
VALENCIA. La crisis económica ha golpeado con virulencia a la mayoría de las instituciones públicas valencianas, y las universidades tampoco han sido una excepción. En los últimos años, los retrasos (que podían abarcar varios meses) en las transferencias económicas de la Generalitat Valenciana se han convertido en un problema endémico. La necesidad de pagar las nóminas (puntualmente) y a los proveedores (a veces con retraso) ya había provocado recortes en el pasado, que se han incrementado en los últimos meses, ante el deterioro de la situación económica.
Asociados: el eslabón más débil
El pasado miércoles 29 de febrero, la Universitat de València anunciaba una significativa reducción de grupos docentes (en torno al 10% del total) para el curso que viene, que supondría dejar de contratar a unos 375 profesores asociados.
La figura del profesor asociado estaba pensada inicialmente para atraer a la universidad a figuras provenientes del campo profesional (abogados, médicos, profesores de educación secundaria, ingenieros, periodistas...), que pudieran aportar sus conocimientos en algunas asignaturas específicas. Por su propia naturaleza, se entendía que los asociados son personas que ya cuentan con un trabajo externo a la Universidad, y que su vinculación con la misma es a tiempo parcial. El salario que perciben es, en consecuencia, modesto, pero también un buen complemento (catorce pagas de entre 250 y 500 euros al mes, según las horas de clase que impartieran) del sueldo que reciban en su trabajo.
Sin embargo, esta figura contractual tenía otra serie de ventajas para las instituciones académicas: resultaba mucho más barato contratar asociados que personal a tiempo completo (ayudantes, titulares, catedráticos...). Y, además, también era mucho más fácil despedirlos, puesto que las plazas podían renovarse anualmente y, por el tipo de contrato, no comportaban ninguna indemnización. Así que las universidades se dedicaron a contratar cada vez a más personal eventual, que en algunas carreras llega a asumir el 50% de la docencia, e incluso más.
Para hacernos una idea: actualmente, y según datos que pueden consultarse en su web, la Universitat de València cuenta con 1.326 profesores asociados (más otros 378 de tipo asistencial, adscritos al área de Ciencias de la Salud), por 492 profesores ayudantes y 1876 profesores funcionarios (568 catedráticos y 1308 profesores titulares). La reducción de 375 plazas de asociado, por tanto, no es en absoluto menor. Implica despedir (o no contratar) a la quinta parte de los profesores asociados, sobre todo a aquellos en situación de interinidad, cuyos contratos han de renovarse anualmente.
Un comunicado... ¿triunfalista?
Conviene dejar claro que el margen de la Universitat de València, y en realidad de cualquier Universidad, es, a estas alturas y con el nivel de recortes que se está pidiendo (y que viene impuesto por las administraciones públicas), muy pequeño. La Universitat no puede despedir a los funcionarios, y resulta mucho más oneroso hacerlo con los contratados a tiempo completo. En este contexto, el despido de asociados es la solución más fácil para reducir personal. Y, al menos en teoría, despedir asociados no implica dejar a estas personas sin trabajo.
Dicho esto, el comunicado con el que la UV anunciaba el recorte resulta, como mínimo, sorprendente. Se trata de un anuncio que ha causado un significado malestar entre el personal de la Universitat de València, y no sólo entre los profesores asociados. No únicamente por la amenaza del recorte en sí, que afecta a bastantes personas y, comprensiblemente, pocos verán con buenos ojos. Sino, sobre todo, por la sorprendente explicación de los recortes, que se presentan casi como si fuesen una buena noticia; y, además, como una cuestión menor.
En el comunicado, el despido de 375 personas se evalúa en estos términos: "La disminución de grupos representa alrededor de un 10% del total, y permitirá dejar de contratar unos 375 profesores asociados". Y, más adelante: "Estos ajustes permitirán reducir el número de grupos y, en consecuencia, la necesidad de contratar profesorado asociado. El ahorro por este concepto podría situarse alrededor de los 3.600.000 euros".
Por explicar con claridad el problema que, a mi juicio, tiene esta manera de plantear las cosas: cabría esperar, de una institución pública, a la que además se le suponen determinados valores morales inherentes a su actividad, que explicara los recortes con un mínimo grado de empatía con las personas a las que les puede afectar. Con el reconocimiento de la labor realizada en la Universitat por parte de estos profesores, y no sólo congratulándose por el ahorro que supone dejar de contar con ellos.
Ante las críticas aparecidas en los medios de comunicación y el malestar de muchos profesores, la Universitat ha enviado un segundo comunicado en el que informa de que, en realidad, estos recortes no implican despedir a ningún profesor. Pero esto es una verdad a medias, derivada de la propia naturaleza precaria de estos contratos, que se vuelven a convocar cada año. Aunque a muchos de ellos accedan siempre, año tras año, los mismos profesores en situación de interinidad.
El futuro: más y peores recortes
Por desgracia, si la situación no mejora es posible que estos no sean los únicos recortes de personal que se produzcan. La experiencia en otras universidades (en particular, en Cataluña, donde comenzaron a darse hace varios años) muestra que las siguientes "líneas rojas" que pueden atravesarse podrían afectar a los becarios de investigación y a los profesores ayudantes. Es decir: a los contratos de formación con vocación de permanencia en el sistema universitario, como profesores e investigadores. Toda una generación que, ante las dificultades económicas, se está viendo paulatinamente abocada a marcharse a otros países o a dedicarse a otras cosas. Un desastre de proporciones mayúsculas para la Universidad.
#prayfor... #PortadasABC
La semana pasada comentábamos, al hilo de las protestas de estudiantes en Valencia y la represión policial, el exceso demagógico en el que estaban incurriendo varios medios de comunicación conservadores. En particular, tres periódicos que tienden a dirigirse al mismo espacio ideológico, y con similares armas (desaforado amarillismo sensacionalista): La Gaceta, La Razón y ABC. Considérese esta portada de ABC del pasado jueves 1 de marzo:
La cosa no merece mucha explicación. Al parecer, el PSOE, con Rubalcaba al frente, se ha pasado las últimas semanas quemando contenedores y enfrentándose a los antidisturbios, pese a lo cual la policía no ha detenido, que yo sepa, a un solo militante del PSOE involucrado en estos actos. Porque así de malévolo y sinuoso es el PSOE; mucho, a decir verdad, para sacar tan magro resultado como los 110 escaños del 20N.
Así lo entendieron los internautas, que ante semejante portada enseguida decidieron proponer nuevos posibles temas al periódico, en torno al hashtag #portadasABC, siempre tratando de desvelar la fundamental maldad del PSOE. Por ejemplo, se descubrió por fin que el PSOE estuvo detrás del accidente de Fukushima, en Japón, del asesinato de Kennedy o de la muerte de Manolete. Que el PSOE contribuyó a la extinción de los dinosaurios. Y que, en afortunado resumen de @Ludens76, "El PP es culpa del PSOE".
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(*) Guillermo López es profesor titular de Periodismo en la Universitat de València