Cuando el CDTI hizo públicos los principales datos del cierre del programa Horizonte 2020, quise averiguar por qué la empresa con sede en España que más proyectos había captado en esos siete años había sido… francesa: Atos. En fin, la causa agente era tanto la eficiencia de su oficina de gestión de proyectos, como la decisión nuestras grandes corporaciones nacionales de echarse a un lado y no competir por unos proyectos de I+D que, en muchas ocasiones, no logran demostrar su viabilidad económica a corto plazo.
La causa final de ese liderazgo de Atos Research & Innovation (ARI) era, no obstante, la que me interesaba. Qué pretendían, cuál era el beneficio. Hablé con ellos. Me explicaron que su visión estratégica consiste en usar el conocimiento que se genera en esas convocatorias para hacer contribuciones a otras áreas de la compañía.
Ese bagaje intelectual, ese pulso sobre lo último, interesa a la comunidad científica de expertos de Atos, a la que se le pide que anticipe la evolución de las tecnologías; a los comerciales, que organizan workshops de innovación con clientes y tienen que saber explicar el valor de situarse en la vanguardia; y nutre de contenido los showcase que se organizan en el Business and Technology Innovation Center. Atos ha aprendido a sacar partido a su trabajo de captación de ayudas europeas... transformándolas en intangibles, claro.
Visito la sede del Centro de Investigación Príncipe Felipe, un proyecto cuya semilla puso en los años 60 el profesor Gerónimo Forteza al crear el Laboratorio de Citogenética y que adquirió su condición actual de fundación adscrita a la Conselleria de Sanidad en 2005, con el impulso financiero de la entonces Bancaja y, de forma casi testimonial, de la Generalitat. En estos 17 años, el CIPF ha pasado de hacer las cosas a lo Francisco Camps, es decir, de fichar a figuras con sueldos estratosféricos y ponerlos en el escaparate, a quedarse en un limbo político y vivir con cierta sensación de indiferencia sobre su futuro por parte de la Generalitat.
En un momento dado, el centro trató de convertirse en un espacio de coinnovación, y albergó un proyecto de parque empresarial al que se dio entrada a compañías de base científico-tecnológica. Hoy, la mayoría de las que ocuparon despacho y laboratorio han ido abandonándolos, la disponibilidad presupuestaria no ha acompañado. Excepto dos. Una de ellas es Atos.
Sigue allí porque el CIPF no ha dejado de trabajar y de producir conocimiento. Hoy cuenta con 24 grupos de investigación. Pese a sus limitaciones, porque no puede acceder directamente a fondos Feder, continúa siendo receptor de un importante volumen de subvenciones para investigación, cuenta con laboratorios únicos en la Comunidad Valenciana, un superordenador y aspira a conseguir la acreditación como Centro de Excelencia Severo Ochoa.
De alguna manera, si aplicáramos el criterio del Atos Research & Innovation, el CIPF está ahí para generar ese conocimiento que puede extenderse a muchas áreas de la innovación y la formación científica en la Comunitat Valenciana. Es cuestión de visión estratégica por parte de la Generalitat y del colectivo empresarial, ahora que parece haber un resurgir del interés por la ciencia entre sus miembros más destacados. Hace falta que más compañías y dirigentes, aparte de Boluda Corporación Marítima, que forma parte del patronato y del órgano de gobierno, se asomen por el centro. Por este y por el resto de nuestros laboratorios.
Contribuir a que el CIPF se convierta en un Centro de Excelencia Severo Ochoa sería un buen comienzo para recuperar el tono y reequilibrar una relación entre la Generalitat y un espacio de investigación en el que se han invertido muchos recursos (algunos de los cuales alcanzan ya el momento de su renovación).
Hay pasos sencillos en ese sentido. Si se prevé que el coste de la energía en el CIPF alcanzará los 1,2 millones de euros en 2023, debido al alza de precios, prácticamente un tercio del presupuesto que asigna cada año la Generalitat, quizás está justificado que reclame una subida de esa aportación en apenas un millón de euros más. El enfoque sobre este tipo de entes es siempre variable: tan pronto son un lastre si los vemos como un gasto, como se convierten en una palanca si los vemos como una inversión.