Cultura y Sociedad

el gastrónomo impertinente

Ca Sento cierra:
Un desenlace previsible

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"Cuando uno es incapaz de adaptarse al mercado y se cree que es rey del mambo en lugar de un buen cocinero, no tiene sitio en este mundo traidor..."

VALENCIA. Estaba escrito desde hace meses -estuvo una noche hace poco y había sólo dos mesas- pero leo la confirmación en la prensa. Cuando uno es incapaz de adaptarse al mercado y se cree que es rey del mambo en lugar de un buen cocinero, no tiene sitio en este mundo traidor.

Es lo que le ha pasado a Raul Aleixandre, ese que me llenó de insultos en Valenciaplaza.com (aunque el director no los quiso publicar en contra de mi criterio y tampoco me parece que ha publicado los que me acaba de dedicar Juan Ferrer, de Enópata, y los de un cobarde anónimo defensor de Dacosta que se cree un Beria en 2011).

Todo, en el caso de Aleixandre, porque le dije que era demasiado caro para los tiempos que corren y que había sido de los primeros en subirse a la parra. En esa última visita, éramos dos y pregunté por una mesa de cuatro contigua sólo par saber si estaba reservada y tendríamos compañia, y la seca respuesta fue "No, esa no puede ser. La tengo montada para cuatro". ¿La cuenta? Cuatro tonterías: 150 euros.

Ahora, con el cierre, toda la inversión realizada, toda la reputación alcanzada (por su padre), al garete. ¿Inevitable? Ni mucho menos. Claro que si este mal aconsejado cocinero -rodeado de maleducados- cree que el modelo es Trenc-a-dish (obligatorio dejar móvil aunque no se tenga a la hora de reservar -"es la política de la empresa"- y con turnos de entrada como si fuera un cuartel) va listo. En fin, nos toca aguantar marea. Es la consecuencia de tener más personajes que se creen genios ("referentes culturales", se llaman los muy pedantes), por metro cuadrado que en cualquier otro lugar del mundo, cuando son sólo profesionales buenos.

Por eso van cerrando uno tras otro, incapaces de entender el cambio que se ha producido en España desde la burbuja al infierno en que algunos nos han metido. Y los que quedan por cerrar, que todavía hay algunos que se creen que comer en su restaurante es un privilegio, en lugar de pensar en que son privilegiados porque vamos a comer a su restaurante.

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