Hoy es 14 de octubre
No, a la tasa turística. No, a la liberalización de la AP-7. No, a observar los efectos sociales nocivos que se registran en las comarcas más turísticas. No, a repensar el modelo de turismo de masas ni siendo un problema enmarcado en el Libro Blanco del Turismo de la Comunitat Valenciana. En general, no a todo aquello que no se plantee desde el empresariado hotelero o ninguna patronal ligada a este sector económico.
La negativa esta semana de la patronal hotelera valenciana, HOSBEC, a abordar las peticiones de un colectivo como el de las kellys para que los hoteles incluyan, al igual que en Baleares, camas elevables que eviten lesiones de las camareras de piso es el último capítulo de un debate que nunca se produce. “Ahora no es el momento”, dice la patronal, para hablar de mejoras en un sector que desloma (literalmente) a una parte de sus trabajadoras. Pero es que tampoco lo fue en el 2015 o cualquier año pre-covid en el que los empresarios sacaron pecho por las cifras de ocupación hotelera. Es más, me atrevo a decir que nunca será el momento.
Digámoslo claro: no existe debate turístico de peso en la Comunitat Valenciana porque no interesa. El debate público se sostiene sobre proclamas empresariales que dibujan un escenario en ocasiones delirante, donde caben porcentajes de ocupación que un día se muestran como un ejercicio de resiliencia empresarial y fortaleza del sector y, al otro, como la antesala de un apocalipsis hotelero (por culpa de elementos ajenos al empresariado hotelero). Todo lo que sea salirse del marco de la rentabilidad empresarial del sector es tomado como una afrenta, un ataque.
Si hablamos de turismo, por ejemplo, no sé puede hablar del informe de Invassat que establece que un 65% de las camareras de piso están afectadas por dolencias crónicas. No se puede hablar del informe de la Unión Europea que niega cualquier efecto negativo en la ocupación por el establecimiento de la tasa turística. No se puede hablar de las estadísticas del INE que demuestran que las comarcas (Vega Baja y las Marinas) que más han apostado por el desarrollo turístico son aquellas que más pobreza y economía sumergida registran. Nunca toca. Y si lo haces, es que odias al turismo.
Las pocas ocasiones para un debate valenciano suelen sellarse con menosprecios públicos a aquellas voces que se han atrevido a apuntar al lado oscuro -sí, llamémosle así- del sector. No queda muy lejos la petición de dimisión de la patronal hotelera a Mónica Oltra cuando esta dijo en un diario alicantino que en algún momento deberíamos replantearnos el modelo turístico de masas y su sostenibilidad, el cual “reporta muchos beneficios a unos pocos, pero luego arrastra fenómenos como las kellys a las que maltrata tanto salarialmente como en condiciones de trabajo”. Por estas palabras, a la vicepresidenta del Consell se le atribuyó públicamente desde HOSBEC “pobreza intelectual”, pero más hirientes fueron aún las palabras de un empresario hotelero, muy presente en nuestra actualidad, cuando calificó de “cositas que lo hacían más económico” a la vulneración de los derechos laborales de las mujeres que se pasan el día limpiando sus hoteles. Y es que no sé puede hablar ni de los documentos que en los que participa la propia patronal hotelera como el Libro Blanco de Turismo, que apunta a la problemática de la masificación del turismo de costa valenciano, o el Código Ético del Turismo. Por cierto, firmado por HOSBEC. Nunca toca.
Lo cierto es que lejos queda ya aquella época en la que la patronal hotelera se vanagloriaba de los intercambios de experiencias y conocimiento turístico entre Benidorm, nuestra capital turística, con Salou (Cataluña) o Mallorca (Baleares). Cataluña ha establecido una tasa turística; Baleares impone condiciones de respeto medioambiental y a los derechos laborales: cuestiones que parecen anatemas en esta tierra nuestra que gusta de decirse ‘acogedora’ y abierta. El mundo avanza, pero a la Comunitat no le toca.
Este artículo no persigue ser un ataque a Benidorm ni al concepto del turismo para las clases medias y trabajadoras. Faltaría más. Es una exigencia a un debate serio y la denuncia de cómo se nos está hurtando a la ciudadanía valenciana un diálogo adulto. Es una llamada a aquellos partidos políticos que se niegan a un debate sin complejos para que asumamos como parte del análisis y discusión de todo aquello que la inteligencia colectiva -expresión tan de moda en eventos turísticos recientes- constata en los informes en disposición de los grupos políticos, lobbys, institutos universitarios, sindicatos, asociaciones, etc. Decía el filósofo Daniel Innenarity esta semana en Alicante que vivimos en una sociedad en la que no faltan los diagnósticos correctos, ni la voluntad política. Falta el interés real en la modificación real de la sociedad.
Ignoro cómo se convence a quien no quiere debatir a sentarse frente a alguien que no piensa de igual forma. No sé si estás dinámicas de no debate se generan por el silencio de cátedras universitarias con nombres de alcaldes benidormenses o por la confusión de algún cargo público a la hora de delimitar la línea entre el servicio público y el lobbysmo empresarial. Nadie chista a una patronal que una mañana se despierta calificando la tasa turística como “inhumana” por, dicen, su capacidad de destruir empleo y que al día siguiente presenta un sistema de reconocimiento facial robótico para que los huéspedes puedan registrarse en un establecimiento. No le pidamos peras al olmo…