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reflexionando en frío  / OPINIÓN

Cuando la campaña electoral perjudica al ciudadano

7/03/2023 - 

Los políticos tienen una dispensa anual en la que descansan de la campaña electoral; en los tiempos marketinianos que vivimos, absolutamente todo está milimetrado para despertar simpatías, lanzar mensajes, o atacar al contrario. Es todo un teatro de lo absurdo en el que cada uno interpreta su papel de héroe o villano en función del acto en el que se encuentre la obra. 

Es todo tan forzado y fingido que cuando un dirigente besa la cabeza de un bebé no se sabe si lo hace llevado por la ternura o porque su jefe de campaña se lo ha mandado; estamos en un estado de campaña electoral permanente tan cronificado que el otro día me encontré a un político comprando en el supermercado, y mi novia sugirió que la mano creativa de su equipo estaba detrás de un acto tan costumbrista y rutinario como ir a la pescadería. Es la pescadilla que se muerde la cola, valga la redundancia, nos han metido con calzador tantos mensajes demagogos y falaces que ya cuestionamos algo tan humano como el llenar la nevera. Sospechamos que estamos ante unos reptilianos asexuados sin apetitos ni deseos, luego llega el Tito Berni y nos damos cuenta de que ellos también follan.

Les voy a ser sincero, ha llegado un punto, que los políticos me dan pereza, son una deconstrucción humana de un documental de La 2; son como esos captadores de fondos ansiosos de recolectar el máximo de firmas y fondos posibles. No dejan espacio a la improvisación, todo está calculado, cuando una persona se enrola en un cargo público de relevancia sufre una metamorfosis kafkiana que le convierte en un ente diseñado para repetir las consignas que le envían desde la ejecutiva de su partido. Son mantis religiosas creadas para matar a sus contrincantes políticos y sentenciar con alevosía a los que antes han sido sus aliados. Explotan al máximo el frentismo sin dejar espacio al diálogo o al entendimiento por el bien de los demás. Cuando ocurrió aquello del famoso tren que no cabía por los túneles en Cantabria, la oposición al Gobierno de Miguel Ángel Revilla se apresuró a pedir su dimisión sin comprobar que el error no había sido del presidente sino del Gobierno central de Madrid; seguramente lo sabían, pero vieron una oportunidad de sacar rédito político de cara a unas elecciones. Buscan el poder a toda costa priorizando sus aspiraciones políticas por delante del interés general.   

La pasada semana, coincidiendo con ese armisticio electoral, los dirigentes de la Comunidad Valenciana se pusieron de acuerdo y todos apoyaron la celebración de los premios gastronómicos Soles Repsol. Ximo Puig, pasando por Carlos Mazón, y terminando por Luis Barcala, cerraron filas por el bien de la región al arrebatarle la sede de ese galardón a San Sebastián. Me emocionan esos momentos, el instante en el que de verdad nuestros políticos demuestran tener altura de miras más allá de su ombligo narcisista. La Generalitat Valenciana, la Diputación, y el Ayuntamiento de Alicante formando equipo para poner en el mapa a nuestra tierra. Me emociono solo de pensarlo. Así sí. Quizá estaríamos mucho mejor si esas escenas se diesen más a menudo, y los dirigentes políticos estarían mucho mejor valorados; me hace mucha gracia cuando el político de turno celebra que es el que tiene la nota más alta con un 4 en las encuestas de valoración de líderes. Es algo así, disculpen si soy escatológico, como sentirse orgulloso de ser la menos mierda de las mierdas. 

Deberían de ser la solución, pero muchas veces representan un problema, un amasijo de egos y orgullo que les impide tener un pensamiento infinito. «Las sociedades avanzan cuando todos trabajamos para el bien común, cuando nos sacrificamos por una comunidad que va más allá de uno mismo y de su generación», escribe Víctor Lapuente en Decálogo del buen ciudadano; interés general que sí han salvaguardado para un asunto baladí como es la celebración de una gala gastronómica, pero que no son capaces de proteger en temas elementales como en el trasvase Tajo-Segura. Se equivoca Ximo Puig al no cerrar filas en torno a Carlos Mazón. El agua es apolítica, es incolora, insípida, y fundamental para el desarrollo humano y económico de los pueblos.

La ciudadanía, suplica aunar fuerzas en una misma dirección por el bien de un fin común. Sentí envidia al leer cómo el líder de la izquierda italiana, Enrico Letta aplaudía las medidas económicas de Giorgia Meloni, primera ministra de Italia. Analizaba los titulares con admiración y tristeza al ver que los dirigentes en España se atacan entre sí repetidamente buscando desgastar al otro hasta caricaturizar la figura del oponente. Sólo (con tilde) hay que ver la negativa hacia ninguna parte de Podemos a reformar la ley de sólo sí es sí pese a que dicha norma supone un agravio al Estado de Derecho.

Ojalá algún día termine la campaña electoral permanente y se pongan a trabajar. 

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