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tensión en el partido popular

Bonig cae en desgracia: el presidente Fabra la debilita para reforzarse como candidato

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El presidente maniobra en solitario ante la desconfianza creciente hacia su 'número dos' por la buena relación que mantiene con las direcciones provinciales. Alberto Fabra ya ha roto con éstas la efímera paz sellada hace poco más de dos meses tras el conflicto por su petición de que le avalaran como candidato 

VALENCIA. La frágil tregua de la que ya informó este diario, acordada el pasado mes de diciembre entre el líder del PPCV, Alberto Fabra, y los presidentes provinciales del partido, Alfonso Rus (Valencia), José Císcar (Alicante) y Javier Moliner (Castellón), se quebró de nuevo este martes. La composición personalista del comité electoral, el órgano encargado de aprobar y elevar las listas a Génova, diseñada por el presidente del partido ha descompuesto de nuevo las endebles relaciones de Fabra con los barones del PP.

En esta ocasión, el nuevo desencuentro ha tenido además un daño colateral relevante dentro del partido. El movimiento de Fabra ha socavado la credibilidad de la coordinadora general del PPCV, Isabel Bonig, que fue la encargada, según señalan fuentes 'populares', de solicitar a las direcciones provinciales del partido e incluso a Nuevas Generaciones del PP las propuestas de personas para componer el órgano. Unos nombres que posteriormente cayeron en saco roto: ninguno apareció en la lista de integrantes del comité electoral, lo que dejó en una postura difícil de explicar para Bonig ante los barones provinciales.

Bonig, Fabra y Castellano el día del relevo en junio de 2014

La salida en junio del anterior 'número dos' del PPCV Serafín Castellano tras el mal resultado de las elecciones europeas y el posterior nombramiento de Bonig en el cargo fue interpretado como un armisticio entre Fabra y los barones provinciales. Sin embargo, distintas fuentes 'populares' apuntan a la creciente desconfianza del presidente respecto a Bonig de un tiempo a esta parte: a ello no ha ayudado el crecimiento de la incertidumbre en los últimos meses sobre la candidatura a la Generalitat de Alberto Fabra.

Especialmente en la recta final del pasado año, el acercamiento de Bonig a los líderes provinciales y su incremento de protagonismo mediático por su puesto de coordinadora general del PPCV la llevaron a ser una de las dirigentes seguidas con interés desde Génova -sede del partido en Madrid- e incluso a entrar en las quinielas como posible alternativa a Fabra como candidata a la Generalitat.

Bonig, muy activa orgánicamente desde su llegada al cargo en el partido, se prodigó rápidamente con numerosos encuentros locales y comarcales organizados a menudo por las direcciones provinciales del partido, lo que ha contribuido a consolidar la buena imagen que la también consellera posee entre la militancia.

En este sentido, y a juicio de distintas fuentes de las direcciones provinciales, Fabra ya maniobró estratégicamente meses atrás para sumarse a este tipo de encuentros, unas citas a las que antes acudía con menor asiduidad. El objetivo del presidente, según las citadas fuentes: ganar impulso entre las bases y evitar que la popularidad interna de Bonig continuara creciendo.

Cabe recordar que en este tipo de actos, la coordinadora general del PPCV es la encargada de interveniren este tipo de encuentros, una intervención que no se produce si el presidente del partido, Alberto Fabra, está presente puesto que él es el encargado de ello.

LAS FIRMAS SOLICITADAS POR FABRA: BONIG EN EL MEDIO DEL PROBLEMA

Moliner, Fabra, Rus y Císcar en la foto de la tregua de diciembre

Otra de las situaciones comprometidas para Bonig se produjo, precisamente, hace un par de meses. Ella fue la encargada de hablar con los presidentes provinciales para solicitarles su firma para avalar a Fabra como cabeza de cartel a la Generalitat. Una idea del líder para tratar de recabar apoyos y esgrimirlos ante las dudas de Génova sobre su candidatura. A Bonig le tocó la tarea de lidiar y mediar con los barones del PP, que rechazaron la iniciativa de plano con sonados episodios filtrados en los medios de comunicación. 

Finalmente, el plan de Fabra fracasó ruidosamente y, ante el temor de enfadar a la dirección nacional del PP, el presidente cocinó una tregua a marchas forzadas que se escenificó con una comida con los tres presidentes provinciales y una fotografía con los barones que supuso una tirita para una herida de bala. Algunos dirigentes 'populares' señalan que este desencuentro, en el que Bonig tuvo un papel inicial de mediadora, también contribuyó a que creciera la desconfianza del presidente con la 'número dos'.

Con estos antecedentes, lo ocurrido esta semana no deja de ser sintomático. El 'toque' de Fabra a las direcciones provinciales del partido va unido al desplante que Bonig ha sufrido al ser utilizada como recolectora de unas propuestas que luego fueron desoídas. Una maniobra del presidente que invita a pensar que no tiene confianza, no ya en los barones del PP con los que lleva toda la legislatura con 'rifirrafes', sino tampoco en la 'número dos' del partido que nombró hace nueve meses.

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