Foto: KIKE TABERNER.VALÈNCIA. Fue en 1988 cuando Dansa València puso su primera piedra. El festival celebraba entonces su edición inaugural con el objetivo de convertirse en el punto de encuentro de público y compañías, un nacimiento que venía en paralelo a la fundación de la Asociación de Profesionales de la Danza de la Comunidad Valenciana, del Circuito Teatral Valenciano o la Mostra Internacional de Mim de Sueca, un caldo que fue cocinando poco a poco la escena de artes escénicas ‘marca València’. Sin embargo, tras el auge llegó la caída. Con el cambio de siglo la marca se diluyó hasta acabar por desdibujarse del mapa cultural valenciano. El proyecto, sin embargo, no desapareció del todo, sino que permaneció dormido hasta 2017, cuando se recuperó con una suerte de edición ‘cero’ que iría cogiendo fuerza primero bajo la dirección de Mar Jiménez y, ahora, de la bailarina y gestora cultural María José Mora, encargada de revitalizar un festival que bebe de su historia pero que también se configura con un nuevo espíritu que quiere atender a las necesidades actuales del sector.
Así, el festival va dando pasos adelante sobre un terreno todavía por explorar, un camino que se empezó a trazar en los primeros años de esta nueva etapa y que ahora quiere dar su siguiente (gran) paso poniendo el foco en las acciones vinculadas a la profesionalización e impulso del sector, un pilar que se antoja cada vez más protagonista y no tanto como un complemento a la exhibición. Dansa València ya no es una semana al año. Este es el gran objetivo de María José Mora, que asumió la dirección del festival en 2021, apenas unas semanas antes de la celebración de la edición de ese año, la de transformar la cita en algo más que una semana de actividades, convirtiéndola así en una marca paraguas que integra distintas acciones vinculadas a la creación de un mercado de las artes escénicas.
Esto se ha traducido en acciones de nuevo cuño que han puesto el foco en la formación previa, con proyectos como ‘Elevator Pitch’, un taller destinado a compañías y artistas para que aprendan a presentar sus proyectos escénicos; ‘Pitch&Match’, una sesión para favorecer la visibilidad de la creación valenciana, o un ‘Speed Dating’, una jornada de encuentros entre agentes culturales de distintos territorios y creadores y compañías de danza valenciana. “Queremos ser, más que un festival, un departamento más de danza”, relata Mora en conversación con Culturplaza. En este sentido, una parte importante del nuevo proyecto era expandirse en el tiempo, dejar de ser solo un festival encajado en unos días concretos y devenir en una “plataforma estatal” de relación y apoyo con el sector que actúe durante todo el año.
Así, la última convocatoria también sirvió para testear el proyecto Impuls a la Dansa, que este año ampliará su red a más municipios, un proyecto enfocado en la formación en danza de un colectivo de programadoras y programadores de espacios escénicos municipales y las estancias y mediaciones remuneradas de artistas y compañías valencianas profesionales en los municipios implicados. La renovada misión de Dansa València es convertirse en la “plataforma de danza contemporánea estatal” y diferenciarse así de las grandes citas de la danza en España, en gran medida centradas en la exhibición y la producción de espectáculos. Y esto pasa por reconfigurar su proyecto desde dentro y, también, por encontrar a los aliados idóneos para que el proyecto dé el salto definitivo.
Este camino está impulsado económicamente por el Institut Valencià de Cultura y apoyado por el Ayuntamiento de València y el Teatre Escalante, un listado de entidades que se quiere ampliar con contactos que pasan por la Fundación SGAE, con la que ya se trabaja en formalizar un convenio de colaboración, o una ampliación de la implicación del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM), que ya participa a través de una ayuda concedida por un proceso de concurrencia competitiva, una interlocución que quiere hacer entender el festival en el plano nacional como un “proyecto estratégico”.
La visión como “mercado” y “plataforma” pasa también por el aumento de las relaciones con otras citas y centros como Graner Barcelona, Palma Dansa, Tenerife LAV o el teatro belga KVS Bruselas, con el que Dansa València impulsó hace unos meses una residencia, cuya primera beneficiaria ha sido bailarina, coreógrafa y productora cultural Inka Romaní. Así, explica la directora, el festival ha doblado la asistencia a ferias estatales, como Grec, Dferia, Cádiz en Danza o Temporada Alta, y ha comenzado a estar presente en ferias internacionales como Tanzmesse o Tanz im August, al tiempo que ha entrado en proyectos como el programa de mediación y educación Ornitorrinco, un proyecto impulsado por la Red Española de Teatros, Auditorios, Circuitos y Festivales de Titularidad Pública, de cuya Junta Directiva ha pasado a formar parte Mora.
El camino es de ida y vuelta, algo que se ve en el número de profesionales que ha atraído el festival en los últimos años. En este sentido, el volumen de profesionales de la gestión, el comisariado, la distribución y la comunicación cultural se ha triplicado desde el pandémico 2020, en el que se computó la presencia de 49 profesionales frente a los 149 de 2022. En 2021, por su parte, se acogieron a 72 profesionales. Cabe destacar el aumento que se refiere a la presencia internacional, que pasa de un único invitado a una veintena. Sobre internacionalización, de hecho, va una de las novedades de la edición de 2023, que se celebrará el próximo mes de abril, en la que se impulsará un servicio de consultoría que trabajará con en torno a cinco compañías con el objetivo de ayudar a llevar sus proyectos más allá del ámbito nacional. Con todo, Dansa València continúa preparando el terreno para el proyecto, festival incluido, que quiere ser.
