VALENCIA. "No puede darse suelo más delicioso ni mejor aprovechado que el de Al-maʿṣara", le leo a un instagramer en una foto frente a una alquería con dos palmeras ante el zaguán en la huerta de Almàssera, un continuo verde que de pequeños -cuando hacíamos de Los Goonies versión huertana- nos parecía una tierra sin fin. El mundo dividido entre parcelas de huerta. Luego supimos que la frase más totémica de Valencia no es otra que "antes todo esto era huerta". Meliana, Almàssera, Alboraya y las orillas de la ciutat, delimitadas por campos; nuestros acantilados.
Poniendo el hocico en el verde cunde el aroma del viento golpeando mofletes, la frescura cítrica y el oficio agreste. Tan propio y a la vez tan ajeno que la huerta ya parece un paisaje de ficción. "Presentadas 20.000 alegaciones contra la destrucción de huerta prevista en la revisión del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU)", se lee estos días. Ramonet podría ser cualquiera de los que cuajaron sus vidas quitándose el calor con el agua de las acequias y abriendo en canal la sandía para zampársela al sombrajo. Ramonet ja no va a l'hort porque lo perdió. O lo dejó perder.
"Mi lugar preferido ya no existe", irrumpe el profesor Josep Vicent Boira, Doctor en Geografía, voz imponente. "... es un indicador de hacia dónde va la huerta. Se trata de la estación de la Carrasca. Recuerdo perfectamente el paso del tranvía y la estación en penumbra, con su reloj y su campana, la propia carrasca que daba nombre al lugar, los bordillos levantados por sus raíces, la huerta que la rodeaba, la amplitud del paisaje. Era un trayecto desde Benimaclet a Las Arenas por medio de esa huerta que ya no existe, sombras entre ramas y sol, parece que fue ayer".
La periodista María Josep Picó (Premio Nacional de Periodismo Ambiental) viaja al Sagunt de su infancia "formado por mosaicos de naranjos, en flor y con un aroma intenso, con pequeñas naranjas verdes inexpugnables, las acequias y la magia de cuándo fluiría el agua por ellas. Unos campos de laberinto. Me desola
hoy ver la cosechas formando una alfombra de fruta desperdiciada, campos abandonados esqueléticos".
Vicent Sales, presidente de la fundación Assut y del Centre d'Estudis de l'Horta Nord, rememora cuando "las campanas tocaban a la hora de salir al campo y todo el mundo salía. Hoy parece como si nada de eso hubiera pasado. La huerta es el origen de todo en Valencia".
Sólo Thomas Glick, emérito de la Boston University, quizá el americano que mejor conoce y más ha investigado l'horta, se refiera a ella sin virajes a la memoria emocional: "Quizás mi espacio favorito es el entorno de la acequia y molino de Vera, que presenta un conjunto paisajístico representativo de l'Horta histórica y a la vez una visión de lo que podría ser la huerta viva de hoy y el futuro".
Las nuevas dentelladas, junto a los mordiscos todavía por cicatrizar, la dejan como un Amazonas apaleado, tratada con el desdén de lo que siempre estuvo al lado de casa. La huerta...
¿Qué hicimos con ella?
Josep Vicent Boira: Dos diagnósticos: encefalograma cero de los gestores políticos de la huerta y envejecimiento celular de la propia huerta. Hay que remover la conciencia de quienes la gestionan y rejuvenecer las estructuras de quienes producen. Crear un mito, defenderlo, integrarlo en la valencianía para derribarlo por debajo. Este ha sido el proceso que resumiría lo que Valencia ha hecho con su huerta.
María Josep Picó: Ha sido una destrucción inaceptable, además de impune. Promovida por los intereses económicos y políticos de la ideología conservadora, pero también
con la complicidad social de una población más seducida por la ganancia a corto plazo que por la estima de su territorio, su patrimonio, su paisaje y sus opciones de futuro. La huerta ha sido tan víctima de este patrón de connivencias como nuestro litoral.
Thomas Glick: Es momento para la toma de conciencia necesaria, un movimiento de masas capaz de movilizar una presión política eficaz. Además, con tres acequias en vías de desaparición, que el Tribunal de las Aguas comience a jugar un papel político es imprescindible.
¿Qué potencial tiene la huerta hoy en día?
Josep Vicent Boira: Sólo hay que reconocer la tendencia que unirá cada vez más los conceptos de alimentación y de ciudad. En el futuro, cada vez será más relevante el tema de la alimentación que, además de un acto fisiológico necesario, es y será un acto agrícola, cultural y de hondo calado geográfico. La Exposición Universal de Milán 2015 versará sobre este tema. No me dirás que hacer una exposición sobre la alimentación y el paisaje de la nutrición (kilómetro cero, slow food, alimentos saludables) en una gran metrópoli europea no da ya pistas de por dónde van a ir las tendencias de futuro. Ahora que todos van en ese sentido, no podemos ir nosotros a contracorriente. Me pregunto si en el pabellón español no habrá un rinconcito para la huerta valenciana.

María Josep Picó: La huerta es un bastión verde irrepetible y genuino de Valencia. Con una capacidad ilimitada de crear calidad de vida gracias a su potencial de producción de alimentos -también ecológica- de favorecer el consumo responsable y de promover unos hábitos más próximos a los ciclos de la naturaleza. Hemos perdido la oportunidad de utilizar, conservar, promocionar y crear la marca de un recurso propio de gran valor. Pero soy optimista y, a pesar la lamentable e ignominiosa destrucción de hectáreas de huerta, creo que con voluntad política todavía estamos a tiempo de todo ello.
Thomas Glick: Ejemplos como el establecimiento de una denominación de origen (la Xufa... ) demuestran cómo se puede crear una marca que integre el valor económico de la huerta con su historia.
¿Cómo será la huerta de Valencia en el futuro?
Josep Vicent Boira: Para mí, como me imagino el futuro y cómo me gustaría que fuera es lo mismo. No soy nada melancólico, ni pesimista. Pero la huerta fragmentada no podrá ser defendida. Si Alboraia la protege y Valencia no (o al revés), no haremos nada. Visión de conjunto,
reconocimiento de su papel en una sociedad moderna que debe comer y que quiere comer de lo cercano y fiable dentro de una nueva visión de la relación identidad y territorio. Además, la huerta es un claro ejemplo de bien común. Ni privado ni público, debería ser un espacio autogestionado (¡suena moderno!) como lo fue desde su creación, primero con Roma, luego con el Islam y más tarde con los cristianos de Jaume I.
María Josep Picó: Me niego a pensar que seguiremos impulsando su asfaltado, el sellado del suelo fértil innecesario por nuevas infraestructuras ondeando la bandera del progreso. De lo contrario, habremos fracasado como sociedad responsable. Me gustaría que siguiera siendo un pulmón verde único en el ámbito mundial.
"Me conformaría -dice Vicent Sales- con que la huerta siguiera siendo eso, huerta".
Otra oportunidad más. Ramonet, si vas a l'hort...