VALÈNCIA. Ocurrió en 1957. Era alcalde Tomás Trénor, segundo Marqués del Turia. La ciudad estaba a punto de sufrir la histórica riada que cambiaría su fisionomía. Fue entonces cuando se decidió poner en marcha las obras de un túnel que uniría las grandes vías de València y permitiría el paso de vehículos. Hasta entonces, para poder pasar de una a la otra, los ciudadanos tenían que salvar las vías del tren a través de una pasarela elevada. O eso, o dar una vuelta enorme.
La obra fue un desastre, digno de tiempos recientes. Tardó cinco años en concluirse, cuando se había previsto que durase uno; el gasto se multiplicó por cuatro. Se produjeron varios accidentes. Dos obreros murieron a causa de un desprendimiento de tierra. Apareció agua. Corrió incluso el bulo de que no se podía hacer. Pero se pudo. Y, en medio de una gran expectación, ya con Rincón de Arellano como alcalde, se inauguró el 18 de julio de 1962.
Desde entonces se convirtió en parte indispensable del paisaje urbano, si bien el paso de los años hizo que lo que fuera un emblema de modernidad se convirtiera en un símbolo de decadencia, la postal perfecta de la marginalidad. Pese a su popularidad y su constante uso, en su más de medio siglo de existencia jamás se realizó obra alguna en él y los años y la contaminación hicieron el resto. Hasta el pasado 30 de octubre.
Una obra, adjudicada con un presupuesto de 279.543 euros y coordinada por la Concejalía de Movilidad Sostenible, está cambiando su aspecto de manera sustancial. Si se cumple el calendario previsto, concluirá a finales de mes. La gran novedad, ya visible, son los ventanales que, a la manera de paneles acústicos, aislarán a los peatones del ruido y la polución del tráfico. Los trabajos incluyen nuevo pavimento, la instalación de un sistema de ventilación y nueva iluminación, con alumbrado de emergencia y señalización. Además, se instalará un falso techo. 55 años después, el túnel de las grandes vías se actualiza.
Foto: KIKE TABERNER
