MADRID. Va a resultar extraño pasar el dedo por el mando un sábado por la noche y no encontrarse a los tertulianos de La Noria dando voces. ¿Cómo puede un ciudadano español sobrevivir sin el oxígeno de escuchar frecuentemente "yo le he dejado hablar a usté, ahora déjeme usté hablar a mí"? Siempre se ha dicho que las tertulias del corazón son el sustitutivo del patio de vecinos de la sociedad española, que pierde sus ágoras conforme somos cada vez más individualistas y convivimos. En este caso, los debates políticos a cara de perro sustituirían a las charlas de bar. Se vierte la misma información sin contrastar, se dicen las mismas boutades, no se aclara nada, pero huelen a huevos. Un aroma que nos gusta en España, como el Napalm a los estadunidenses.
La Noria llevaba seis años dando guerra. Más que su ‘insustituible' predecesor, Salsa Rosa. Dos sombras alargadas para ‘Abre los ojos y mira', que ha venido pisando fuerte. Lo que en televisión ya no significa poner más bailarinas medio en cueros, más humoristas andaluces y más artistas de éxito internacional. No, ahora hay que agitar las conciencias con alguna ocurrencia rompedora y esa ha sido un reality de gordos que quieren adelgazar para que su vida sea más bonita, poder echarse novia, sentirse mejor consigo mismos, que su salud corra menos riesgos, etcétera. Se llama ‘No seas pesado'.
La idea original viene de Estados Unidos. Allí el nombre es un juego de palabras mucho más directo: "The Biggest Loser" (El mayor perdedor o fracasado). Hasta en la página web del programa se ve que los concursantes visten unas camisetas con los kilos que pesan impresos en el pecho como en una feria de ganado.
Pero a estas alturas de la vida no vamos a discutir qué contenido televisivo es ético o no lo es. Sería como irle a la conga de Blanquerna después de su entrada triunfal con un "yo le he dejado hablar a usté, ahora déjeme usté hablar a mí". En todo caso, que se muestre a un grupo de personas frustradas por su condición física no es agradable. Que se estigmatice la lozanía humana tampoco.
Al margen de todo esto, si le buscamos el interés lúdico al invento, divierte poco. La vergüenza ajena, que no falta, queda ensombrecida por el hecho de que el concurso parte de la premisa de que esas personas se sienten desgraciadas. Sale un chico, por ejemplo, que dice que tuvo una relación, pero que era sólo por dinero. Cuando pidió un crédito y no se lo dieron, la arpía le abandonó. Otro dice que nunca ha tenido relaciones sexuales. Otra, que ya no puede tenerlas. Una chica se lamentaba de que nunca había podido ir al parque de atracciones. ¡Sábado noche! ¡Arriba los corazones!
El más gracioso era un gay bear. Esa tendencia gay desacomplejada que se opone al culto al cuerpo de homosexuales musculados que se echan cremitas. Cuando explicó que su receta favorita de cocina es tortilla de patata rellena de lasaña con boloñesa se ganó un lugar en nuestro corazoncito. Igual se confundió de programa y donde quería aparecer era en la sección de ‘Guarrindongadas' de Robin Food, en la ETB, donde un chef se hace eco de las porquerías que se cocina la audiencia en momentos de extrema sensibilidad, como cuando uno llega borracho a su casa, tipo bocadillos de chorizo con uvas y hasta donde llegue la imaginación.
En otra fase del programa, a los concursantes se es situaba frente a un espejo y se les interrogaba a lo Ana Pastor en plan "¿qué sientes, te gusta lo que ves?". Era una especie de terapia de shock. Uno decía "sí, siento asco, es así". Muy edificante, seguro que al Monstruo de Amstetten le gusta mucho el programa y lo sigue cada sábado desde su celda. Por si no fuera poco, en un mismo test con batería de preguntas al mismo chaval le dijeron: "¿Te consideras un gordito feliz?". Toda la semana trabajando o buscándolo para el sábado noche recrearse con esto...
Lo demás transcurre entre ejercicios físicos en la piscina, en el gimnasio, y en la convivencia, que ya genera los primeros roces y amoríos. Nada que sorprenda. No obstante, en las comidas todos juntos sí que se han dado sucesos increíbles. Muchos de los concursantes nunca habían probado la verdura.
Kepa, el concursante del que más encantadoras sonrisas nos sacan, podría decirse que de niño fue el regordete que salía al final del anuncio de Kinder Sorpresa de 1992, es el que peor lo pasaba con una ensalada. Le daba asco, decía. Nunca había probado la lechuga ni el pepino. Tan sólo una vez, quién sabe si en estado de embriaguez, se llevó un tomate a la boca.
De postre, cuando les sacaron una paraguaya, cundió el pánico. ¿Qué era eso? Unos decían que manzana, una ex soldado, que tenía mundo, aseguraba que un melocotón no era.
Al final, la gala se completaba en plan Operación Triunfo, pero en este caso la actuación estelar consistía en subirse a una báscula y comprobar cuánto peso habían perdido durante la semana. Los que menos pierdan, y los que sean nominados por no integrarse en el grupo, abandonarán el concurso. Una competición muy desigual, echar al que no adelgace, porque no todos los metabolismos son iguales, digo yo.
Decían los blogs de televisión que uno de los motivos por los que este espacio ha fracasado, hizo un 9% y fue la 5ª opción de la noche, es porque a la gente no le gusta ver desgracias. Pues que se preparen cuando tengan que expulsar a un concursante porque no ha podido seguir el tratamiento contra la obesidad, que va a ser para tirar cohetes.
Tampoco deja indiferente el grupo de expertos del concurso. Entre ellos se encontraba Llongueras, el peluquero, con cara de sota, pero diciéndoles a los participantes que eran "admirables". Y Romina Belluscio, la novia de Guti, que es modelo y reportera. Aunque quien tuvo más protagonismo fue Eva Campos Navarro, psicóloga y coach, autora del libro ‘Soy más lista que el hambre' en el que cuenta cómo perdió 70 kilos. Faltaba Risto mofándose de los que no logren adelgazar adecuadamente.
Hay un programa mucho más duro de ver que éste, ‘Cuerpos embarazosos', que ahora mismo lo echa el canal Explora. En su última entrega apareció una mujer con la columna vertebral hecha un ocho, un caballero con la cabeza llena de granos purulentos, una joven con una teta más grande que otra y una cría que el pecho le hacía pitos cuando estaba bocabajo. Todo un show, sí, pero al menos a estos les dan una asistencia médica especializada, no los consejos de Llongueras, y no tienen que competir a ver quién logra llegar hasta el final del tratamiento.
En fin, sólo queda pensar en la familia unida que disfruta con este plan un sábado noche. A este paso, no sería de extrañar que aparezca una nueva coletilla en los sucesos de los informativos de televisión. Imaginen a Hilario Pino diciendo: "El asesino jugaba al rol y... seguía el prime time todos los sábados".