo de pasta", como cree que ocurre en otros muchos comercios de la zona: "Hay peluqerías en las que no entra ni Dios, pero siempre estan abiertas".

Más a las afueras del barrio ya sólo quedan los indicios de un pasado que superviviente a golpe de parche ante la urbanización entorno del Camino de Burjassot, ahora Avenida. Se trata de las alquerías de la Torre y del Moro, últimamente de actualidad por el inicio de las obras de rehabilitación de parte de la segunda y por el que se produjo un derrumbe en su interior poco después de iniciarse la actuación.

También se encuentra allí el Casino del Americano. El edificio de origen indiano es motivo de nostalgia para José. "Fue una escoleta y también una discoteca, ahora está totalmente derruido", señala a lo lejos. Lo cierto es que, además de eso, ha sido ocupado en numerosas ocasiones, ha sufrido expolios e incendios provocados. En su interior, antes de que fuera tapiado, y en su exterior, donde uno de los muros echa en falta cada vez más y más acabados.

El trayecto va finalizando, y el paso por el parque de Benicalap no es inadvertido. José cree que es "lo único bueno", aunque cree que se podría mejorar, por ejemplo, cubriendo la piscina: "Es una pena que sólo se pueda utilizar 3 meses al año y no los otros 9".

Visto lo visto, las reiteradas exigencias y peticiones vecinales deberían haber obtenido respuestas por parte de las instituciones correspondientes. Pero "el consistorio está acostumbrado a callarse, no informan, no dicen nada". Ahora bien, algo que José ha percibido y valora positivamente es una leve pero mayor presencia policial. Sin embargo, la sensación en el barrio es, siempre, 

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