
El corresponsal de La Vanguardia en Alemania traza un retrato crítico y pesimista sobre la deriva neoliberal e imperialista de ‘la locomotora de Europa'
MADRID. El paraíso del proletariado. Eso es España en estos momentos con sus índices de paro, su Gobierno de la reforma laboral, los recortes en Sanidad y Educación y todo lo que Usted quiera. Esa es la conclusión a la que llega uno tras leer el último trabajo de Rafael Poch, Ángel Ferrero y Carmela Negrete. Los ajustes del gobierno de Schröder, la Agenda 2010 y los famosos minijobs han configurado en Alemania un escenario de infierno neoliberal que ay de nosotros cuando lo implantemos definitivamente, como a todas luces sucederá.
El último capítulo de este libro, ‘La quinta Alemania', igual debería ser el primero. Para entrar en materia, básicamente. Se trata de una descripción de las condiciones del trabajo en Alemania. Lo que se presenta no es un estudio, es un reportaje que
quiere mostrar tan solo "realidades muy frecuentes" en el mercado laboral alemán, pero que resulta estremecedor. Tanto para los españoles o resto de extranjeros que van a buscar trabajo a este país como para los propios alemanes.
El fraude de ley está a la orden del día y la ley no es que sea para tirar cohetes. Los trabajos sin contrato, como becarios o trabajos temporales son, tal y como pinta, las opciones más habituales. Lo cierto es que quien más quien menos conoce a alguien que no le va del todo mal en Alemania, pero el panorama que describe Carmela Negrete, autora de esta tercera parte ‘Pobres con trabajo, experiencias en la precariedad', como decimos, es desolador.
‘La locomotora de Europa' lo es también en prácticas no remuneradas, el viejo truco de los falsos autónomos y las plantillas formadas casi íntegramente por becarios. La locomotora es en realidad toda una maquinaria de desigualdad.
Desigualdad que empieza a notarse, además, en que los negocios más rentables del país son las cadenas de supermercados de ofertas, como Lidl, y las empresas de trabajo temporal. La situación es tan grave, sostienen los autores, que la propia Angela Merkel se ha visto forzada a introducir medidas propias de un gobierno socialdemócrata, eliminación de copagos y diversas ayudas, no sólo para ganar elecciones sino para evitar tragedias dignas de los huerfanitos de Dickens.
Pero empecemos por el primer capítulo. El encargado de relatar cómo se ha llegado a esta situación que, a largo plazo, sólo tiene visos de perpetuarse si nada lo impide, es Rafael Poch. El corresponsal internacional de La Vanguardia dio en este país, en los años de la República Democrática Alemana, sus primeros pasos en el periodismo.
Después marchó a Moscú, donde fue testigo de la Perestroika, el hundimiento del socialismo real, la catástrofe de Yeltsin y la regeneración de Putin -sobre toda esta época en la URSS y Rusia escribió el imprescindible ‘La gran transición'-. Y más adelante fue a Pekín, desde donde publicó ‘La actualidad de China', un trabajo cuyo mayor interés residía, entre otros encantos, en la ausencia de tópicos a los que estamos acostumbrados cuando se habla de dictaduras.
Ahora
Poch está de vuelta en Alemania y, desde la perspectiva que le da haber vivido en carnes las convulsiones políticas de la RFA y la RDA, ha escrito un ensayo demoledor que pinta un futuro negro de Europa, las relaciones internacionales en general y, por supuesto, Alemania. Un país que, según el autor, a excepción del medio siglo de posguerra tras la contienda mundial, ha sido siempre la punta de lanza de la reacción. Y desde la unificación, está volviendo a protagonizar este papel de forma progresiva y natural.
Todo el tocomocho, según las versiones más críticas, que pudo suponer para España la integración en el euro, perder la política monetaria en un país parcialmente desindustrializado en la década de los 80, ya se lo aplicaron los alemanes a sí mismos con la reunificación. Cuenta Poch que unificando el marco alemán, Kohl logró ganar las elecciones que le permitió imponer un programa de privatizaciones en la RDA que supuso, con las nuevas condiciones monetarias, que la región perdiera además la industria que no pudo competir.
De esta manera, literalmente, el territorio que comprendía la RDA fue devorado y devastado por el Oeste. La salida que le quedó a los alemanes orientales fue la emigración o el paro de larga duración. Pero todo de forma soberana. Las alternativas que planteaban los disidentes del régimen comunista, los que se partían la cara con la Stasi, fueron barridas con la promesa de "paisajes floridos". Salvando las distancias, no se puede decir que la historia no se parezca, a gran escala, a lo que sufre el sur de Europa actualmente con su Maastricht y su euro.
La broma de mal gusto es que, pocos años después, llegaron los ajustes también para el resto de los alemanes. Los llevaron a cabo Schröeder, actual presidente de una compañía eléctrica, y su ministro de Economía y Trabajo, Wolfrang Clement, actualmente presidente del think tank de Adecco, la mayor empresa de trabajo temporal del mundo. Dos socialdemócratas pata negra.
Sus reformas estructurales se pudieron realizar agitando el monigote del desempleo. El propio canciller presumió en el foro de Davos de su ajuste: "Hemos liberalizado nuestro mercado de trabajo y puesto en marcha uno de los mejores sectores de salarios bajos que hay en Europa".
El quid de la cuestión es un dato que aporta Poch, el más relevante de toda la obra: después de este ejercicio de dumping salarial, en Alemania no se ha creado realmente empleo, se sigue trabajando, de forma global, las mismas horas. Eso sí, no en las mismas condiciones.
Por otro lado, siguiendo la lógica del capitalismo desaforado, años después, el estado alemán también se hizo cargo de las pérdidas de sus propios bancos. Además, lo hizo, en los ejemplos que cita Poch, de una forma opaca hasta límites escandalosos. La misma socialización de pérdidas que se nos ha impuesto a nosotros, la sufrieron ellos.
"Cuando se pidió la lista de los sectores atrapados en el pufo del HRF, el Ministerio de Economía y el sector bancario respondieron diciendo: eso es secreto corporativo. Ni siquiera los diputados tuvieron acceso a aquel secreto (...) se ha conocido parte del secreto: 40.000 millones del rescate de 100.000 millones del HRE fueron para inversores extranjeros. Diversos bancos alemanes como Deutsche Bank, Bayerische Ladesbank, Unicredit y otros recibieron 2.000 millones cada uno. La explicación era: el rescate es un asunto de fuerza mayor, y por eso mismo sus detalles son secretos. Los alemanes se comieron ese sapo, que los disciplinados medios de comunicación no cuestionaron".
Por otra parte, sobre la RFA, Poch cuenta pormenorizadamente cómo fue ‘desnazificada' de forma muy relativa. Sus servicios secretos obraron con la misma agresividad que los de la Stasi, pero con guante blanco, es decir, con mejor tecnología. Y su ejército fue resucitado con oficiales de la Wehrmacht que habían participado en las campañas más criminales de la II Guerra Mundial en puestos de responsabilidad. De hecho, poco faltó para que volviera a llamarse Wehrmacht, como le hubiera gustado a los alemanes occidentales según una encuesta de la época que se trae a colación. Finalmente, se quedó con Bunsdewehr y fue fundado, en palabras de Poch, por -ni más ni menos- criminales de guerra.
"Su propio organizador, Graf von Schwerin, fue general de las tropas acorazadas de la Wehrmacht, bajo cuyo mando las tropas alemanas asesinaron en la campaña del Somme a cien soldados africanos de la compañía Tiralleurs Sénégalais del ejército francés después de que estos se rindieran y entregaran sus armas (...) participó en la campaña de exterminio de la Wehrmacht en el frente oriental, en el cerco de Leningrado y la batall
a de Stalingrado.
(...) Heinz Trettner, desde 1956 general del Bundeswehr fue comandante de un escuadrón de la Legión Cóndor, conocida por sus infames crímenes de guerra en la guerra civil española. En 1940 planificó el ataque militar a Holanda y ordenó el bombardeo de Rotterdam. En Italia ganó la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro por participar, entre otras cosas, en el asesinato de civiles como represalia contra los partisanos.
(...) Hans Speidel recibió las cuatro estrellas de general en el Bunderswehr. Como comandante en la Francia ocupada fue responsable de la deportación de miles de judíos a los campos de exterminio.
(...) los 14.900 oficiales que pertenecían en 1959 al Bundeswehr, 12.360 ya tenían el mismo rango en tiempos del nazismo"
El resultado es que el Ejército alemán ya está de vuelta en diversas misiones por el mundo todas ellas en el marco de la lucha por los recursos naturales disfrazadas de guerras humanitarias. Lo que llaman imperalismo, a grandes rasgos. Así, se ha sumado a campañas de dudosa eficacia y finalidad, como Afganistán, y en los Balcanes han mantenido la línea de política exterior de las anteriores alemanias, colaborando en la desintegración de Yugoslavia y la reducción de Serbia a la mínima expresión con pretextos, como el desencadenante de la Guerra de Kosovo, muy dudosos (la supuesta matanza de civiles en Rakac).
No en vano, las condiciones de Rambouillet que se querían imponer a Milosevic, según Poch, eran exactas a las que se pretendieron im
poner a su vez a Serbia antes del inicio de la I Guerra Mundial (que la policía austrohúngara, luego fue la OTAN, pudiera patrullar y actuar sin control en su territorio).
Los cómplices necesarios de todo este proceso son los protagonistas de la segunda parte del libro. Redactada por Ángel Ferrero, cuenta lo que no es ningún secreto, el travestismo de la socialdemocracia y su retroceso en casi todos los países europeos. Sin embargo, quienes peor parados salen son Los Verdes. Este partido, otrora prácticamente antisistema, ha terminado convertido en una organización elitista, acomodada en el capitalismo según sus últimos fundamentos, que promueve reformas que sólo atañen al interés y forma de vida de una minoría bien situada.
En definitiva, se podrá estar de acuerdo o no con la crítica democrática y de izquierda que da Rafael Poch de la política y la sociedad alemana, pero a nadie le va a hacer daño la lectura de este trabajo, ni ninguno de los anteriores del autor, cuyas tesis se sostienen con hechos documentados. Como tiene que ser el periodismo. 
FICHA
Título: 'La quinta Alemania'
Precio: 17.50 euros
Autor: Rafael Poch, Ángel Ferrero y Carmela Negrete
Editorial: Icaria
Fecha de lanzamiento: 24/05/2013