Eva Sanjuán y Ana Beltrán, desde su plaza en el centro de Valencia, irrumpen con un plan para recuperar el latido de las antiguas construcciones señoriales
VALENCIA. Quienes suelen tratar a diario con los turistas que llegan a Valencia repiten que este destino resulta imprevisible para los nuevos llegados. Aquello que se les promete —Ciudad de las Artes y las Ciencias, playa...— les atrae, pero la mayor de las sorpresas viene con el contacto epidérmico con la Valencia antigua. El casco viejo, relegado a secundario, es el que acaba revelándose como una seducción mediterránea.
Eva Sanjuán y Ana Beltrán me enseñan un plano de los barrios históricos de la ciudad, conformado como un puzzle cuyas piezas reflejan la distinta personalidad de cada zona. Les sirve de brújula para adivinar cómo deben tratar cada incursión dependiendo de su contexto. Ana y Eva, algunos días, penetran entre una dimensión desconocida, se deslizan por las entrañas de edificios cumbre del pasado cuyo corazón ha dejado de latir. Dice Ana que los edificios les hablan y ya es cosa de ellas interpretar las palabras. No son poltergeist, tan solo la sensibilidad por un patrimonio épico tapiado, silenciado.
Suelen entrar linternas en mano, blandiendo planos, en compañía de los propietarios, de posibles inversores o en soledad. Atraviesan las distintas dependencias. Fantasean usos para edificios, abriéndose camino entre joyas arquitectónicas, casonas y palacetes caídos en el abandono porque a sus propietarios se les ha atascado el patrimonio.
Tenemos un problema: por esta antigua Valencia de la Seu, la Xerea o el Carme hay exceso de edificios memorables que están atrofiados, degradándose, en desuso. "Estamos viendo -dice Ana Beltrán- como en un año de abandono se pierden por completo. El problema es que si seguimos así será más caro rehabilitar que reconstruir... y entonces los derribarán y perderemos grandes patrimonios".
Alguno de los inversores con los que recorren edificios señeros se echan las manos a la cabeza al ver lo que ocurre en los alrededores de la Plaza del Ángel, donde la mortandad de construcciones emblemáticas —asociadas a la muralla— impide que la vida social fluya entre plazas proclives a ello.
UNA DECADENCIA CONTAGIOSA
Ése es el problema. Una decadencia contagiosa. Ellas dos, las dos mujeres obsesionadas en rescatar valores perdidos, tienen una solución. Y ya han comenzado a aplicarla desde hace cerca de cinco años en su prototipo: el edificio de Correoviejo, en la plaza homónima. Un espacio de portones inmensos, abrazado a la iglesia de San Nicolás. "Los lunes escuchamos el organillo y huele a incienso". Palacetes que chiflan, normalmente inaccesibles y apagados, que en este caso, por arte y gracia de la imaginación de dos arquitectas, se ha convertido en un animador del entorno, en un fuerte desde el que practicar la experimentación urbana.
En una mañana laborable de julio llegar hasta Estudio Correoviejo -así se llama el invento- depara una primera frontera: la del sonido. De repente, al abandonar las calles tumultuosas cercanas al Mercat Central y traspasar ciertos lindes, el silencio se hace incontestable. Nada parece existir. Pero aquí la construcción imponente del siglo XIX. Cuando Eva y Ana llegaron se propusieron sortear la amenaza del típico edificio en peligro y convertirlo en una fuente de posibilidades.
La propuesta pasó por retorcer los usos hasta combinarlos. Los propietarios podrían seguir viviendo en sus pagos, manteniendo su herencia, haciéndola viable. Ocupan una de las plantas. Otra de ellas está dedicada a oficinas, donde conviven profesionales de distintas disciplinas. ¿Y qué demonios hacer con las vastas zonas comunes, normalmente un handicap porque los inversores las entienden como un espacio que no pueden utilizar para viviendas? Aprovecharlas para atraer eventos y agitar culturalmente la plaza, para ganar visibilidad y contribuir al entorno. Esto es el modelo Correoviejo, caso de éxito en el último lustro valenciano. Cómo convertir un problema en una solución. Un experimento acertado para sostener edificios que de otra manera se echarían a perder.
El zaguán de Estudio Correoviejo se abre con frecuencia para recibir saraos, habitualmente relacionados con el diseño. Es una visita ineludible en la anual Valencia Disseny Week. La cochera, donde hasta hace poco se guardaba un automóvil, ha pasado a ser el área para compartir en la que se realizan cursos, sirve de sala de cine o para exposiciones. En uno de los últimos eventos, la propietaria, copa en mano, les preguntó a Eva y Ana: "Bueno, ¿y qué vamos a hacer la próxima vez?".
La solución para un problema. Si el mercado de Tapinería se propuso dinamizar una plaza muerta para hacer atractivas sus viviendas, en Correoviejo se ha hecho económicamente sostenible un edificio histórico conservando sus rasgos y potenciándolos, manteniendo el legado y la presencia de los propietarios, vinculando oficinas a viviendas y a posibles espacio comerciales, juntando áreas estables con inestables. La Valencia que rescata su memoria no para museificarla sino para agitarla y recuperar allí la vida
"Abramos los portones de los edificios históricos", reivindican. "Ayudaría a lucir nuestro patrimonio, atraería turismo y a posibles compradores para esos edificios". Un ejemplo: Milán. Junto a las sábanas de la colada, colgando de los balcones, "los grandes portones se abren para eventos, las empresas los emplean para exponer parte de sus productos".
El prototipo Correoviejo está en fase de exportación. Los candidatos sobre los que aplicar el modelo, abundan. "Queremos inyectarles sangre para que vuelvan a latir". La inversión privada, la iniciativa pública y las ayudas europeas deberán ser el canal que permita resucitar tantos casos perdidos.
¿Qué edificios rescataríais?, les pregunto a ellas dos.
1. Plaza del Ángel, 1: "Lo hemos estudiado, podríamos hacer como en Correoviejo. Está pegado a la muralla, abandonado. Hay tres plazas conectadas y tenemos claro que si se rehabilitara este edificio junto a alguno cercano recuperarían mucha vida", "tiene volumen suficiente para combinar oficinas, viviendas, cafetería y espacio para turismo. Es importante que los usos se contagien y no dar lugar a monocultivos. Hay inversores que nos dicen: ¿y si dedicáramos todo el espacio para turistas? No se trata de eso".
2. El convento de San José y Santa Teresa en la calle Salvador Giner: "Está en buen estado. Un convento barroco y desacralizado, en venta, con una iglesia maravillosa. Nos dejaron la llave y descubrimos un lugar increíble, conectado a todo un bosque donde sólo se escuchan pájaros. Para los propietarios sería inteligente darle un uso mientras lo venden, por poco precio lo haría más atractivo ante posibles compradores y contribuiría a darle un valor extra a la zona".
3. Casa Vella, Plaza del Carmen: "Donde estaba el histórico pub. Lleva cerrado muchos años, tapiado, pero esconde en sus zonas superiores unos espacios que sobrecogen. Un gran valor artístico. Un salón con frescos y un arco protegido. Si sus propietarios lo abrieran los compradores lo verían de otro modo. A este paso, se va a perder".
4. Edificio Correoviejo, 1: "Es nuestro sueño. Está cerrado y el zaguán ha sido usado como parking. La herencia genera conflicto, no lo quieren vender pero al mismo tiempo no lo aprovechan. Pedimos que escuchen nuestra propuesta, podríamos hacer como en Estudio Correoviejo".
Portones abiertos. Soluciones a problemas.
Operación rescate para el centro histórico.