Cultura y Sociedad

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La resaca del 'Nou Campanar Gate': la trifulca fallera del año

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Cómo una propuesta provocadora ha generado un debate que se prolonga más allá de las Fallas

VALENCIA. Bastaba estar unos minutos en el entorno de la falla Nou Campanar (que sí, justo ayer símbolo del oropel y de repente túmulo moderniqui) para comprobar que el espectáculo no sólo estaba en el interior sino también en el contorno. "¿Dónde está la falla?", comentaba una señora decepcionada. "¿Qué es esto?". "Menuda mierda este año", salpicaba lleno de rabia aquel otro señor. "No sé cómo habéis permitido esto", le lanzaba uno a los falleros de la comisión "Es que esto no es una falla, perdóname. Podrá significar lo que quieras, pero no es una falla", se escuchaba en la mayoría de ocasiones. Que no le llamen matrimonio. Y luego está a los que les parecía la bomba. Escaso termino medio.

"A cada insulto más burros nos poníamos porque era la medida de que lo que nos habíamos propuesto estaba surtiendo efecto. El éxito era exportar el debate a todos los foros posibles", explica uno de los artistas, David Moreno. "La reacción primera y mayoritaria -comenta el arquitecto Miguel Arraiz, coautor del proyecto- era de rechazo a la imagen exterior, y era algo que queríamos provocar, ya que se trataba de un proyecto pensado para entenderse desde dentro. El cambio de opinión y la percepción de la falla de los que entraban cambiaba totalmente, y ese era el objetivo principal. Causar rechazo en un primer momento para luego atraer al público".

El rechazo de sus odiadores era tan visceral que tocaron palmas al verla caer a pocas horas de la cremà. Este NouCampanarGate del 2015 ha sido tan cainita como los diálogos entre 'las vecinas de Valencia'. Tan enconado el debate como cuando en las primeras décadas del siglo XX dos aristócratas viviendo en palacios colindantes tuvieron tal trifulca que uno de ellos plantó en la trasera de su casa a un gigantón enseñándole el culo a su vecino. El Nano del carrer d'En Llop. Valencia contra Valencia.

"No hay ninots, ni sátira ni nada", protestaba una visitante al ver aquella mole de canutos grises con el suelo tapizado de mosaico. La impresión facilona: todos nos habíamos convertido en ninots representando un debate feroz.

"En el trasfondo del proyecto -opina David Moreno- estaba valorar cómo construimos nuestro pensamiento. Buscamos titulares que apoyen lo que pensamos. No leemos el cuerpo de la noticia, y en caso de leerlo no profundizamos. Y construimos nuestro discurso a base de sentencias, tópicos y prejuicios". Según Miguel Arraiz "mucha gente decía que era una escultura pero no una falla, pero no entraban a leer el discurso crítico que había en el interior. Creo que era eso lo que la convertía en una falla".

La de Nou Campanar, más viva que nunca después de muerta, bajo el título de Ekklesía, se compuso de 96.000 piezas pintadas recreando el mosaico; una doble estructura de 3.000 tubos, 10.000 kilos de cartón, 5400 tornillos, 160 pilares.

"Al final han trabajado en ella unas 300 personas", comentan los creadores. "La falla salió totalmente desmontada. Como un enorme juguete de Lego construido directamente en la calle. Hasta las pequeñas monedas que sellaban los tubos horizontales se pegaron en el sitio".

Para unos, una barbarie estética. Para otros un sacrilegio iconoclasta. También hay estopa para los que salen en su defensa. La falla que le gusta a los antifalleros. La falla hipster. En un comentario al artículo de Xavi Calvo el lector Jaume Benlloch escribe: "Las fallas son una expresión popular, si le metes cuatro tubos mal pintados como los de Nou Campanar y le añades un argumento, el de Ekklesia, cogido con pinzas (...) que no hay por dónde cogerlo, la gente poco a poco se irá alejando de estas fiestas populares... y por ende el turismo. La vida es sencilla y está para vivirla. El mundo hipster es para cuatro... afortunadamente".

Porque, amigo, hablar de fallas es más peligroso que correr en tacones con un caldero hirviendo en las manos.

–¿Qué conclusiones sacáis?, ¿repetiríais?, le pregunto a los padres de Ekklesía.

David Moreno: Hemos notado mucha víscera. Mucha irreflexión. Miedo al cambio. La gente pasaba por delante preguntando por la falla de Nou Campanar y muchos al decirles que era eso se ponían hasta violentos y nos insultaban. Con paciencia se les explicaba, se les invitaba a entrar y los dejábamos solos dentro. Al salir la mayoría nos daban la enhorabuena.

Miguel Arraiz: Lo mejor ha sido haber demostrado que era posible levantar el proyecto en su conjunto cuando todo estaba en contra de que fuese posible. El desgaste personal ha sido muy grande, pero creo que ha valido la pena.

David Moreno: Aceptamos el proyecto con un presupuesto muy pequeño y luego ya concentrados en él, el presupuesto empezó a oscilar. Primero subió, después empezaron los problemas económicos de la comisión, después casi se disuelve y nos lo echamos todo nosotros a la espalda. No sé ni la pasta que nos va a costar al final pero creo que ni me importa.

Miguel Arraiz: Volvería a repetir lo que hicimos. 

David Moreno: Hemos conseguido el objetivo principal: que mucha gente que ignora las fallas se acercara y viera en ellas una oportunidad. No sé ni la gente que me ha dicho aquello de "hace años que no me interesan las fallas y he venido aposta".

Sí, sí, pero... ¿Nou Campanar entonces era una falla?

"Lo es, igual que un cuadro de Velázquez es considerado una obra de arte y un cuadro de Miró también, a pesar de su diferencia estética", concluyen en el colectivo Fallas I+E. "Desde las primeras fallas rompedoras de  Alfredo Ruiz en los 90 hasta la actualidad cada vez existe un público mayor de adeptos hacia la modificación de la norma fallera".

El diseñador Ibán Ramón, responde así: "No es mi modelo de falla, no es el tipo de falla que me gustaría hacer, me interesan más otras formas de falla innovadora. Pero creo que sí es una falla, porque se instala en la calle por iniciativa popular para quemarse a los pocos días, como marca la tradición. Y desde luego abre caminos y cuestiona modelos, lo cual siempre es interesante. Tal vez la respuesta sería ¿por qué no?".

La mañana del día 19 la falla Nou Campanar se derrumba. Queda reducida a un amasijo de tubos de apariencia metálica.

–¿Por qué se cayó?

Miguel Arraiz: El cartón es un material que al mojarse pierde totalmente su resistencia, estaba calculada y preparada para soportar cierta cantidad de lluvia, pero sabíamos que mucha lluvia y mucho viento podían acabar con la estructura. También sabíamos que en caso de problemas estructurales la falla avisaba con mucho tiempo. Decidimos arriesgar y probar y llevar al límite un prototipo hecho totalmente en cartón. Demostramos que se podía levantar, y cuando las condiciones climáticas cambiaron a peor, decidimos clausurar la falla y esperar que el viento hiciese su trabajo. La estructura dejó de comportarse como un conjunto que repartía las cargas a comportarse como 160 pilares sueltos.

David Moreno: Habíamos probado la resistencia de todos lo materiales, buscado soluciones para sellarla en previsión de lluvias esporádicas. Especulado como podría colapsar la estructura. Pero al final lo único que no probamos fue someter durante diez horas una de las barras horizontales a una cortina de agua. El forjado dejó de cumplir su función y se convirtió en un enorme dominó de doscientas piezas. Y así cayó.

Caída, quemada ("una cremà estupenda; ha caído súper bien", escribía David Moreno), admirada y vilipendiada. La gran trifulca de marzo. Nuestro vaso medio lleno. "¿Que esto es la falla? Venga, ya lo hemos visto todo, vámonos", le espetó repentino un visitante a su acompañante.

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