VALENCIA. Spiderman por ser un trepador, la Barbie princesa por su alto poder adquisitivo y lujoso patrimonio, Bob Esponja por su variada y amplia agenda de contactos, y la Sirenita por ser la hija de un pez gordo. Así es como una madre le argumenta a su hija cómo debe elegir a los peluches que se podrán salvar ante una inminente mudanza. Cuando Alicia Puig, laureada guionista y directora de ficción del sector audiovisual valenciano, me envió un correo con el enlace de su recién estrenado corto "ERE, Expediente de Regularización de Enchufes", se me removió el estómago entero.
Con un considerable regusto amargo, solemos aceptar la que nos cae encima. Sin embargo, cuando ocurre en un espacio tiempo cercano a la realidad de uno mismo no es difícil imaginar que el resorte de la empatía y la compasión, adiestrado a anularse ante el creciente bombardeo de sanguinarios titulares, surja más poderoso dispuesto a dar caña.
"El dolor y el de sus compañeros" fue el motivo de Alicia para reflejar mediante la citada proyección su situación. "Afectada por el pasado ERE de RTVV en donde trabajaba desde 1994 tras conseguir dos plazas por oposición, necesitaba una idea para transmitir de una forma cercana y con humor, pero a la vez, demoledora, cómo han jugado con nosotros", asegura. "Fue impactante ver a toda la sala en pie el día del estreno aplaudiendo a rabiar y diciéndome con la mirada, bien Ali bien". "Cuando lo recuerdo aún me saltan las lágrimas", continúa. Una emoción quebrada la de Puig cuando tras anunciarme "su absoluta felicidad por la sentencia" de anulación del ERE de RTVV acatada por parte del TSJCV, la reacción de la alta esfera valenciana para los 1.600 empleados de la casa vuelve a ser degradante.
No es de extrañar por tanto que la respuesta en la red ante tanta incapacidad sea multitudinaria. Con conocimiento de causa Puig no quiso ser menos y alzar su voz de la mejor manera que ella sabe hacerlo: en un rodaje. "El cine es una herramienta muy poderosa capaz de tocar muy adentro", comenta Puig. Le presto de inmediato atención al término "viral". Un adjetivo que nos llena la boca últimamente cuando nos referimos a aquel contenido que es ampliamente difundido por Internet por su impacto humorístico, visual o social.
Pienso en el "ERE" profesional y sentimental de Alicia. Un virus materializado en forma de guión, personajes, sonido e iluminación, entre otros elementos, lanzado a los medios digitales con el fin de contagiar, expandirse cual pandemia online y quedarse lo suficiente para trastocar de manera inesperada nuestra existencia. Lo que a cada uno
le provoque ya depende del perfil del espectador. "Dolor", me vuelve a repetir Puig insistiendo con desazón. Y más dolor el de esa numerosa cifra de trabajadores que nuevamente vuelve pagar la mala praxis de los verdaderos responsables. Efectivamente, la segundas partes siempre nunca fueron mejores, me lamento.
Me topo, entre el variado bombardeo de rabia e irritación en las redes sociales de los últimos días, con "La Sorpresa", otro video viral en la red que capta el momento real de unas madres despidiéndose de sus hijos porque la situación que atraviesa nuestro país les ha obligado a emigrar en busca de un futuro laboral mejor, edulcorado, si cabe aún más, con una música de fondo de esas que ablandarían hasta los lacrimales del temible "Hulk".
Suerte, pienso, que hoy en día los que no tienen cuenta en Facebook, Instagram, Twitter u otras redes sociales están en peligro de extinción. Suerte que cada vez son más los que se abren a las alternativas de la tecnología virtual (y pocos o ninguno quienes se cierran a ella. Aunque sea por una cuestión de libertad de expresión).
Suerte también que seamos muchos los que conocemos el uso de ciertas opciones como "publicar", "compartir" o "destacar", aquel material que nos sacude la conciencia. Me doy cuenta del valor de la era tecnológica, y aunque recuerdo con nostalgia los pasillos del videoclub, asumo con gratitud la oferta descomunal de la revolución digital en estos días de duelo. Por eso cuando prestigiosas figuras del cine como Alicia, y las que no lo son tanto, se lanzan a las plataformas de la instantaneidad y los dispositivos de la emisión sin restricción, ni manipulación me pregunto ¿Cómo coño con tanto material valiente, circulante y visionado en bucle, la inmoralidad y la indecencia vuelve a producirse?
Una vez colgado el corto en mi muro de Facebook, me propuse al fin despejar unos cajones rebosantes de ropa vieja y donar la que estuviera en mejor estado a la parroquia de mi barrio. Manos a la obra me detuve. Curiosamente no quise, no pude hacerlo.