Daniel Matoses es un valenciano que ama su tierra, lleva en el corazón a su ciudad natal, Sueca. Desde sus veranos en Las Palmeras a la recogida del arroz en septiembre, cita a la que nunca falla. Amante del Mediterráneo, actualmente pasa sus veranos entre el Perelló y Calpe.
5/08/2017 -
VALÈNCIA. Más de 20 años al frente del sindicato CSIF en la Comunitat Valenciana, Daniel Matoses es el ejemplo de que el tesón, el esfuerzo y la constancia tienen su fruto. Desde muy joven trabajó, obtuvo su plaza de funcionario, se implicó en el mundo sindical y está presente allí donde se le llama: medios de comunicación, eventos solidarios o acciones reivindicativas.
—Naciste y te criaste en Sueca, ¿cómo recuerdas los veranos de niño?
—Los veranos los recuerdo con un grandísimo cariño, transcurrieron en la playa de las Palmeras de Sueca, entre el Perelló y el Mareny. Ahí estuve veraneando hasta los 27-28 años. Estábamos en una casita en primera línea de playa, las olas golpeaban en el muro de la casa, parecía que estuvieras en un crucero porque desde el comedor veías el mar. Éramos cuatro hermanos y aunque no conocí a mis abuelos, vivíamos como unos tíos abuelos, y además con los vecinos formábamos una gran familia, compartíamos absolutamente todo.
—Como tantos otros, el verano era sinónimo de mar y playa…
—Y de pesca, recuerdo que íbamos a una roca que estaba ubicada dentro del mar a poca distancia de la arena, a unos 20 metros, la Peñeta del Moro se llama. Y ahí pescábamos y cuando veíamos una barca de madera, enseguida ayudábamos a sacarla del mar al embarcadero y nos sentíamos importantes. También pescábamos desde la orilla.
Apenas llevamos unos minutos de entrevista y mi interlocutor, persona a la que conozco hace algunos años me sorprende con un dato de su biografía que desconocía: “de los 11 a los 15 años estuve en el Seminario de Moncada y no tenía veraneos”.
—¿Alguna anécdota que recuerdes con especial cariño?
—Sí, me acuerdo que cuando iba a pescar a la orilla, unos vecinos me llamaban para merendar con la única intención de distraerme y mientras ataban una lata de conserva al anzuelo, y luego me decían “mira mira, hemos visto un ramat de peces y creo que ha picado algo”, y ahí que iba yo con toda la ilusión y me encontraba con la lata de atún. Aunque he de reconocer que mi padre sí que era un gran pescador, volvíamos con doradas y lubinas espectaculares a casa.
— Me has comentado que estuviste algunos años en el Seminario, ¿qué impronta dejó ello en tu carácter?
—Fue una experiencia muy importante, generó un hábito de estudio, trabajo y disciplina, imprimió en mi vida unos valores muy importantes para desenvolverme. En verano seguíamos estudiando y practicando deporte. Allí nos prohibían estudiar por la noche y nos poníamos debajo de la cama con linternas a estudiar. Luego cuando salí y en mi casa podía estudiar cómodamente, prefería salir por las noches, contrastes propios de las vivencias del momento.
—La adolescencia tras la experiencia del seminario, ¿fue una época de rebeldía o no?
—Fue una época maravillosa, seguía veraneando en Las Palmeras, se celebraban unas verbenas al aire libre hasta que se construyó una barraca, todos los veranos se celebraba de la Virgen de Agosto. Con gran simpatía recibíamos a los primeros extranjeros que venían a la playa, tuve un gran amigo sueco, las señoras mayores se escandalizaban con las jóvenes que usaban el bikini. Recuerdo con especial cariño e ilusión que en aquellos años la ida (y vuelta) del pueblo a la playa era todo un acontecimiento porque cargábamos todo en un tractor y un remolque: colchones, mesas, sillas, agua potable, … era trasladar toda tu vida.
—¿Tu vinculación con Sueca sigue siendo tan intensa como en tu infancia y adolescencia?
—Completamente, nuestro período estival siempre finalizaba a principios de septiembre que coincidía con las fiestas de Sueca –Virgen de Sales, 8 de septiembre– y la recolecta del arroz. En esos días se multiplica la población, mucha gente de otras provincias venía a trabajar en la recolecta. Ahí se acababa el verano pero eran unos días muy intensos y divertidos, éramos muy felices.
Entre recuerdos de los veranos y a modo de valoración sobre cómo evoluciona la sociedad, Daniel Matoses, quien conoce bien el sector de las comunidades de vecinos, destaca cómo en aquellos años de juventud había una gran convivencia con orden, afecto y solidaridad entre los vecinos frente a las tensiones tan habituales hoy en día.
—Te casas con 24 años, ¿y a partir de ahí comienzas a veranear en el Perelló?
—El verano del 69 y en una de esas fiestas que organizábamos los jóvenes en Las Palmeras, fue cuando empecé a salir con mi mujer, es decir, formalicé la relación con mi mujer y desde entonces llevamos 48 años casados. Ella veraneaba en el Perelló y entonces decidimos ir un mes a las Palmeras y otro al Perelló. A los pocos años compramos un apartamento en Mareny de Barraquetes donde hemos pasado dos décadas maravillosas.
—¿Cómo eran los veranos en Mareny de Barraquetes?
—Ahí hicimos grandes amigos, pasamos grandes veranos y conocí a personas que han sido muy importantes en mi vida, además es el lugar donde se han criado mis hijos. En los años 80, en la Playa del Rey celebrábamos unas fiestas divertidísimas entre varios edificios de apartamentos, los niños y mayores, chocolatás, karaokes, bailes, concursos de disfraces. Eran una delicia. Creo que hoy en día se ha despersonalizado un poco el veraneo y sólo se va con los amigos más próximos, es una pena que se haya perdido esa forma de veranear
—Con tanto arraigo y vinculación a la zona de la Ribera Baja ¿cómo llegas hasta Calpe?
—Nos fuimos de viaje a Alicante –donde yo había trabajado unos años– tres parejas de amigos y al pasar por Calpe decidimos parar y visitar el Peñón de Ifach y me conquistó la belleza de esa zona. Creo sinceramente que las mejores playas de España son las playas alicantinas que se encuentran en la zona comprendida entre Altea y Dénia, y con los años y visitando otras playas, he constatado que es así, la Costa Blanca es un auténtico paraíso.
—¿Qué ha significado Calpe en tu vida?
—Creo que Calpe es la gran desconocida de los valencianos, porque las otras ciudades de la Costa Blanca son más populares entre los valencianos. Calpe tiene unas aguas cristalinas maravillosas, hay playas de piedra y arena, es un lugar estupendo para navegar y sobre todo desconectar de la ciudad y el trabajo. La distancia respecto a la ciudad me ayuda mucho a descansar y disfrutar plenamente de los veranos. Todo el día en familia, con mi mujer y mis hijos, también con buenos amigos. Además intento participar en la vida local, el pueblo de Calpe es maravilloso y sus fiestas se celebran en agosto.
—Sueca, la siega del arroz, el Perelló, Calpe….¿cómo da tiempo a todo?
—Solemos estar de julio a septiembre en el Perelló y en agosto vamos unos días a Calpe y en septiembre siempre voy a Sueca a la siega. Este año queremos hacer un viaje por las Baleares porque me encanta el Mediterráneo junto a mi familia. Cada vez somos más, disfruto de mi nieto y estamos esperando otro, el verano es una época preciosa para la convivencia y en el mediterráneo sabemos disfrutarlo.
Rosa Sanchidrián, rectora de la Universidad Europea de Valencia, nos habla de sus veranos y experiencias únicas que la hacen intimista, generosa y apasionada por la lectura y la cultura. Su vínculo con Castilla y su amor por el Saler, su refugio de contacto con la naturaleza y el mar.
Sandra Deltell, socia responsable de PwC en la Comunidad Valenciana y Región de Murcia, además de vicepresidenta de EVAP, es sin duda una de las mujeres líderes en el mundo económico y empresarial en nuestra tierra. Una viajera incansable que ha elegido Dénia como lugar donde volver cada verano.
Carlos Pujadas, empresario con larga experiencia en el sector IT, fundador y presidente ejecutivo de LÃBERIT es un apasionado desde niño del mar, navega por el Mediterráneo todos los veranos, pero también se relaja en los Pirineos y saborea su amor por la montaña.