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el muro / OPINIÓN

Cultura del bulto

La  propuesta para demoler el muro trasero de la Catedral y recuperar su imagen gótica podría haber sido una gran excusa para hablar de conservación y recuperación, nuevas teorías y tendencias. Y, de paso, para recuperar la normalidad  tras lustros de miedo político en el patrimonio. 

27/10/2019 - 

Hace unos meses, la Revista Valencia Plaza publicaba un reportaje que realicé junto a mi compañera Olga Briasco en torno a una serie de problemas que tenía la Catedral de Valencia lo que, por suerte, nos permitió acceder a espacios desconocidos y/o vetados para otros simples mortales y conocer sus problemas de primera mano.

El asunto central era el mismo que llevaba hace apenas unos días a la Generalitat Valenciana a desestimar la idea de demoler el muro que tapa la parte trasera de La Seo bajo el proyecto denominado 'Recuperación de la fachada de los absidiolos y cubierta de la cúpula del relicario'. El fin del mismo era devolver esta zona de la Catedral a su estado gótico original, esto es, la eliminación de la fachada neoclásica construida en el siglo XIX y que oculta las capillas de su ábside y, de paso, aliviar algunos problemas de conservación. 

El objetivo no era ni es demoler por demoler sino actuar sobre una zona de la Catedral en un estado complicado de conservación cuyas goteras están afectando a diversas capillas y recuperar, al mismo tiempo, su estado original, como así muestran planos y dibujos históricos que el tiempo ha ido aportando de la imagen evolutiva de la Catedral.

Sé de los tiras y aflojas que en estos cinco últimos años han existido entre Iglesia y Generalitat en torno a este edificio que es un patrimonio valioso y declarado desde 1931 Monumento Histórico Artístico. Fuimos testigos durante nuestra visita del mal estado de conservación de las vigas de muchas partes del inmueble y de ciertas necesidades urgentes, como la eliminación del arbolado y la zona ajardinada de la calle Micalet cuyas humedades afectan seriamente a la propia estructura de la Catedral. También, del silencio institucional al respecto.  

La Generalitat ha basado su negativa en tres informes firmados por  Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, la Universidad de Valencia y la Universidad Politécnica. Sólo el Consell Valencià de Cultura se manifestaba partidario de la demolición. Qué sospechoso. Pero desconocemos sus respectivos contenidos, algo que sería muy interesante.

Nada que objetar a una y otras partes, aunque algunas instituciones hace tiempo que dejaron de tener para un servidor validez porque, o bien se han convertido en organismos endogámicos a los que se entra por designación particular y en el que cada uno sabe de lo suyo, pero no de todo lo demás, o bien es reducto donde recalan antiguos cargos políticos que igual no saben más que de su oficio particular y muchos no están dotados de auténticas capacidades para ser o formar parte realmente de órganos asesores en materias tan complicadas como la arquitectura o la propia historia de la arquitectura o el mero urbanismo. Me refiero, lógicamente, a la Academia de San Carlos y al Consell Valencià de Cultura. No todos sus miembros, por supuesto.

Ya se sabe que por estas latitudes se tira de consejos asesores cuando una institución superior no se atreve a dar la cara por sí misma por miedo a un debate político que podría poner en un brete a sus propios responsables. Es una forma ya no tan sutil de esconderse tras informes que hoy son válidos, pero no siempre lo son aunque se reclamen.  

 

Abordar el asunto de la Catedral desde el punto de vista laico y patrimonial, sin intoxicaciones, hubiera podido ser un buen motivo para abrir un debate de altura en torno al patrimonio histórico artístico o recuperar credibilidad. Pero existe todavía mucho miedo y bisoñez y pocas ganas de complicarse la vida. Menos, el cargo. Es más, hubiera sido un buen debate fuera de la crispación que otras intervenciones generaron y nos habría permitido conocer nuevas teorías y principios tantos años después.

Admito que durante la década de los noventa y dos mil participé de pequeñas o grandes batallas que hicieron mucho daño en torno a proyectos singulares en los que la voz de los técnicos quedó eclipsada en pro de las voces periodísticas. Son los mismo que hicieron mucho daño a la hora de afrontar la recuperación de nuestro patrimonio y afectaron a casos tan recordados como el Teatro Romano de Sagunto, el traslado de los elementos del patio del Embajador Vich desde su antiguo emplazamiento en el Centre del Carmen a su actual ubicación en el San Pío V -por cierto, cerrado desde 2008- o el desmontaje de la cúpula de Palomino para recuperar los frescos de la cúpula de la misma Catedral, los denominados ángeles músicos renacentistas. Convertir esos debates en batallas periodísticas bajo otros intereses fue un error. Aunque nos divertimos.

Tenemos mucho miedo a los debates sobre patrimonio. Bueno, más bien tenemos miedo a abordar cualquier debate, pero sobre todo terror político a pillarse los dedos, aunque después de advertencias otros elementos se caigan o la preservación patrimonial no sea todo lo deseable ni lo esperado en su globalidad. 

 

Una vez escondidos tras comisiones de supuestos sabios u organismos a los que se utilizan pero no siempre de conclusiones y visiones de altas miras, todo queda avalado sobre el papel. Es una lástima, porque este asunto hubiera dado mucho juego a la ciudad y extremas posibilidades de recuperar memoria e historia. Pero si todo hemos de fiarlo a instituciones como la Academia de San Carlos o el Consell Valencià de Cultura estamos apañados. Son dóciles y desde hace mucho tiempo muy manejables. Y si no revisen la historia de algunos de sus actuales protagonistas y hechos: derribo de Tabacalera, expolio de Convento de Sant Josep, conclusión del caso de Sagunt, grafitis en el Centre del Carme, abandono durante décadas del San Pío V, yacimientos y excavaciones arqueológicas en nuestra propia ciudad con silencios sospechosos, planes de actuación urbanísticas y otros muchos asuntos relacionados con el Patrimonio, en los que actuaron como simples veletas al soplido político de turno. 

Pero tranquilos, la dieta a unos y la subvención a otros, mientras seáis “buenos” o sólo un poco “malotes”, continuará garantizada aunque nuestra sociedad, la sabiduría y el conocimiento no avance, apenas pase del papel mojado y la tranquilidad política de turno no se vea distorsionada. Todo sea por el patrimonio y la paz espiritual.

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