
VALENCIA. Alfonso Rus es un animal político. Eso, que en los tiempos que corren no se sabe si es bueno o es malo, se pone en evidencia cada vez que al presidente del PP de la provincia de Valencia, de la Diputación y alcalde de Xàtiva le dan un atril o un micrófono para decir la suya. El problema con el líder popular es que igual muestra su lado más institucional o responsable como el más demagógico o electoral. Y lo hace sin despeinarse.
Este mismo sábado dio muestras de su bipolaridad en un mismo acto organizado por su partido. Tomó la palabra y se vistió con su traje institucional, casi como hombre de Estado -o de comunidad autónoma- para decir que su partido no puede someterse a la indiferencia del Gobierno central, aunque sean sus correligionarios. "Tenemos que levantar la voz sobre la deuda histórica porque nosotros no somos de rodilla en tierra", dijo Rus, en referencia a la negativa del ejecutivo que preside Mariano Rajoy a reconocer la infrafinanciación endémica de la Comunitat Valenciana.
Ahí estaba Rus, ejerciendo de líder responsable hasta que entró en campaña. Y soltó una de esas frases que tanto le gustan porque generan los titulares que le mantienen en el alero. "Si un tripartito gana las elecciones nuestra Comunitat pasará a llamarse Països Catalans, hablaremos catalán, nos dejarán la Comunitat hecha un desastre y no lo podemos consentir", aseguró.
Y así recogió los aplausos con una aseveración sacada de la manga. Algo que, en todo caso y vista su carrera, no parece importarle mucho cuando se trata de movilizar a su electorado. Mítica es aquella intervención en la que, arengando a sus compañeros de partido, aseguró que había ganado la alcaldía de Xàtiva gracias a que prometió llevar la playa a la capital de La Costera. "Y me votaron", dijo añadiendo un calificativo peyorativo a los que, supuestamente, había creído su promesa.
La cuestión es que en un partido como el PP preocupado por su desplome electoral y con la moral tocada por la dificultad para ofrecer a los electores proyectos ilusionantes tras casi 20 años en la Generalitat, el populismo de Rus acaba ofreciéndose como un salvavidas. Otra cosa es que funcione.