
VALENCIA. El 12 de octubre comenzó la temporada de caza menor y la jet set valenciana prepara sus escopetas. Es tiempo de ponerse una chaqueta de pana, unos guantes de piel comprados en Holland and Holland -la exclusiva tienda del Mayfair londinense-, y acarrear el morral de cuero en un ojeo de montaña. Por supuesto, con broches y plumas en el sombrero. Muchos empresarios y altos ejecutivos buscan en este deporte adrenalina, romanticismo y exclusividad, bien sea en la modalidad de montería, batida, ojeo, espera, caza con arco o en barraca.
Los miembros de la familia Serratosa organizan exclusivas cacerías, tienen los mejores trofeos (animales con gran envergadura y grosor de sus cornamentas) y son experimentados tiradores. Pablo Serratosa es el más aficionado a disparar y suele escaparse los fines de semana a la finca que compró hace dos años en el término de Alcoy.
Sus hermanos Gonzalo y Javier Serratosa también comparten esta afición por la caza, una pasión heredada de su padre Emilio Serratosa. El patriarca fue propietario de El Tochar, en la localidad de Requena, una enorme finca rústica cercada por vallas metálicas donde es posible abatir ciervos, jabalíes, liebres o perdices.
En la actualidad, Gonzalo y Javier Serratosa comparten una finca en Ciudad Real en la que es frecuente ver abatir corzos a conocidos cazadores como Pepe Martínez-Morales, Toni Girona (ex Banco de Valencia), Javier Mellado y Miguel Ángel Puchol, quien suele colgar en su perfil de Facebook fotos de su cacerías. Como es tradición, al finalizar se reúnen alrededor de una comida con gastronomía de la zona.
Otro de los apellidos con pedigrí vinculado a la caza es el de los Gómez-Trénor Fos, propietarios de la franquicia levantina de Coca-Cola desde los años cincuenta. Juan Luis Gómez-Trénor fue en su época un gran aficionado y muchos de sus sobrinos han heredado la afición por lanzarse al monte.
En otra parte de la geografía valenciana, cerca de las Hoces del Cabriel, el cirujano Pedro Cavadas ha vallado una finca de casi 50 hectáreas para practicar una pasión que no oculta: la caza con arco. Durante
algunos años tuvo alquilada la finca La Castellana, antes de trasladarse a una de las zonas forestales más extensas de la Comunidad Valenciana.
Otro cirujano, el doctor Fernando Monzonís, también es un apasionado de este deporte, sobre todo de caza mayor. Más alejado de la Comunidad Valenciana, ya en la Sierra de Cazorla, es frecuente que compartan jornadas cinegéticas los empresarios Manolo Muñoz, Tono Estrada y los hermanos Sanz.
Por su parte, en los cotos privados de Ontinyent es posible ver a los Caturla abatiendo a un ciervo o a los Puigmoltó disparando a un pichón. También a los hermanos Vicente y Borja Barrera les gusta ceñirse la canana algunas temporadas, lo mismo que a Carlos de Selva Llobet, director del hotel Primus, otro conocido amante de la caza.
SAMUEL FLORES Y SU INVITADO ENRIQUE PONCE
Aunque los cotos valencianos son buenos para la caza, los mejores de España dicen que están en Andalucía y Castilla-La Mancha. En Albacete, el ganadero Samuel Flores posee una finca, El Palomar, a la que es un asiduo el torero Enrique Ponce. Dicen que en esta finca se encuentran los mejores venados de España.
En los cotos de caza de Villahermosa, en Ciudad Real, tierra de reconocida fama cinegética para la caza de perdiz roja con ojeo y reclamo, ha estado disparando el delegado del Gobierno, Serafín Castellano. Participó en una cacería de 1.000 perdices en un día. Dicen que tiene muy mala puntería.
A estos cotos privados hay que acudir con invitación. Y precisamente en estas monterías selectas es donde se pueden llegar a pagar entre 3.000 y 6.000 euros por pieza. No olvidemos que este deporte, además de una afición, es un ejercicio social, donde se establecen contactos, se estrechan relaciones, se cierran negocios e, incluso, se encuentra pareja.
DE SAFARI
Pero si hablamos de caza con mayúsculas, de safari, no hace falta irse al abdicado rey Juan Carlos. Hay que citar a Carmen Serratosa, más conocida como ‘Titina',
hija de Pepe Serratosa. Junto con su marido Manolo Pascual, ha vivido su particular Memorias de África en Namibia.
En el año 1994 compraron una finca de 15.000 hectáreas llamada Marula, a 75 kilómetros de la capital, y decidieron cambiar los despachos de la ciudad por la amplia sabana. Junto con sus hijos Pablo, Ana y Titina, se trasladaron a este país africano y comenzaron una nueva vida dedicados a explotar Marula como finca privada de caza.
La convirtieron en uno de los destinos favorito de muchos valencianos, ya que en sus terrenos abundan especies como el kudu, el ñu de cola blanca y la cebra de Burchel. Incluso es posible toparse con un guepardo. Se comenta que vendieron Marula por nueve millones de euros, aunque Manolo y Titina siguen residiendo entre Sudáfrica y Namibia. En Marula han estado, entre otros, José Antonio y Fidel García Guzmán y el promotor Vicente Vallés, a los que les gusta cazar fuera de nuestras fronteras. También el peletero Gabriel Seguí se lanza a las monterías en países como Rumanía o Bulgaria.
En otra esquina del continente africano, el empresario valenciano Pablo Fominaya también ha levantado otro imperio gracias a la caza, su gran pasión. Por su finca en Sudáfrica han pasado destacados miembros de la altas finanzas españolas, políticos y deportistas de renombre en busca de trofeos.
Esta modalidad de caza en un safari es la más exclusiva y no apta para todos los bolsillos. En países como Sudáfrica, Botsuana, Zimbabwe y Namibia todavía no han prohibido la caza de elefantes. Esta actividad es una fuente de ingresos para los países y está regulada por las autoridades: hay cupos para cazar paquidermos, previo pago de entre 7.000 y 20.000 euros por ejemplar.
¿Y qué hacen después con los bichos? Muchos recurren a un taxidermista para que diseque al animal y poder colgar en el salón las cabezas de las presas como si de una oda a la testosterona se tratase.