Tras el éxito de la exposición sobre la 'Escuela Valenciana', Daniel Torres regresa al IVAM con una muestra sobre 'La casa', su trabajo más personal, y lo hace con una carpeta llena de proyectos
El 9 marzo se inaugura en el IVAM la segunda de las exposiciones dedicadas al cómic y, tras la coral VLC. València Línia Clara, el museo se centra en uno de los autores participantes en esa muestra, Daniel Torres (Teresa de Cofrentes, 1958), para explorar su universo creativo a partir de una obra ambiciosa y poliédrica, La casa. Crónica de una conquista (Norma, 2016). Un gran proyecto que ocupó la vida de casi seis años del dibujante valenciano, muy alejado de sus creaciones habituales. La casa abandonaba el terreno de la ficción fantástica que tantos éxitos le había reportado con la saga de Las aventuras siderales de Roco Vargas para profundizar en dos de las grandes pasiones del autor, la arquitectura y la historia.
Por primera vez, el cómic sería el lenguaje elegido para un ensayo sobre la historia del hogar en un inmenso proyecto, titánico, que obligaría a Torres a realizar una profunda investigación sobre la historia cotidiana, desde el Neolítico a la actualidad, que transitaría desde lo social a los avances tecnológicos, componiendo un retrato sobre las bambalinas de la historia, sobre esa humanidad que sufrió y padeció la Historia, pero nunca apareció como protagonista de las grandes gestas.
Un reto que además le obligaba a analizar todas las posibilidades del cómic para ahondar en el ensayo y en la divulgación histórica, para comunicar. Torres aprovecha la obra para hacer un inmenso recorrido por la evolución de la narrativa dibujada, desde las primeras expresiones gráficas al cómic, usando las técnicas y formas de cada momento histórico para ahondar en los diferentes momentos de la cronología del hogar. Pero va más allá: inserta de forma natural diagramas, esquemas, planos e ilustraciones como recursos narrativos propios de la historieta para conseguir la función divulgativa buscada. El resultado es un libro tan voluminoso como atípico, que huye de clasificaciones para entrar en una categoría propia que abre camino a futuros cómics.
Tras dos años de recorrido, la exposición del IVAM (La Casa. Crónica de una conquista. caso de Estudio) sirve como parada y reflexión sobre una obra especial para el cómic y para el autor, pero también punto de inflexión dentro de su carrera.
—Dos años después de su publicación, ¿qué queda de ese inmenso esfuerzo que te ocupó seis años de trabajo exhaustivo?
—Al final tardé casi ocho años, nueve si contamos que el libro surge de una conversación con el editor de Norma, Rafa Martínez, en agosto del 2008. La verdad es que con el tiempo transcurrido, se me ha olvidado, pero el libro está ahí, presente y cuando lo veo ahora pienso: «¡qué barbaridad!». Este proyecto era como una reválida, como una especie de trabajo de fin de carrera de mi trayectoria y actúa como un reset a mi trabajo, como un nuevo comienzo.
—Tras La casa, Daniel Torres apenas para y comienza una labor frenética que se inicia con el diseño de la cafetería/restaurante Glups! de Barcelona, al que sigue una gran cantidad de trabajos paralelos: una nueva exposición de obra pictórica en París y, por supuesto, nuevos trabajos de historieta e ilustración. Muchos de esos trabajos fueron en paralelo a La casa.
—Pero tras acabar La casa, tengo que seguir y no paro: primero hago Tom en Barcelona, un nuevo Roco, que aparece en marzo, enseguida, y estoy trabajando ahora también en la celebración del 40 aniversario de Norma, con un cartel y un cómic del que estoy acabando el color digital, mientras termino un proyecto de otro tebeo para final de año y ya tengo el guión del siguiente.
—El libro es un proyecto atípico, que no tiene como objetivo el comprador habitual de cómics, sino que busca otro tipo de lector, apartándolo de los canales habituales de venta para intentar encontrar su público. Al igual que tú afrontaste un reto creativo, para la editorial también suponía un desafío. Ahora, tras el éxito, viene la reflexión: ¿qué destacarías de toda esta aventura editorial y creativa?
—Realmente, el libro se ha vendido muy bien, ya está a punto la tercera edición. Pero es verdad que ha llegado a más gente que no es compradora habitual de cómic, que lo compra por valores ajenos al cómic, acercándose a él por la historia de la vida cotidiana. Eso me ha gustado mucho, pero también los comentarios en los que se ve el libro como una compilación de lo que se puede hacer con el lenguaje del cómic, que es algo que yo realmente quería hacer. Creo que llegar a la tercera edición de un libro tan extraño dice mucho a favor de él.
Todavía queda conseguir que se venda fuera de España, aunque a mitad de año sale por fin en China. Toda una sorpresa; es una editorial de libros de arte que ha apostado por él. Tengo mucha curiosidad por ver cómo quedará el libro finalmente en chino.
—Apenas dos años después, La casa se convierte en una exposición en el IVAM. ¿Esperabas que tu obra terminara expuesta en las paredes de un museo?
—Como tiene tanto material desde el principio se pensó que en cualquier momento se podía hacer una 'expo' o integrarlo dentro de una exposición sobre mi obra. Pero pensaba que sería dentro de un salón o festival del cómic, no que la exposición se haría en museo, y menos en el IVAM. La verdad es que estoy muy contento con que el IVAM haga una muestra específica de La casa.
—Tras La casa, vuelves a tu creación fetiche, a Roco Vargas, el personaje que ha acompañado tu trayectoria creativa desde 1983.
—Realmente no lo hago después de La casa, sino que trabajo en Roco los fines de semana, mientras trabajaba en ese libro. Por eso, también quería hacer algo diferente, volver a los orígenes de la serie, al color directo, con originales de gran tamaño. Precisamente la parte de color la hice terminando La casa. ¡Eran mis vacaciones del trabajo extenuante que hice en La casa! Es un Roco dominguero...
Roco Vargas nace en 1983, en las páginas de la revista Cairo, como avanzadilla de la revolución que lideraría la publicación dirigida por Joan Navarro: a Torres se unirían más tarde las firmas de Calatayud, Sento, Micharmut, Mariscal y Mique Beltrán para protagonizar una rebelión estética basada en la limpieza de línea clara y en la renovación de los géneros. En su momento recibieron el nombre de Nueva Escuela Valenciana, una etiqueta afortunada en su momento, aunque poco aceptada por sus protagonistas, pero que definía bien que ese grupo de artistas era el eje vertebrador de una nueva forma de entender la historieta.
Tritón, la primera de las aventuras de Vargas, avanza precisamente en esa relectura del género, en una ciencia-ficción fascinada por la estética de los cincuenta que juega al homenaje irónico desde el respeto a los clásicos como Flash Gordon de Alex Raymond. A lo largo de los cuatro primeros álbumes de la saga, Torres hace evolucionar su personaje y su estilo hasta lograr firmar con la conclusión del primer ciclo en 1987 uno de los mejores tebeos de la historia del noveno arte español: La estrella lejana. Trece años después, Torres volvería al personaje con un nuevo ciclo de aventuras iniciado con El bosque oscuro, en el que se mantiene el espíritu inicial de la serie, pero con una visión más madura, en el que la evolución de Torres como autor se refleja a la perfección.
—Hasta ahora, las aventuras de Roco han funcionado a modo de ciclos, dos sagas de cuatro álbumes que aparecen en periodos relativamente cortos de tiempo. ¿Ocurrirá lo mismo en esta nueva trayectoria del personaje y este álbum es el inicio de un nuevo ciclo?
—En este caso es un poco distinto, voy a incluir un poco de suspense, porque hay un reset del personaje, un reinicio, quizá un final. Estoy esperando a ver la reacción de los lectores, de los críticos, para ver qué hago con él. Piensa que aunque llegará para el Salón de Barcelona de este año (mayo), lo terminé en verano del 2016 y ya casi lo tengo olvidado. Veremos qué hago tras la reacción; lo que sí que haremos es aprovechar para hacer una edición facsímil de pocos ejemplares, una artist edition firmada y numerada, con bocetos y trabajo previo, en la que los lectores podrán ver cómo se modifica la obra desde las primeras ideas hasta la publicación final.
Tengo algunas ideas de lo que podría ser la continuación, pero nada es definitivo, a la espera del feed-back que comentaba. Lo que sí tengo más definido es que haré un spin-off de la serie con el personaje de Archi Cuper, un detective privado que aparece en El misterio del Susurro y que protagonizará una serie con Los casos de Archi Cuper. La primera entrega tendrá como título El futuro que no fue, de un artículo que escribí para la revista Cairo, donde hablaré sobre la nostalgia de la época de las revistas de cómic y mezclaré ciencia-ficción y género negro, con cameos de Roco Vargas y otros personajes.
—Comentabas antes que estás trabajando en tu siguiente cómic, que aparecerá a finales de año si todo va bien. ¿Puedes avanzar algo de ese proyecto?
—Estoy terminando una historia sobre Picasso, en la que aprovecho las declaraciones en las que afirmaba que le gustaba el lenguaje de los cómics para crear una historia, donde también lo incluyo en la Guerra Civil, hablando de ese momento donde le nombran director del Museo del Prado en 1936, de un museo sin cuadros, porque se habían trasladado al extranjero por la guerra. Pero la historia será bastante compleja, el relato tratará sobre el encargo que hace el pintor a un dibujante francés para que haga un cómic. A partir de ahí, iré cambiando estilos para contar una historia dentro de otra historia, que a su vez cuenta otra historia dentro. Me lo he pasado muy bien dibujándola y espero que esté terminada para finales de año.
Parece evidente que la pasión de Daniel Torres por contar historias continúa intacta y que sus próximas obras seguirán explorando y reflexionando sobre la necesidad de la ficción en el ser humano, eje de un discurso que empapa toda su obra, desde Roco Vargas a la monumental El octavo día, todo un homenaje que eleva el oficio de contador al Olimpo de los dioses.
Con la exposición del IVAM, que podrá visitarse hasta el 4 de junio, los lectores podrán entrar en las interioridades de su proceso creativo, en el profundo y prolongado trabajo que lleva desde el esbozo de una idea hasta su plasmación en una página final.
VALÈNCIA.- Pese a ser uno de los grandes nombres de la llamada Línea Clara, el primer éxito de Daniel Torres (el detective Claudio Cueco) apareció en El Víbora, abanderada de la llamada Línea Chunga, prueba de lo absurdo de algunas etiquetas. Desde el principio Torres jugó en su propia liga. Con Opium se arriesgó con uno de los primeros intentos de apostar por el formato americano del comic book. Mientras, su obra traspasaba fronteras y su Roco Vargas llegó incluso a las páginas de la edición americana de Heavy Metal. Además, fue el único dibujante español que participó en The new adventures of Spirit (1997), editado por la mítica editorial Kitchen Sink y con guión de Alan Moore. También ha participado en la serie Sandman y ha dibujado a Batman.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 29 de la revista Plaza