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Evangelina García: "El cuerpo femenino se ha convertido en un gran negocio

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VALENCIA. "El fin de la discriminación femenina está lejos. Aún nos queda un siglo más de lucha para poder cambiar el ADN del sistema y paradigma patriarcal", resalta Evangelina García (La Guaira, 1934), ex ministra de Venezuela para la Promoción de la Mujer y un referente del feminismo como consejera de la ONU en materia de mujer. Su vida es ir de acá para allá explicando lo complicado que es aplicar políticas de igualdad en cuestiones tan simples como, por ejemplo cobrar lo mismo que otra persona por realizar el mismo trabajo. Estas y otras muchas cuestiones las explicó en Valencia durante el pasado Congreso de las Mujeres.


-¿La evolución de la mujer sigue siendo papel mojado?

-Pues sí. He participado en cuatro conferencias mundiales y todas ellas han sido sólo una acumulación de promesas incumplidas.

-¿Qué hay detrás de tantas promesas incumplidas?
-Eso nos gustaría saber y más porque seguimos en el mismo punto que en 1975, cuando empezó la agenda histórica de reivindicaciones de la mujer. A esto se suma que nunca se aborda la situación real, ni se hacen estudios profundos, sólo sugerencias generales, por lo que no sabemos dónde estamos.

-¿Por qué necesita la mujer a los organismos públicos?
-Porque los problemas son comunes a todas independientemente del país de procedencia. Por ejemplo: las desigualdades en el empleo o el freno que se le pone a la mujer para entrar en espacios de toma de decisión se repiten monotemáticamente en todos los países. Los estudios que manejamos vinculan esta discriminación a la cultura patriarcal.

-¿En tiempos de crisis hay que cambiar de líderes?
-No estaría mal. Y por ejemplo las mujeres son más eficientes como líderes por su capacidad de dar, de ceder y de tolerar la diferencia. Si eso no se establece como patrón en las relaciones humanas, el peligro como especie se acrecienta. La meta no es sólo que las mujeres alcancen el poder, sino que desde allí lo ejerzan de una forma "femenina". Si actúan como hombres serán más controladoras, exigentes y dominadoras que algunos hombres.

-¿Entonces se repite el rol?
-A menos que la mujer tenga fortaleza se masculinizará. A la mujer le cuesta más esfuerzo validar su forma de pensar.

-¿Dicen que las mujeres prefieren la familia a la empresa?
-No siempre es así. La mujer está alcanzando elevados niveles de educación, sin embargo siguen sin entrar en los espacios de decisión porque el sistema de poder está afianzado en la creencia de la superioridad masculina y de su disposición para ejercer mejor el poder que las mujeres. Y esto se enseña en la historia: el poder es dominación y además masculino.

-En España nos hemos quedado sin Ministerio de Igualdad, ¿era necesario?
-No me gusta entrar en lo que no conozco, pero creo que es un retroceso en materia de igualdad y mucha gente deplora esta decisión.

-¿Hasta qué punto la mujer colabora en la cultura machista?
-Las mujeres somos mujeres patriarcales porque hemos sido socializadas en el patriarcado y para ser un complemento al servicio de los hombres. Cuando pregunto qué es lo que además de tu sexo te convierte en mujer, nadie responde. Todo es subconsciente y las raíces son muy arcaicas. Es el subconsciente el que hace que un hombre llegue a casa y se siente a la cabecera de una mesa o una mujer se sirva la última cuando reparte la comida o que todo el dinero que gana se lo de a su familia sin pensar en ella. Es un mecanismo automático.

-¿Por qué los hombres no se involucran en esta cruzada?
-Porque no la ven, aunque si ven otras luchas, como la sindical, laboral... En el caso de las mujeres la lucha es contra una cultura fabricada por ellos. Una cultura que opina que las mujeres son seres inferiores. Por lo tanto ¿para qué luchar? ¡Que sigan jugando! piensan.

-¿Entonces los malos tratos asoman por no querer ser inferior?
-Exactamente. Esta cultura patriarcal tiene más de 7.000 años, estamos ante un sistema de dominio instalado en el inconsciente, por lo que es culpa de todos y de nadie.

-¿Tiene fin?
-No, porque cuanto más nos ataquen, más convencidas estaremos de que lo estamos haciendo bien y lograremos abrir un boquete en el patrón.

-¿Para qué sirven las políticas de igualdad?
-Para transformar las actitudes que nos definen como hombres y mujeres. Hay que cambiar los patrones de dominación y subordinación que se ven sobre todo en las relaciones íntimas. Todo lo demás es tirar el dinero.

-¿Por qué las mujeres que llegan a la cima no presionan para cambiar esta situación?
-Porque no sabemos. No sirve de nada cambiar las leyes si no cambiamos el sistema cultural. La desigualdad económica existe, pero la mujer no se manifiesta. No sabemos desarrollar círculos de influencia.

-¿A quién interesa la competitividad femenina?
-Al hombre. Como la mujer es el elemento subordinado en el sistema compite con otras para lograr el beneplácito del jefe. También las oportunidades son menores y hay que competir más por menos. Y porque en la subordinación no crecen las virtudes. Los avances de las mujeres han llegado cuando, hemos sido capaces de unirnos asertivamente para conseguir un objetivo.

-¿Acomodarse al sistema tiene premio?
-No, pero es verdad que convertirse en autoridad referencial es costoso y no siempre se consigue. Tienes que tener un compromiso con el objetivo, pero no con un discurso banal, sino demostrando con hechos y sin conflicto que tenemos la razón. En el fondo es todo una cuestión de supervivencia. Algunas de las que llegan al poder y saben lo que significa un cambio de paradigma van dejando huella. Lamentablemente la mayoría clona estilos masculinos de poder y repiten errores.

-¿Hasta qué punto la mujer en todo el mundo vive obsesionada con la imagen de su cuerpo?
-De las muchas cosas que el patriarcado nos ha expropiado es la del cuerpo y la sexualidad. De ahí que todo el mercado vaya dirigido a explotar el cuerpo femenino no para nuestra satisfacción sino para la del otro. Y este es un paradigma inconsciente. Las mujeres no sabemos comunicarnos con nuestro cuerpo y cuando lo miramos ante un espejo no lo vemos para nosotras sino para complacerlos a ellos, de ahí nuestras obsesiones por cambiarlo para que resulte más atractivo a los hombres. El cuerpo femenino se ha convertido en un gran negocio.

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