Lo mismo se mete en política que se apunta a un reality show. La valenciana Daniela Requena aceptó la oferta del PSPV de asumir el área de LGTBI, para aprovechar su condición de trans y dar visibilidad al colectivo
VALÈNCIA. Nacida varón hace treinta años, licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense, la valenciana Daniela Requena (Daniela Sirena para sus cientos de miles de seguidores) es una de las referencias de la comunidad trans. Todo comenzó cuando decidió compartir en Tik Tok su cirugía de reasignación sexual. Desde entonces, se ha convertido en un ejemplo del viaje hacia la normalización de todo el colectivo. Metida en cien fregados —el último, Pesadilla en el paraíso, un reality; el anterior, un cargo político y, en medio, la publicación de su autobiografía con la editorial Planeta—, tiene un discurso elaborado, inteligente y lleno de humor. Sueña con el día en que ser trans deje de ser noticia pero, mientras, lucha para que esa fecha llegue lo antes posible.
— ¿Cómo te has convertido en un símbolo de la comunidad trans? De tu discurso, llama la atención cómo normalizas y desestigmatizas esa etiqueta.
— En mi caso, siempre digo que he tenido mucha suerte, porque mi trayectoria personal en todo momento ha ido acompañada de un completo apoyo familiar, social, y la mía ha sido una transición positiva. Te miento si te digo que en algún momento alguien no me haya gritado «¡travelo!» o que haya vivido una situación concreta más o menos dramática o conflictiva, pero no ha sido nada si me comparo con otros chicos o chicas trans, que han tenido el rechazo social y familiar, que han tenido que recurrir a la prostitución o que tienen que pasar situaciones muy duras que yo no he vivido. He tenido una vida normal, he pasado por las mismas situaciones tristes o dramáticas que han tenido mis amigas cisgénero. Lo típico que te has enfadado con una amiga, te han llamado gorda y te ha sentado mal… pero nada más. Yo he querido compartir mi historia, la de una persona normal, con amigos normales, que fue a la universidad, que viaja, se relaciona con chicos… pero con el matiz de que soy trans.
— Escribiste Mamá soy mujer, tu biografía, antes de que te nombraran secretaria del área LGTBI y Diversidad del PSPV en Valencia. Lo hiciste siendo una tiktoker con cientos de miles de seguidores y cuentas cosas muy íntimas que alguien podría usar en tu contra. ¿Te arrepientes ahora que tienes un cargo público?
— No. La propuesta de hacer el libro me la hicieron hace unos dos años, cuando se me conocía solo por mi labor en las redes sociales, pero escribir era algo que no me planteaba porque a mí me gusta ser periodista en televisión. Lo que pasa es que si por el camino te llega una propuesta como esta, es difícil de rechazar. Además, te abre la posibilidad de llegar a otro público. Luego, me llegó la propuesta del PSOE, aunque tampoco me había planteado entrar en política. De hecho, en la carrera tenía la asignatura de Comunicación Política y yo pensaba «¿para qué quiero yo esto?», y mira, secretaria de LGTBI de València.
— ¿Cómo lo llevas?
— Bien, pero la verdad tampoco hago mucho [se ríe]… como no cobro.
— Como Santiago Abascal, pero él sí que cobra.
— [Risas] Digamos que, con mi mensaje en redes, de momento, me vale. La verdad es que tampoco tengo un supercargo ni creo que lo vaya a tener a largo plazo. No quiero ser alcaldesa ni nada. De hecho, ni quiero seguir progresando en la política ni creo que tenga mucho futuro en ella. Soy una trans dentro del mundo de la política, y mi mensaje puede cobrar más fuerza por el respaldo de un partido. Además, me gusta el PSOE porque gracias a los socialistas hemos avanzado mucho en derechos sociales. Pero, insisto, no quiero seguir progresando en política… al menos a día de hoy.
— Cishetero, transgénero, intersexual, demisexual… ¿Crees que la forma de expresaros dentro del colectivo puede alejaros de algunas personas que no entienden de qué habláis?
— Sí, desde luego. Por eso es tan importante desarrollar estos conceptos y hacer que la gente los comprenda para que nos entiendan. Me gustaría ayudar a que las personas ajenas al colectivo LGTBI sepan cómo nos sentimos.
— Sin embargo, a veces incluso vosotros os perdéis con tanta letra.
— Más que un público muy amplio hay que pensar que existen muchos públicos diferentes a los que llegar. Quizá una madre no entiende muchos conceptos relacionados con este colectivo, ni muchas de las definiciones que usamos, pero me sorprende lo claro que lo tienen las nuevas generaciones. Cuando voy a un instituto a hacer una charla, sí que saben qué es ser no binario, cis, trans, queer, heteronormativo… ¿Se nos entendería mejor si usáramos conceptos que ya existieran? No lo sé, porque son conceptos que antes no existían socialmente y ha habido que ponerles un nombre. Es verdad que si lo hacemos más sencillo llegamos a más gente, pero se pierden los matices, y viceversa. Poco a poco el lenguaje también se normalizará.
— ¿Te molestan las etiquetas?
— A mí no me gustan las etiquetas, pero en este momento si no etiquetamos no visibilizamos. Por ejemplo, si a mí no me etiquetan como tiktoker trans no estoy visibilizando la figura de trans. Cuando me nombraron para el cargo me decían que no hacía falta, que yo era más cosas, por ejemplo, periodista. Y es verdad, pero si no me presentas como tiktoker trans no visibilizo al colectivo. Espero que llegue un día en que no haga falta, pero en estos momentos sí es necesario.
— ¿Llegará ese día?
— Sí, pero de momento estamos en una etapa de transición y sí es necesario.
— ¿Cómo es el momento en el que descubres que eras mujer?
— Cuando tenía cuatro o cinco años, sin conocer lo que eran las palabras homosexual o transexual decía «quiero ser mujer». Luego llega un momento en el que te vas descubriendo a ti misma, y te das cuenta de que, como chico, te atraen los hombres, y empiezas a descubrir que eres homosexual. Pero tenía la mosca detrás de la oreja porque no me sentía atraída por chicos homosexuales. Yo fantaseaba con vestirme con vestidos. Tienes muchos miedos; de decírselo a tus padres y que lo pasen mal, a pasarlo mal tú. Cuando ya lo tenía claro y tenía cita con el endocrino, uno de mis grandes temores era cómo decírselo a mis padres porque sabía que lo iban a pasar mal, aunque sabía que lo aceptarían. Tenía miedo a que sufrieran por mí, ellos que me lo habían dado todo; y yo se lo pagaba como una hija trans. Pero luego no fue así, fue todo comprensión.
—Pero miedo hay siempre, ¿no?
— Claro. A todo. A cómo te van a aceptar, a si sale mal la cirugía... Mi padre me dijo: has hecho lo que has querido, eres buena persona, has estudiado. Yo me preocuparía si te drogases, si robases… pero es verdad que la sociedad muchas veces no está preparada. Es verdad que ahora está mucho más que antes, pero aún queda camino por recorrer.
— Pero en tu libro te desnudas totalmente. Supongo que no sabías que ibas a tener un cargo cuando lo escribiste. Es que cuentas todo, hasta lo de las lavativas, y ya te digo que es difícil no imaginarte en ese trance.
— A mis padres les dije que en el libro había mucha ficción [se ríe].
— Y luego está tu nepe, que parece que sustituya a una palabra que te duele pronunciar.
— No, no estoy negando que tenía pene. Empecé a usar esa palabra por Tiktok. En esa red tienes que ser muy sutil y si dices ‘pene’ —¡ya ves!— te pueden censurar, así que le llamé nepe. La verdad es que el mío ya no sé ni dónde está y eso que la gente me decía que lo donara, que era muy grande.
— Modestamente…
— Jajaja. De verdad, mucha gente me decía «dámelo, dámelo». Pero no tengo ningún trauma con eso.
— ¿Y no da miedo quitárselo?
— ¡Qué va! Para mí entrar en quirófano fue maravilloso. De hecho, cuando hablo del ‘hombre de mi vida’ no es mi novio, es mi cirujano. Revolucionó mi vida, mi sexualidad. Recuerdo que el día de antes de la operación tenía los mismos nervios que la noche de Reyes, esos nervios de cuando tienes seis años y sabes que vas a tener regalo. Era el día que iba a cambiar mi vida. ¿Un poco de miedo? Sí, pero cuando empieza a hacer efecto la anestesia es como cuando estás en Amnesia Ibiza, todo te da igual. Y luego vives un proceso de recuperación de mes y medio, y ya está, hasta el día de hoy. Contenta y feliz como una perdiz, disfrutando de mi sexualidad al máximo.
— Y no se nota nada.
— Nada, tengo un chocho como cualquier mujer. Si pudiera te lo enseñaba [se ríe] pero si te interesa el vídeo de mi vaginoplastia está en Youtube. Eso sí, si eres aprensivo no te lo recomiendo, porque hay momentos que ni yo sé si estoy viendo mi vaginoplastia o La matanza de Texas. Está ahí para los curiosos.
— Pero es complicado saberse mujer y tener pene.
— Es verdad que antes de la operación no me sentía en sintonía con mi pene, pero no era una disforia muy fuerte, aunque ya tenía claro que quería operarme y es verdad que no me gustaba mantener relaciones sexuales con hombres que solo estuvieran conmigo por el pene. Me parecían como buitres sexuales que solo estaban conmigo por el morbo. Quería estar con hombres que quisieran estar conmigo solo como mujer.
— ¿Hasta qué punto es importante la operación para poder sentir que se ha completado la transición?
— La operación no completa la transición en el sentido de que los genitales no definen la identidad de género. Es una opción totalmente voluntaria. Hay mujeres con vagina y con pene, y hombres con pene y con vagina. Que alguien no quiera reasignarse no le hace menos hombre o menos mujer que una persona cisgénero.
«No quiero ser alcaldesa ni nada. De hecho no quiero seguir progresando en la política ni creo que tenga mucho futuro en ella»
— Además de un carácter que te ha ayudado, también lo ha hecho trabajar en ambientes donde había mucho respeto y tolerancia con la identidad sexual.
— Sí, en general en los medios de comunicación la gente tiene la mente bastante abierta. Hay mucha tolerancia y no sé qué hubiera pasado de haber estudiado Derecho. No lo sé, igual hubiera sido lo mismo. Pero yo he trabajado en medios como Cuore poniendo los «Aarg» o en Sálvame, y allí mi sexualidad no era ningún problema. Si por algo me caracterizo es por mi naturalidad y lo normalizo todo. Si me preguntan por qué no lubrico lo explico, cuento cuando un chico en la cama se dio cuenta de que era trans o cómo en Tinder explicaba que yo era una chica kínder, que tenía sorpresa. Naturalizando y contando estas situaciones les quitamos el estigma social.
— La transición de mujeres a hombres es menos conocida, ¿no?
— No sabría decir el motivo, pero es así. También pasa, o pasaba, que los hombres homosexuales son más visibles que las mujeres homosexuales.
— Eres una referencia para la gente joven trans, esa que se enfrenta a un futuro incierto. Supongo que te llegarán testimonios que ponen los pelos de punta.
— La verdad es que, en general, me cuentan cosas muy bonitas, como que les resulto inspiradora, que mi ejemplo les ha ayudado mucho. Sí que hay gente que lo pasa muy mal, pero también es verdad que cada vez es un proceso menos dramático: se nota que vamos avanzando hacia la normalización.
— ¿Hay la misma normalidad en un pueblo pequeño que una ciudad grande?
— En las grandes ciudades es más fácil. Eso no va a cambiar y va a ser así siempre. Los pueblos irán siempre unos años por detrás, y siempre habrá gente que se vaya de su pueblo a Madrid o Barcelona y florezca, salga del armario. Espero que avancemos y que eso pase cada vez menos. Ese día llegará.
— ¿Pensaste alguna vez que lo más reaccionario no viniera de la ultraderecha sino del feminismo? Hay un sector que es muy duro y particularmente cruel.
— Afortunadamente es un pequeño colectivo del feminismo, que hace mucho ruido, porque lo que dicen son estupideces de tal calibre que es imposible que no se hagan virales, pero que no tienen ningún sentido. Para mí el feminismo es la lucha de todas las mujeres unidas, al margen de orientación e identidad de género. No entiendo el mensaje que quieren dar, es un mensaje contradictorio: Si eres una trans como yo que me he hormonado, reasignado, que soy presumida y coqueta, estoy sexualizando la mujer. Si, por otro lado, no te quieres hormonar y no te quieres maquillar, eres un hombre disfrazado. Es un mensaje inútil y sin sentido, así que lo que hay que hacer es apartarse de él. El problema también se dio en el PSOE y se alejaron de ese grupo. Pero mira, pese a que ese mensaje está ahí, seguimos avanzando y cada vez tenemos más derechos.
— ¿Qué te parece la llamada Ley Trans?
— Me parece una ley supernecesaria que, además, se ha redactado tras consultar con muchas organizaciones dentro del colectivo. Es una ley que hacía falta, que va a facilitar la vida a mucha gente, que eliminará obstáculos para las personas trans y que les ayudará a ser más iguales y más felices. Además, es una ley que se parece mucho a La Ley de Identidad de Género de Argentina, que lleva diez años en vigor y que ha demostrado su eficacia, así que no hay motivo para pensar que aquí no va a funcionar igual de bien.
— Cada día te ofrecen algo nuevo. ¿Hacia dónde va tu futuro profesional?
— Mi objetivo profesional es la televisión. Pero no sé, igual Planeta vuelve a confiar en mí e igual hay una segunda parte… o a ver qué otra cosa me sale. No soy de las que dejan pasar un tren, me subo a todos.
— ¿Y te gustaría dejar atrás eso de ser referente?
— No me importa: siempre voy a ser como soy, aquí y cuando estaba de camarera en Nueva York. Si por mis actos pierdo el puesto, no me importaría, pero no voy a cambiar. También puede ocurrir que deje de ser referente porque ya no hace falta. Eso sí sería maravilloso porque significaría que hemos normalizado tanto la transexualidad que ya no le importa a nadie.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 96 (octubre 2022) de la revista Plaza