VIDAS LOW COST / OPINIÓN

Cuatro confesiones sobre la ficción en torno a las cifras de asistencia a eventos y espacios culturales

20/10/2017 - 

VALÈNCIA. Les voy a contar un secreto (a voces): las cifras de asistencia a eventos o espacios culturales son falsas. Todas. Es una realidad empírica y nadie se la va a negar, se lo confieso. Si lo hace, le miente doblemente. Hay abajofirmantes más o menos honestos, creativos, atrevidos, temerarios y salvajes. Están los que se cortan un poco y los que no, pero todos lo hacen. Tampoco es un fenómeno exclusivamente valenciano, aunque tengamos nuestros delirios autóctonos [la respuesta se encuentra en el sexto párrafo]. Con desigual cintura, todos surfean la ola comunicativa del Y YO MÁS. En lo privado y en lo público, porque si hay algo que no ha cambiado con los gobiernos del cambio es la insana obsesión por enfocar el éxito de las experiencias a través del arte desde el titular boyante de dígitos. 

El artículo de opinión que aquí leen es un work in progress. Podría haberse publicado hace dos años o dentro de 10 meses y ya tuvo un prólogo este verano. Pero antes de lanzar algunas hipótesis más para analizar el porqué, permítanme que eluda el descrédito habitual con tres ejemplos del ámbito local*, del ámbito provincial** y del ámbito autonómico***. Pido disculpas a los casos de estudio (y pido también el desglose de sus cifras, el método de conteo y la firma de quien se haga responsable de cada uno de los datos), porque tan ciertas son las razones para la desconfianza como lo es que dentro de seis semanas los ejemplos hubieran sido otros. Por desgracia.

En esta redacción ya no sé si nos queda piel editorial para soportar el desgaste de una cruzada solitaria. Nos desfondamos preguntando en todas direcciones a quién le interesan las cifras surgidas de un redondeo vertiginoso y con el único objetivo de contentar mítines o justificar inversiones; en otros aspectos, como el turístico y hostelero, la Administración invierte sin reservas para analizar el tipo de público y no permitirse movimientos estratégicos –en la demanda y en la oferta– injustificados. Pero el ROI en el ámbito cultural no cuenta con tanta fidelidad y provoca monstruos. Nosotros deambulamos desde hace años (2014, 2016, 2017) cuestionando a muchos por qué todo sigue igual; la única respuesta interesante –desde los tiempos de Consuelo Císcar– es que todos admitan que lo que aportan las cifras de mentira es descrédito y pobreza absoluta para el objetivo de alimentar una sociedad moderna; o sea, más justa, más honesta, menos desigual. 

Acogiéndose a esta última idea, la teoría conspirativa resuelve que, a lo mejor, es que no interesa. Porque si alguien ha de ponerle el cascabel al gato, no parece que vaya a ser la Administración. Los réditos electorales que han de llegar pesan y mucho. Más –desde una impresión personalísima– cuando después de tantos años con la gestión de lo común en manos de un mismo grupo, parece como si los actuales gestores tuvieran que demostrar mucho más que la media para reeditar la confianza. Un hecho que me sorprende por un hecho distinto: si me permiten otra confesión fundada, ni en el Ayuntamiento, ni en la Diputación, ni en Les Corts, en materia cultural, en ningún caso a esos tres niveles, los actuales gobiernos tienen oposición. Una anomalía que nos perjudica a todos, pero que ambos bandos dan signos de interpretar como un mal menor. 

Entonces, ¿por qué? Pues quizá sea porque la opinión pública de un mundo dominado por la economía está sometida a las cifras. Los números como lenguaje universal, en plan distopía, pero sin ficción. En lo privado, antes de fin de año hay que revisar la cuenta de resultados y encontrar respuestas cuantitativas de lo invertido alivia las reuniones y reduce los análisis a lo tangible, algo que se contradice profundamente con lo que uno espera sacarle al arte si no es un tratan de de la especulación. Eso en lo económico, pero en lo comunicativo, el delirio del dígito que rebota por las agencias de noticias –háganselo mirar– le hace tener unas Navidades al personal de lo más tranquilas. 

El caso más delirante de cuantos nos rodean puede que sea el de la Diputación de Castellón: en una pirueta de ostentosidad, el organismo reparte 400.000 euros a los cuatro macrofestivales de música de la provincia… ¡a razón de las cifras que estos se inventan! La tercera de las confesiones no es mía, sino de uno de los copropietarios de uno de esos cuatro festivales: me explicó no hace mucho y off the record que hace años que decidió que no se iba a permitir “ser tan tonto de no inflar las cifras como hace el resto”. ¡Pocos asistentes se conceden ante semejante posibilidad! Por cierto, ¿sabían que desde hace meses, supuestamente, la Generalitat debería tener un conteo exacto de asistentes por motivos de seguridad en cada minuto del festival según una normativa que debe haberse extraviado?

El macro da ejemplo y se contagia al festival mediano y de allí al urbano. Del festival urbano, a la sala de conciertos y de allí al resto de disciplinas, entre las que los museos y los certámenes de audiovisuales también van navegando hacia el abismo. Las réplicas se dejan sentir con distinta gravedad en los espacios públicos, en los que hay de todo y este artículo es injusto con un porcentaje más bien ínfimo. Ante el resultado final –un chute de éxito para los abajofirmantes que ven su cifra rebotada en titulares por doquier–, la invitación habitual de los gestores es la de que los pelmazos que nos preocupamos por esto ejerzamos de policía yendo a sus actividades. En muchos casos, decenas de actividades, como salvoconducto y bruma informativa. Quizá a eso otro hayan asistido 2.000 personas, de repente, (y no a esa sala a la que tú has ido donde erais seis).

Permítanme una última confesión a modo de cierre: este no es el canal. Me he convencido y estoy seguro de que otro artículo de opinión sirve para poco más que pasarme una mañana colgado del teléfono escuchando excusas que ya me sé. No me importaría echar la mañana en el acting, pero la cosa no se resuelve así, por lo que no creo que haya que invertir muchos más minutos de esta manera. No tiro la toalla, pero hay que buscar otra fórmula porque ésta me da que sólo sirve para encabronarnos y quedarnos exactamente en el mismo sitio. La solución no la tengo y me preocupa sinceramente que para cuando alguien dé con la tecla (o el canal de YouTube) ya sea demasiado tarde como para que a alguien le importe eso de la cultura después de tanta inversión en el descrédito.

Por alusiones, sobre los mencionados casuísticos y por motivos de actualidad:

*Ya es mala suerte que para las tres únicas catas que poseo de la Sección Oficial de cine de Mostra Viva –la disciplina que más atención centra del festival y dicen que más recursos, 100% dinero público– los Aragó registraran la entrada de… muy pocas personas. Ni las cifraré ni las ilustraré con fotos, porque no creo que esas imágenes aporten más que daño a un evento que la ciudad quiere recuperar y engrandecer. Pero entre esas imágenes y la cifra de 10.000 personas de asistencia, hay un mundo (feliz). La Trobada de Músiques del Mediterràni funcionó muy bien este año, pero en la sala chica del Palau, y las actividades de circo en el río, al aire libre, cuentan con una interesante respuesta de público. Pero la suma no da y voces del festival no lo ponen en duda (se preguntan si es que “se habrán contado todas las personas”). El proyecto merece un análisis más elaborado sin reducir su propuesta a la cifra de asistentes, pero… ¡es que son ellos quienes acaban comunicando cifras como conclusión de éxito! El Ayuntamiento, como coproductor del certamen, se ha comprometido a hacer transparentes sus datos.

**La exposición itinerante de los fondos de la Diputación de Requena –una exhibición genial, con obras de Sorolla, Ribalta, Pinazo, Equipo Crónica… ojalá gire por la provincia durante los próximos años– celebraba sus 4.000 asistentes durante el verano. Una cifra cuestionable. No hay que olvidar que la población en las comarcas próximas es limitada, pero en verano, teniendo en cuenta el gran despliegue en comunicación del asunto, teniendo en cuenta que a estas cosas se le suman las fiestas de inauguración y los pases concertados, el número tampoco parece como para convertirse en titular (con tantos otros motivos para hablar de la riqueza de ese patrimonio común). Ahora prorrogada, suponemos que el inicio de curso –los escolares hacen un papelazo en cuestión de cifras para las propuestas culturales– disparará las visitas. ¿Volverán a titular por el número de asistentes?

***Dada la escasez de recursos en general y la distancia que hay –o debe haber– entre ambos proyectos, esperamos que el Centre del Carme y el IVAM no conviertan sus accesos en una vara de medir(se). El primero es gratuito, da cabida a exposiciones mediante convocatoria, otras de tipo social con sus correspondientes inauguraciones y paso de colectivos y, además, un buen número de eventos [Sona el Deleste, La manada de Intramurs, la instalación de la falla Renaixement, la fiesta Viatge al futur, la cantidad de actividades de València Capital Animal, TEDxCiutatVellaValència, la noche del videoarte, sede de Cinema Jove, DocsValència y La Cabina, sede de la convocatoria privada Premios Mardel, sede para Circuito Bucles, Espai de Telles, ciclo ‘ArteD’, una exposición de la Agència Valenciana de Turisme, sede para Tercera Setmana, Ensems… etcétera]. La noticia de su ascenso ya se materializó este verano, cuando Las Provincias publicó que su público en el primer semestre había sido superior a todo el de 2016. La inquietud por los números a mitad de octubre no parece destacable… si no es por la comparativa citada. De nuevo, lo único inquietante es resumir la actividad de un centro de arte en cifras. En general y en todos los casos, eso es lo único preocupante.