El Festival 10 Sentidos programa en el CCCC el solo The Very Last Northern White Rhino
VALÈNCIA. El creador escénico Gaston Core es un oyente fiel del podcast matutino de The New York Times, The Daily. En enero de 2021 escuchó un relato del periodista Sam Anderson en el que detallaba cómo, tras enterarse de la muerte del último macho de los rinocerontes blancos del norte, voló a Kenia a observar la vida cotidiana de las dos hembras supervivientes. “Me llamó la atención el proceso de extinción funcional de ambos animales. La única función vital de Najin y Fatu es vivir su vida, sin perspectiva de continuidad para su especie. Son el testimonio latente de una especie ya extinguida. En este momento de angustia e incertidumbre globales, la manera en que el periodista las describía me trajo mucha tranquilidad. El hecho de que las rinocerontes sean completamente indiferentes a su destino me transmitió la idea de encontrar la paz en la inmanencia, en la idea de la propia existencia”, detalla Core.
Aquella escucha se le quedó prendida del pensamiento, a la espera de poder ligar las emociones que le había despertado a alguna creación escénica. El día llegó cuando conoció al artista de Costa de Marfil afincado en Barcelona Oulouy.
Aquella anécdota sobre la pérdida de biodiversidad le sirvió como punto de partida para una investigación formal sobre los distintos estilos de danza urbana de los que es especialista el bailarín: krumping, finger tutting, waving y afro.
El solo resultante se titula The Very Last Northern White Rhino y está programada los días 22 y 23 de mayo en el Centre del Carme, en el contexto del Festival 10 Sentidos.
La obra es una apuesta metodológica que persigue incidir en las dinámicas y en las formas de las disciplinas manejadas por Oulouy. “El objetivo es conseguir la esencia expresiva, despojando las danzas urbanas de patrones y clichés ya conocidos”, explica el creador.
Dentro del espectáculo hay dos partes diferenciadas, la ejecutada con las partes altas del cuerpo, torso, brazos y cabeza, y en la que emplea la cadera, las piernas y los pies. La primera tiene una carga más dramática, y la segunda resulta más jovial y festiva.
“Esto nos ayudó a crear un arco emocional. El montaje empieza con cierta carga y acaba de una manera muy luminosa y enérgica, invitando a la gente a bailar”, avanza Gastón Core, quien ha trasladado a Oulouy de las calles a los escenarios y a su baile urbano a un contexto de danza contemporánea.
Como consecuencia, sus movimientos son más contenidos y su energía, habitualmente desbordante, está refrenada. “No le he dejado soltarse en ningún momento y ahí está la belleza de su baile, que resulta muy conciso, expresivo y para nada reconocible. No se puede decir que es 100% danza urbana. Se intuye algo, pero no hay movimientos precisos”.
A través de la coreografía, al argentino le gusta sugerir imágenes que no resulten unívocas. Nada más arrancar la obra, por ejemplo, el espectador se encuentra ante un hombre en posición de rezo, pero al minuto, la danza se vuelve más geométrica, desmontando esa percepción inicial.
“A la audiencia le proponemos un viaje en el que la forma abstracta interpela al contexto cultural y social de cada cual, con lo que cada uno ve imágenes muy concretas y diferentes”, explica el bailarín y director.
En el juego de instantes bailados, el público puede intuir un recorrido interno en Oulouy y percibir que se descubre solo, entra en furia, se agota, vuelve a resurgir y, de alguna manera, festeja la vida.
El poso del reportaje sobre los rinocerontes está presente en la obra, pero no de una forma obvia, puesto que la pieza no trata de contar una historia cerrada ni unidireccional.
“Hay una cierta poética ligada a la extinción y a la soledad de cada individuo”, expone el también director artístico de la Sala Hiroshima de Barcelona, quien aclara que la situación de fragilidad del teatro que fundó y dirige desde 2015, que en diciembre perderá su sede actual, no se evoca en el montaje.
The Very Last Northern White Rhino no parte de una vivencia personal, sino de un momento de zozobra que se extiende a la totalidad del planeta. En ese contexto, Core aspira a aportar un mensaje positivo, lleno de belleza, y donde pesa la idea de persistencia.
“Siento que es un momento interesante para reflejar, desde un lugar de fuerza y de luz, la necesidad de salir adelante, de retomar y seguir”, valora Core.
La imagen que se le viene todo el tiempo a la cabeza es la de la escena final de Kirsten Dunst en el drama apocalíptico de Lars Von Trier Melancolía (2011): “Me sugiere la idea de afrontar la vida de una manera descarnada. La vida se despoja de lo que le es inherente, la reproducción, y se convierte en existencia pura y dura”.
El creador escénico avanza que la propuesta que trae este fin de semana al Festival 10 Sentidos forma parte de un díptico. Su reverso será un espectáculo de calle con 11 bailarines de kathak, la danza clásica de la India. El conjunto asumirá el papel de mediador entre dioses y hombres del coro griego en la cultura clásica.
Esta segunda pieza también evoca la extinción. El grupo de bailarines ejercerá el papel de mensajeros, advirtiendo de lo que le puede ocurrir a los seres humanos.
En cuanto a los rinocerontes blancos del norte, comparte Core que se está trabajando en una gestación subrogada a partir del semen congelado del macho desaparecido y los óvulos de la hembra más joven, cuyos embriones se implantaran en una rinoceronte de otra especie. “Pero esa es otra historia de ciencia ficción”.
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