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'no es amor'

Dansa València desvela su última sede: el metaverso

29/03/2022 - 

VALÈNCIA. Cuando hace unos días se presentó la nueva edición del festival de Dansa València uno de los datos clave de la programación -que recupera cierta normalidad tras la pandemia- fue que se desarrollará en 19 espacios. Sin embargo, hubo uno que no estaba en el listado oficial. Es sede, sí. Oficial, también, pero no está en la ciudad. Ni en esta ni en ninguna y, a la vez, en todas. Se trata del metaverso. Probablemente hayan escuchado hablar mucho, sobre todo en los últimos meses, de este concepto, un espacio digital que se plantea casi como una suerte de espejo de la experiencia física, un mundo en el que cada usuario, a través de un avatar personalizado, puede desarrollar relaciones y consumir productos o experiencias de manera virtual, un proyecto que sigue en desarrollo y que abre nuevas posibilidades a los sectores culturales. De hecho, gigantes de la industria musical, como Ariana Grande o Justin Bieber, ya han coqueteado con las posibilidades de este nuevo espacio virtual, un lugar que también quieren explorar otros creadores.

Será Dansa València quien abra la puerta desde València gracias a su colaboración con el grupo de investigación Atenea de la Universitat Politècnica de València (UPV), que desde el pasado mes de febrero está poniendo su experiencia al servicio del festival para llevar a cabo su primera experiencia en el metaverso. La pieza que servirá de 'conejillo de indias' será No es amor, de Lara Misó, un proyecto que lleva meses tomando forma desde Espai LaGranja y que tendrá, además de un pase físico en el Teatre Rialto, otro virtual. Y lo de 'conejillo de indias' no es baladí, pues en todo esto hay una sensación de estar explorando un terreno todavía desconocido, un espacio cuya potencialidad está todavía por conocer. "El metaverso está todavía por desarrollar, estamos en los albores. Esto tiene mucha relación con algunos videojuegos como League of Legends o Minecraft, cuyos usuarios están muy acostumbrados a la experiencia interactiva inmersiva. El metaverso es un paso más allá", explica Nuria Lloret, catedrática de la UPV y responsable del programa de investigación Atenea.

Foto: José Jordán.

"La diferencia está en que cuando juegas todo lo que adquieres -vestidos, herramientas, etc- se quedan en el videojuego; en el metaverso no. Conforme vaya avanzando esto permitirá que cada usuario tenga sus propiedades digitales con las que podrá ir de espacio en espacio, sea a un concierto -que ya se han hecho muchos- o a otros. Además permite ir  a eventos que no puedes ir de forma analógica interactuando con otros avatares o comprar merchandising, no es un vídeo de YouTube", relata Lloret. De esta forma, esta 'versión' permitirá a los usuarios virtuales visualizar partes de la pieza así como una selección de fotografías, un material con el que se podrá interactuar -y pasear- gracias a las gafas de realidad virtual, aunque también han planteado una versión para ordenador de sobremesa o tablet. Este proyecto tiene que ver con la experimentación tecnológica, sí, pero también con una cuestión histórica en las aguas culturales: la creación de público.

"Aunque es algo muy ajeno a mí, es una oportunidad maravillosa para llevar la práctica a otro plano", explica la coreógrafa Lara Misó a Culturplaza. "Nosotras contamos con un público que está alrededor, con una puesta en escena muy personal; el metaverso apoya esta idea de llegar al espectador de otra manera. Al final, el vínculo principal es la interacción con el público". Este nuevo espacio virtual abre las posibilidades, sí, aunque en todo momento sus impulsoras hablan de una convivencia y no de una sustitución de un espacio por el otro. "Lo presencial no va a desaparecer, no se puede perder la experiencia de poder ver bailar delante de nosotros. Lo que se vive en un escenario no no los va a quitar nadie. Pero es verdad que esto puede hacer que llegues a unas audiencias que no están a tu alcance", añade Lloret. 

Foto: José Jordán.

Curiosamente este experimento se da con una pieza que, tal y como describe Misó, se basa mucho en lo "analógico". Tanto es así que hasta la música que se reproduce en cada pase es un vinilo. El proyecto, que se podrá ver la próxima semana en el Rialto, parte de un laboratorio de investigación que llevó a cabo el pasado otoño en Espai LaGranja, un lugar desde el que, a través de distintas sesiones, tomó forma lo que acabó siendo No es amor. La pieza explora, a través de la danza contemporánea, la figura geométrica del círculo desde todas sus perspectivas: espacial, corporal y compositiva. La construcción del espacio, a partir de la escenografía de Luis Crespo, es clave, una suerte de "planeta" que las bailarinas habitan en su núcleo y donde, alrededor, se ubica el público, con una visión que recorre los 360 grados del escenario. 

La pieza se inspira en el trabajo de la artista japonesa Yayoi Kusama, uno de los iconos de la creación contemporánea, para la que la figura del círculo es clave. "La mayor parte de su obra se genera a través de la acumulación de pequeños círculos. Me fascina cómo con un único patrón se pueden generar paisajes tan diversos", relata Lara Misó. A partir de ese punto, la pieza trabaja a través de los distintos simbolismos vinculados a una figura que tiene que ver con la comunidad, el éxtasis o lo infinito, aunque una resalta por encima de las otras: la obsesión. "El círculo es una figura infinita, es muy liberador en un aspecto, pero también muy desquiciante porque nunca llegas al punto final, ¿dónde está frontera entre amor y obsesión cuando estás muy entregado a algo?". Cuestión de fronteras, sea física o virtual, lo importante es que siga la danza, y en València queda mucha por ver. 

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