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Crónica escrita del más que odiado éxito de Mecano

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El libro 'Mecano 82' desarrolla la carrera y ayuda a entender el éxito del grupo de pop más importante de la historia de España

MADRID. Ser el grupo de pop español más importante, o con mayor repercusión, o con mayores ventas, como ustedes se sientan más cómodos, de toda la historia no iba a ser fácil. No es España un país muy atento a los méritos ajenos. Mecano no gustó a los periodistas especializados de su tiempo. Tampoco a los músicos de su generación. Los heavies te podían hacer una brecha de siete puntos con un bate de béisbol si les decías que te gustaba este grupo. Incluso desde otros postulados menos radicales, pero más sofisticados, a Ana Torroja y los hermanos Cano se les consideraba un producto para niños. Eran lo peor, pues vale, y sin embargo, vendían como churros. Los que más y desde el primer día al último.

A buscar una explicación coherente a todo este fenómeno ha dedicado Lengua de Trapo la tercera entrega de su colección ‘Cara B' sobre música popular. La autora es Grace Morales, escritora conocida por haber firmado artículos antológicos durante muchos años en su fanzine Mondo Brutto. Ella misma confiesa que en su día rechazaba a Mecano, pero que ahora ponderando hechos y emociones, los mira con otros ojos. U orejas.

Según explica, el grupo no gustó a sus coetáneos de la dichosa Movida Madrileña porque se saltó todos los pasos de rigor para llegar a algo. No fueron detrás de los locutores de radio de éxito, no se patearon todo el circuito del momento actuando y encima se enfundaron una estética de ‘nuevos románticos' más por casualidad que por convencimiento.

La primera aparición de Mecano, de hecho, fue en Gente Joven, en un concurso para grupos de "música ligera", donde explotaban la vertiente de cantautor de José María Cano. Con poco más se presentaron en una discográfica y, tras sugerirles ‘sutiles' cambios, -que la corista pasase a ser solista y que interpretaran las canciones compuestas por el hermano pequeño, Nacho- el producto ya estaba definido. Ahora había que pensar unas pintas, que en aquella época era algo muy, muy serio.

Por eso, que el grupo tuviera una dirección artística y llegase al mercado de la manita de la industria fue lo que le hizo ser tan rechazado entre los jerifaltes de la Movida. Viene a decir, más o menos, Grace Morales que en aquella época no ser auténtico era más condenable que la pederastia. La imagen que un joven o adolescente pudiera mostrar a principios de los ochenta era más importante que cualquier otra cosa que pudiera decir o hacer. En los círculos enrollados, se entiende.

No obstante, subraya que, aunque a Mecano se le haya considerado el grupo pijo por excelencia del país, no lo era más que los miembros de los Pegamoides y otros de grupos del momento con más o menos suerte, como Oviformia SCI. Morales explica que la Movida fue una cosa que surgió de no más de ciento y pico personas, muchos de ellos con buena formación en colegios caros, que querían divertirse en un mundo de factura propia, al margen de lo que les rodeaba en aquel momento. Ana Torroja era sobrina de Eduardo Fungairiño. El compañero de Alaska, Nacho Canut, hijo del dentista de Zarzuela. Carlos Berlanga de Luis García Berlanga. También había por ahí hijos de ministros, etcétera, etcétera.

En 1981 Madrid era un lugar gris. La crisis económica había llenado la ciudad de conflictos, había barrios sin agua, marginados, vida provincial y la agenda cultural heredada del franquismo no era deslumbrante precisamente. Pero a quienes se embarcaron en La Movida sólo les preocupaba este último aspecto. Sentían que vivían en un país cutre, no como su añorado Londres donde todos los días pasaban cosas, sobre todo después de 1977 con el estallido del punk. Crearon su propio espacio, entre Sodoma y Babilonia, y tomaron ese rasgo genuino de la posmodernidad de eludir cualquier tipo de compromiso o interés por la política.

Todos los grupos que habían sobrevivido la travesía del desierto de los años 70 estaban cortados por ese patrón. Los cantautores comprometidos ya no se distinguían del mojigato tiempo al que pertenecían. A España llegó la democracia en plena posmodernidad, justo en el momento en el que lo más glamoroso era rechazar la política. Luego nos hacemos cruces y nos preguntamos cómo ha podido degradarse tanto el régimen, y resulta que nació póstumo.

En este contexto, el primer single de MecanoHoy no me puedo levantar' hablaba de la resaca del champán tras un fin de semana de fiesta. Grace Morales comenta, para comparar, que el rubio Los Pecos, el grupo de éxito masivo anterior, antes de triunfar trabajaba desde los 14 años para ayudar a su madre, una joven viuda, y el otro, el moreno, estudiaba FP en electrónica becado. Eran mundos con referentes, prioridades y sentimientos muy distintos.

La siguiente canción fue ‘Perdido en mi habitación' sobre un adolescente aburrido que busca pastillas en los cajones de casa. En México fue vetada. Aquí, dice la autora que estábamos tan aperturistas que nadie repasó en lo escandaloso de la letra. Pero todo encajaba en el espíritu que quería forjar la Transición, en sus palabras: "se reveló como el proceso de desprogramación ideal. Más diversión, más juventud. Menos discurso, más riqueza".

Entonces, mientras que el público que no optaba por el desmelene y el hedonismo de La Movida cambiaba el rock urbano de Leño y compañía por Obús y otras cafradas, quien mejor recibió la aparición de Mecano fue en los sectores conservadores y reaccionarios. En el diario Pueblo o la propia Alianza Popular se elogiaba su pulcritud y se les calificó de ejemplo de "la nueva derecha". Una etiqueta que a quien menos gustó fue a Mecano, que por aquel entonces tenían una canción, recuerda Morales, ‘No pintamos nada', completamente 15M: "Probablemente, en estos días de indignación y altivez heroica desde dispositivos móviles y consolas, seguiría habiendo un amplio porcentaje de gente que suscribiría la letra: "no pintamos nada, no opinamos nada, todo lo deciden y sin preguntarnos nada'".

Pero los padres le compraban discos de Mecano a sus hijos. Las familias de orden no veían en el grupo ningún elemento perturbador. Hasta el punto de enfatizar los medios que las infantas vibraban en sus conciertos, o que el Príncipe Felipe era un declarado fan de ellos y no de los Rolling Stones, a los que calificó de "carrozas". Si bien es cierto que Felipe de Borbón lo que dijo en el ABC en 1983 fue; "Mecano está bien. Lo he oído poco. Sólo tengo una cinta. De Pink Floyd conozco más, tengo dos discos". Incluso el día que recibió en palacio diez años después al insigne combo jotero Héroes del Silencio, dejó caer que le gustaban Dire Straits y Led Zeppelin. Aunque en 1993, cuando dijo esto último, en Pachá se veían muchas chupas de cuero. Modas que vienen y van.

El caso es que sí. Fueron el grupo de "la jet set y la mayoría de nuestros gestores" en la época en que "se formaban para tales puestos o simplemente esperaban para ser nombrados", se mofa la autora. Lo que no quita que con su éxito no sólo fueran el mayor superventas, sino que compusieron otros para muchos artistas de su época, o las canciones más famosas de La Bola de Cristal, el programa para niños ensalzado hasta la saciedad por espectadores que si lo entendían era porque tenían 34 años. Un modelo de coche llevó su nombre, el Renault Clio Mecano. Qué más se puede decir.

El libro redescubre todo el fenómeno de forma desapasionada. El genio excéntrico y megalómano de Nacho Cano, que como buen fan de Genesis y todo el rock sinfónico voló un día sobre su público con un par de alas. La personalidad a verlas venir de Ana Torroja, que cantaba en primera persona del género masculino porque las canciones las componían los otros y no las iban a cambiar. Y la frustración de José María Cano al que su hermano pequeño le comía el terreno. Todo ello bajo las envidias de los autoproclamados artistas verdaderos, las descalificaciones gratuitas de los españoles, que tachaban el personaje de la cantante de lesbiana por su androginia y un país que quería modernizarse y en el que la música dejó de ser "un fin en si mismo" para consumirse al "hacer deporte, limpiar la casa, cenar con los amigos o conducir". Es una lectura para chuparse los dedos porque habla de mucho más que Mecano.

Además, indirectamente, al final, deja un mensajito desde aquí, desde el futuro, de cómo hemos cambiado. Es también para pensarlo, dice la autora: "Los sucesores directos de Mecano podrían ser La Oreja de Van Goch, pero la mojigatería de estos últimos convierte a los mismísimos Mecano en un grupo de rock satánico".

FICHA DEL LIBRO
'Mecano 82'

Grace Morales
16,50 euros
Lengua de trapo
260 páginas

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