Es común, supongo, cuando cada generación alcanzan la madurez, juzgar a las que vienen detrás. Culparlas de excesiva vanidad y falta de esfuerzo, estigmatizarlas y hasta reprenderlas: son el futuro, de ellos depende y parece que les dé igual. Supongo que es común, porque lo escuché a la generación de mis abuelos, la de mis padres y supongo que a mí podría pasarme.
A las personas jóvenes se les ha estigmatizado durante esta pandemia, al mismo tiempo que no se les ha prestado atención, ni se ha tenido en cuenta cómo les ha podido afectar, emocional y psicológicamente, esta crisis. Es hipócrita solo ver una cara de la realidad, blanquear ciertas cuestiones y no prestar atención al problema. Leía hace un par de años un titular en la prensa que decía, ‘Los jóvenes se resisten a entrar en el mercado inmobiliario’, cuando es la precariedad laboral y la excesiva temporalidad, la que persiste en el sistema e imposibilita el desarrollo de las personas.
Imagino que, más que resistirse a acceder a la vivienda, la cuestión es más sencilla: la mayor parte de la población juvenil no puede emanciparse. Tampoco creo que pagar un precio de alquiler que ha subido hasta un 50% en el último lustro, tal y como indica el Banco de España, sea la mejor opción. Simplemente es la única a la que pueden acceder y que supone invertir entre un 30% y un 40% de su sueldo. Eso, quienes se emancipan.
Cada generación de jóvenes afronta el contexto social, económico y político que le ha tocado vivir en ese momento, del cual puede ser protagonista e incluso cambiarlo, pero tampoco podemos culpabilizarlos de no hacerlo o no conseguirlo. Porque ningún gobierno ha estado a la altura para garantizar un futuro digno a los nacidos a partir de los años ochenta, generaciones que han experimentado ya dos crisis económicas y no tienen ninguna garantía de poder construir un proyecto de vida digno o tener una hoja de ruta válida para vivir mejor que sus padres.
Hablamos de generaciones a las que se les ha dicho que el único camino del éxito es la carrera universitaria y a la que se ha obligado a complementar su formación con estudios de postgrado porque solo así accederían a un salario mayor y mejores condiciones laborales que las que han disfrutado sus padres y madres, familias que se han esforzado mucho para darles a sus hijos e hijas los estudios que soñaron para ellos y ellas. Al final ha resultado que, en muchas ocasiones, los descendientes no han podido transitar ni la mitad del camino que hicieron sus progenitores. Es un mundo al revés.
Ha sido un fracaso colectivo, decía hace poco el catedrático Joan Romero -con quien tengo el placer de compartir esta tarde mesa en una jornada precisamente sobre la juventud-, que no se haya dado una respuesta desde las políticas públicas para garantizar un futuro digno a las personas jóvenes. Estoy de acuerdo con Romero cuando asevera que las políticas públicas de esta década deberían ser capaces de ofrecer una mayor seguridad a los jóvenes, tanto en el acceso a la vivienda, como para acabar con la temporalidad.
Por eso desde Compromís abordamos hoy todas estas cuestiones para poder ofrecer la respuesta que la juventud necesita, trabajar desde todos los ámbitos y administraciones para garantizarles un futuro mejor.
En el ámbito estatal es necesario aumentar la oferta del mercado con la vivienda social y la creación de un potente parque de vivienda pública. En el marco legislativo valenciano, bajo el paraguas de la Estrategia Valenciana de Juventud, tenemos como objetivo que los y las jóvenes puedan definir y construir su proyecto vital, individual y colectivo en igualdad de condiciones. Y por eso es necesario incorporar estas políticas de juventud como un eje transversal en todas las áreas del Consell, pues las consecuencias sociales y económicas de la pandemia no las puede pagar la gente joven.
Porque se les debe tanto a estas generaciones. A la inseguridad coyuntural que ya afrontan se sumará en breve la crisis post covid. De hecho, ya la padecen en forma de problemas de salud mental tras este año de restricciones y aislamientos y por eso la Xarxa Jove de la Comunitat ha incorporado por primera vez profesionales de Psicología para proteger la salud emocional de las personas jóvenes en este contexto de pandemia.
El Estado tiene una deuda de futuro con ellos y ellas, se la debe. También a quienes emigraron a otros países para poder desarrollar sus carreras profesionales, a quienes decidieron formar familia por encima de todas las cosas y contra todo pronóstico, y a quienes decidieron no tenerla. El futuro de la juventud es nuestra asignatura pendiente.