MADRID. Empezando por Rupert Murdoch, que de joven fue comunista hasta el punto de que en la universidad le conocían por Rupert El Rojo, existe una cantidad ingente de ex comunistas que han consagrado su vida a advertirnos del peligro de, vaya, el comunismo, en el que sólo ellos creían y que puede hallarse oculto hasta en la piruleta de un niño de mofletes sonrosados.
Del PCE salió Ramón Tamames, que ahora considera que ser de derechas o de izquierdas está trasnochado. Del PCE-EK, los comunistas del País Vasco, Hermman Tersch. Del mismísimo GRAPO, Pío Moa. De las filas de los maoístas, OCE-BR (Organización Comunista de España - Bandera Roja), un ministro, Josep Piqué, y también el hombre cuyo programa de televisión protagoniza esta última entrega: Federico Jiménez Losantos.
Su historia es sencilla, desde posiciones de izquierda, intentó defender las esencias culturales de la patria en un momento, cuando menos, delicado: inmediatamente después de cuarenta años de doctrina nacionalista española a martillazos. Él se negaba a que se asociase lo español con el fascismo, y no le faltaba razón, pero digamos que su plan fue algo así como vender inofensivos capirotes de nazareno por los pueblecitos del estado de Georgia en los años 20 y, pues eso, que el negocio no le fue a pedir de boca. Le fue mal, efectivamente, pero sólo entre los círculos de la izquierda, que eran los que mandaban. E inició el viraje a las cálidas aguas neoliberales.
Por este motivo (su españolismo, no su derechización extrema), un comando de Terra Lliure integrado por dos terroristas, uno de ellos medio ciego y con retraso mental, según la sentencia que les condenó, le ató a un algarrobo, junto a una mujer que le acompañaba, y le metió un tiro en la pierna. A Goya le habría encantado pintar la escena. Un momento que ha sido aprovechado por sus detractores para sostener que ahí se volvió loco. Ramón de España, por ejemplo, así lo ha escrito recientemente en su libro El manicomio catalán. Carlos Fanlo, por su parte, dijo que si atado a ese árbol le hubiesen apuntado al corazón, no habría pasado nada porque no tiene.
Loco o no loco, lo que sí tiene Losantos es una curiosa forma de entender las cosas. Esa frase del difunto juez y periodista Fanlo, la interpretó como que pedía a la turba que le disparasen al corazón. También le ocurrió lo mismo hace veinte años, antes de ser el enfant terrible que fue después. Santos Juliá señaló en El País que el libro que había escrito Losantos sobre Azaña, fusilaba párrafos de otro. El periodista entendió que le hacían esta crítica despiadada porque en la elaboración del libro Juliá era el único biógrafo del presidente de la II República no citado. Como ven, todo de gran relevancia y sumo interés para el lector.
Pero lo bueno llegó después, cuando desde el micrófono de la cadena de los obispos disparó calificativos contra todo lo que se movía. Es dura la competición por ver quién se llevó los peores. Zarzalejos: "sicario", "necio", "inútil", "torgo", "detritus", "escobilla para los restos", "melón", "zote", "embustero", "traidor", "falsario", "miserable", "pobre enfermo" o "despojo intelectual". A ERC la acusó de tener armas en sus sedes para "matar adversarios políticos". González Pons: "mafioso siciliano" y "portacoz". Gallardón: "farsante redomado", "lacayo", "calamidad" y "desleal". Luis del Olmo y Andreu Buenafuente: "Ku Klux Klan de las ondas". El doctor Montes entendía "la medicina como ingeniería social incluso a costa de la vida humana". Alegría.
El comisario Rodolfo Ruiz, "manzana podrida, putrefacta" en el 11M, dijo sobre una lluvia de adjetivos que le cayó: "Nos destruyó a mí y a mi familia: a raíz de los constantes insultos, delirios y mentiras, mi esposa sufrió una grave depresión que acabó con su vida. Era muy duro oírle muchas mañanas decir que yo, que soy funcionario público, había colaborado con la masacre".
Qué vamos a decir que no se haya dicho. Desde primera hora de la mañana, durante años, hablaba con un tono de voz y unas formas que la célebre última escena de El hundimiento parecía un corrillo de indies en el Festival de Benicassim. Una comparación que no hacemos aleatoriamente, porque es así como este justiciero de gatillo fácil se nos presenta ahora, en Es la mañana de Federico en Intereconomía. La sintonía del programa recuerda de forma escalofriante al grupo indie poppie sueco de moda I´m from Barcelona. Si es que entran ganas de abrazarle como a un peluche con esa tonadilla. Menos mal que luego se alterna con Suspiros de España y ya se sitúa uno mejor.
Su nueva oferta matutina se trata de un programa de radio emitido por televisión. Un formato apasionante, emocionantísimo, que te hace vibrar como una final a siete de la NBA... si estás en una silla de ruedas amarrado a una bombona de oxígeno. No obstante, en su estreno, Es la mañana de Federico comenzó con un éxito notable, un 4%. La cadena en su web lo califica de "histórico" -tiene de media un 1%.
Pero ya no hay ni rastro de aquel hombre que hacía que los taxistas torturasen el embrague. Es muy cercano. Te comenta el tiempo y dice que hará "fresquito". No hay dolor. Será que como no gobierna Zapatero ya no hace falta incitar a las masas a agitar antorchas. Ahora algo de caña sí que mete, pero con un tono mucho más irónico y hasta guasón.
Por ejemplo, la semana pasada se burló de que Rajoy anunciara "el fin del pesimismo". Dijo que al presidente "le aplauden y él aplaude a los que le aplauden". Que al haber "decretado que se acabó la crisis", más le valdría ir "a la ONCE u a Ópticas San Gabino". Un fastidio, además, porque si se le lleva la contraria esta "propaganda oficial", se convierte uno en "un cenizo, un borde", en "Aznar", ni más ni menos, comentó.
¿El concierto vasco? "Ni fueros ni narices, aquí todos moros o todos cristianos". Poca chicha para alguien que notaba la presencia de ETA en cada rincón de su casa como la niña de Poltergeist. ¿Urdangarin? Que a él y a su banda habría que mandarlos a un reality. Pues bueno.
Y la publicidad que ha contratado mayor minutado tampoco está destinada a un target que se machaca en el gimnasio. Anuncia ‘Comodín' una colchoneta de 30 euros para colocar bajo las posaderas que sirve tanto "para animar a su equipo" como para "conducir el camión" lo más cómodo posible, como su propio nombre indica.

Está versión de Losantos sólo cobra interés cuando divaga. Con otra publicidad de un disco de Radio Futura le da por hablar de Santiago Auserón. Recuerda que se conocieron décadas atrás, que él había acabado la carrera de Filosofía en Zaragoza y fueron amigos en el contexto de un "feudo marxista clásico disparatado" y colaboraron juntos en la revista Disco Express, donde él hacía la crítica de televisión y Auserón firmaba como "Corazones Automáticos".
Cita su versión de Marc Bolan, Los bailes de marte, como prueba de que "los rockeros no tienen por qué ser analfabetos". Sentencia con un "de lo que era aquello a la LOGSE..." y cambia de tercio: "¡dame un tuit!".
Del imitador de famosos mejor no hablaremos. Y luego, en la crónica rosa, Losantos comparte sus gustos y preferencias. De la esposa de Luis Alfonso de Borbón, María Margarita, nos regala un elegante y sofisticado análisis: "me gustaba más cuando estaba gorda, más ternera".
Sólo hay algo que le honra, se pasa la mañana hablando, haciendo sus chistes más o menos ocurrentes, sin ningún guión. Wyoming, para hacerlos con sólo un poquito más de gracia, tiene detrás un equipo de guionistas trabajando todo el día. Se echa en falta que alguien pueda decir en televisión lo primero que se le pase por la cabeza -y no nos referimos a que en los transplantes de órganos va un trozo de alma del donante pegado- sin tanta dictadura de la escaleta y el guión.