VALÈNCIA. Lo dijo la presentadora de À punt, Jessica Crespo; querían que hubiera confrontación. Y la hubo. Los cinco candidatos a la alcaldía de València con representación en el hemiciclo municipal participaron en un intenso debate en la televisión pública. En él los candidatos de la oposición (María José Catalá, del PP, y Fernando Giner, de Ciudadanos) se beneficiaron de la desunión mostrada por los representantes del Govern de la Nau (el alcalde Joan Ribó, de Compromís; la candidata socialista, Sandra Gómez; y la de Unidas Podemos, María Oliver), que parecían en ocasiones más enfrascados en lanzarse dardos los unos a los otros que en responder a sus oponentes ideológicos.
El debate se inició con una primera alocución de Gómez en la que reivindicó las tareas realizadas por los departamentos que controlaba el partido socialista, como Hacienda, con la reducción de la deuda como hito, y puso como ejemplo de su capacidad de consenso los acuerdos llegados en el PEC del Cabanyal, consensos que garantizó que se extenderían a la Movilidad, el área que más polémicas ha suscitado durante la legislatura. Ribó, al igual que hizo antes Gómez, lanzó una pulla al PP por el cierre de la televisión pública valenciana, y se felicitó de que por fin había un debate. Habló de un modelo de ciudad, de un nuevo urbanismo más allá de metros construidos, que en lugar de ser una crítica sutil para su compañera de gobierno sirvió para que Catalá, con ganas de guerra, se lanzara a degüello a las primeras de cambio.
“Usted habla de proteger la huerta cuando han reclasificado un millón de metros cuadrados de huerta”, le dijo. Tras aludir a que no había cumplido sus compromisos con los vecinos de la Punta y recuperar la huerta que ahora ocupa la ZAL… le dijo que no tenía credibilidad. “Para ustedes Urbanismo ha sido bloquear, bloquear, y no han sabido sacar adelante el plan de Benimaclet, el del Cabanyal, han paralizado Ciutat Vella...”, le acusó. Catalá fue acto seguido a la crítica pragmática del día a día, y entró en materia. Dirigiéndose al alcalde, le culpó de los accidentes, los atascos. “Han convertido una ciudad cómoda en una ciudad colapsada. Apostamos por un proyecto de ciudad que no pase por la tiranía de la bici”, dijo.
La apuesta de María Oliver por un Urbanismo que se dedique a generar vivienda asequible y a abandonar el modelo especulativo del PP, quedó soslayada por el ataque a la Movilidad, uno de los arietes de la oposición, en el que se centró Giner. “Un sí a la bicicleta y al carril bici, no al caos; sí a la movilidad sostenible, no a los martillazos ideológicos del señor Grezzi”, aseguró. Dando ejemplo de su buen conocimiento del funcionamiento de la EMT comenzó a enumerar las líneas de los barrios que más distantes están del centro. Benimàmet, Campanar, La Torre, Torrefiel... y lanzó promesas concretas sobre el transporte público, uno de los temas estrella de todo el debate.
Ribó recogió el guante de Catalá y a la primera que pudo le echó en cara que “hace poco tiempo que está en València y no se ha mirado los números”, y matizó su comentario sobre la recalificación de terreno de huerta. Intentó explicar su apuesta por Movilidad Sostenible haciendo mención a la calidad de vida, la salud… “El transporte es uno de los grandes causantes del cambio climático”, recordó. Y se quedó sin tiempo de hablar de los osos polares pero al menos sí pudo decir que también estaba a favor de que la gente se pudiera mover libremente como quisiera, como abogaba Giner.
Catalá, que tenía cogido el hueso del Urbanismo, volvió a insistir en él. “La ZAL y la Punta están igual que cuando usted llegó”, le dijo al alcalde. Tras su ataque a la Movilidad emprendido según lo previsto, la sorpresa, el primer giro de la noche, llegó cuando la candidata de Unidas Podemos María Oliver admitió que el carril bici de Ruzafa estaba mal hecho. Tras dejar bien claro que para ella los debates sobre Movilidad eran una cuestión electoralista y que consideraba que la crisis climática era un reto común, por lo que el cambio en la Movilidad es insoslayable, apuntó que quizás se había olvidado que el eje de la Movilidad debía ser el peatón, y admitió que se podían haber cometido "errores". Giner saltó de felicidad. Le estaban dando la razón.
No habían pasado ni 14 minutos de debate y ya se le veían las costuras al Govern de la Nau. Fue la primera vez pero no la última. Durante todo el debate los ataques entre los dos bloques, derecha e izquierda, fueron salpimentados por las pequeñas pullas entre socios de gobierno. Al comentario malicioso de María Oliver de que por fin Sandra Gómez y los socialistas se habían dado cuenta de los problemas de vivienda y la presión turística, Gómez replicó con un zasca tuitero: “Está bien criticar, pero está mejor trabajar”. Y Oliver, cuando pudo, dolida, le recordó: “Estaría bien trabajar, pero con AUMSA”, en referencia a la empresa municipal que era competencia socialista. Aquello parecía Juego de Tronos.
Otro de los momentos calientes del debate llegó a la hora de hablar de pactos. Jessica Crespo no les dejó a los candidatos decir la obviedad de que salían a ganar y que no pensaban en pactos, recurso habitual. Segó la hierba bajó los pies a los candidatos y les pidió que desvelaran sus cartas. Hubo codazos entre Ribó y Gómez por cuál de los dos partidos era el que permitía mejor el consenso. Ribó invocaba a que todo quede como está, “porque hay gobiernos de coalición que funcionan, y en el de València la diferencia es que lo lidera Compromís, que es quien mejor gestiona las coaliciones”. Mientras, la candidata socialista puso en valor que la diferencia eran ellos, que ellos estaban en este gobierno, y dijo que su partido era el único inclusivo.
Catalá lo tuvo fácil y se presentó como la única que no pactará con la izquierda, lanzando la primera de sus pullas a Ciudadanos por si tiene la tentación de pactar con los socialistas. “La descoordinación entre ustedes es una evidencia”, les dijo a los miembros del Govern de la Nau; “tienen batallitas de protagonismo”. Con aplomo le preguntó a Ciudadanos si pactaría con Gómez. Poker face de Giner. 10 puntos para el realizador.
“Unos dicen que me voy a la izquierda, otros a la derecha… Eso es lo que pasa cuando uno está en el centro y está en un proyecto moderado”, dijo Giner robándole el eslogan al PP. “La pregunta es a Compromís y PSOE: ¿Qué piensan hacer con València? València no es moneda de cambio. ¿Ya se la han repartido?”. A cambio de que Ximo Puig sea presidente de la Generalitat, especificó. Y ya encendido le preguntó a Gómez: “¿Será Grezzi concejal de Movilidad?”. Sin duda, el regidor trending topic de la legislatura.
Ribó en cuanto pudo enfocó la duda sobre Ciudadanos y le preguntó a Giner, como había hecho con Catalá, si tendría por socio a los innombrables de Vox, a los que no se mencionaba, como si temieran que por hacerlo fueran a aparecer por ensalmo. “¿Pactarán con los del diccionario? Que lo tenga claro todo el mundo”, le preguntó. Y Giner dio una rápida descripción de su ideario. “Nada con nacionalistas ni pancatalanistas”, “defender la Constitución”, y, “por supuesto, y puede estar todo el mundo tranquilo, no vamos a ceder ni un solo milímetro en los derechos sociales y civiles que hemos alcanzado entre todos”. “El señor Ribó lo sabe, pero al señor alcalde le gusta jugar al despiste”, añadió. Y a cada alusión a un futuro pacto con Vox, “el innombrable”, Giner les afeaba un posible prepacto entre Compromís, Unidas Podemos y PSPV-PSOE. “¿Se han repartido ya las concejalías?”.
En ese contexto, María Oliver, como Pepito Grillo, llamó la atención a sus socios de gobierno y les criticó su triunfalismo porque, dijo, los triunfalismos pueden dar un resultado negativo para la ciudadanía. “Tenemos un problema y es que está en juego si València sigue avanzando”. Tras definirse como la llave de un gobierno progresista, aquello sonó a rebato, e invocó a la participación, clave en el resultado electoral.
Quizás consciente de ello, sus socios de gobierno la tomaron entonces con Giner. “Usted es una sucursal de Barcelona de Ciudadanos”, le dijo Gómez. Y Giner la cogió al vuelo para reivindicar al PSOE de Felipe González, y lo contrapuso con el de Rodríguez Zapatero, con quien había estado en un mitin este lunes tarde Gómez. “Usted en el 82 era de Fraga que pactaba con Blas Piñar”, le recriminó Gómez. Esa dolió. Rifirrafe y Giner pidiéndole al “tripartito” que se calmara. “Así”, dijo señalándoles, “en el pleno, cuatro años”.
La hora de los impuestos dio pie a conversaciones de ping pong. Ribó se burló de que el PP hablara de rebajar impuestos cuando en el pasado los incrementaron.
—Ustedes subieron en 2014 el IBI un 10% —dijo a la candidata popular.
—Eso es mentira; es una revisión del catastro —le replicó Catalá a Ribó.
—Entérese usted.
—No, entérese usted. Me lo dijo el otro día en otro debate y es mentira.
—Nosotros no hemos subido el IBI a ninguna vivienda. Usted subió la deuda municipal en Torrent un 77% (lo dijo tres veces, para que quedase claro)
—Pero hicimos inversiones —saltó Catalá, —no como usted.
—En este Ayuntamiento no se roba ni se despilfarra.
—No toleraré ninguna acusación de corrupción.
—Usted tiene 10 imputados en su grupo municipal.
—Usted ha estado imputado [por la encuesta fallera, quedó absuelto].
María Oliver, lejos de disfrazarse con piel de cordero, dejó muy claro que su proyecto incluye impuestos (“son garantía de equidad social”) y apostó por una tasa turística para que los valencianos tengan un mejor servicio “para quienes nos visitan y para quienes viven en la ciudad”. Igualmente aludió a que el IBI debía ser una herramienta para controlar las viviendas turísticas.
Por su parte Gómez, tras dejar claro que “a menos impuestos, peores servicios”, cebada ya con “las derechas”, les atacó acusándole de que proponían lo mismo en todas las ciudades lo que demostraba que no tenían proyecto de ciudad. E incidió que esas revoluciones fiscales suponían quebrar los ayuntamientos, algo de lo que dijo que el PP tenía experiencia.
A esto Giner replicó con su tono humanista, yendo directo a las emociones y focalizando sus ataques en el alcalde. “Me gustaría que el tripartito pensara en las familias que llegan a fin de mes con unos recursos muy escasos. Hay que auditar las cuentas del Ayuntamiento. Hay que bajar los impuestos, y hay que hacer política social, hay que dar asistencia a domicilio”. Giner estimó su revolución fiscal en 70 millones algo que dijo que era posible controlando los costes. “Lo que es muy fácil es subir los impuestos. En València existe desigualdad entre los barrios. Han dejado desamparados a muchos barrios”, le recriminó al alcalde Ribó.
Gómez le criticó a Giner que bajar los impuestos lo puede hacer cualquiera y le aseguró que con, las cuentas en la mano, su rebaja quebraba el Ayuntamiento. A las pullas lanzadas por Giner a la contratación de “amiguetes”, Gómez replicó con un expresivo “usted no se entera de cómo funciona el ayuntamiento” que se convirtió en leit motiv contra Giner, ya que lo volvió a usar después Ribó.
Catalá intentó retomar el liderazgo de la oposición, pero cuando quiso hablar del apoyo al cheque escolar y a la educación, Gómez tiró mano de historia y recordó que cuando era consellera de Educación más de 10.000 estudiantes perdieron sus becas. Se calentaron, Catalá le acusó de no haber construido ni un colegio y Sandra Gómez le recriminó ser la vieja derecha española clasista
Llegado el final Sandra Gómez pidió el voto para el PSPV-PSOE exhibiendo una encuesta que la daba como favorita. “Queda muy poco para que podamos ganar”, empezó, con un tono que sonó a que los políticos también están cansados de esta interminable doble campaña electoral. “Los cinco concejales del partido socialista hemos liderado la gestión del Ayuntamiento. Os pido el voto para una mujer del Marítimo, de familia trabajadora, a una de las vuestras, para que me pueda dejar la piel por la gente. Está bien poner a València en el mapa, pero está mucho mejor poner a los barrios de València en su mapa, ser una ciudad de todos y especialmente de todas”.
Ribó miró al pasado y echando mano de sus notas, leyó en casi todas sus intervenciones, recordó con tono didáctico. “Hace cuatro años las puertas del Ayuntamiento estaban cerradas. El balcón del Ayuntamiento era un palco VIP”. Habló de los 1.000 millones de deuda, de la vergüenza que pasaban los valencianos viendo a cargos públicos detenidos por asuntos de corrupción en todas las televisiones. “No somos perfectos y no lo hemos hecho todo bien” (atisbo de autocrítica), “pero somos gente honesta y trabajamos por una ciudad cada vez mejor. Planteamos honradez y valores. Quiero una València honrada, verde, solidaria, y por eso os pido llenar las urnas de sonrisas”, dijo. E hizo un amago de sonrisa.
Catalá fue la más americana de los cinco. “El voto sólo lo eliges tú”, dijo, despreciando las encuestas, y era inevitable pensar en el Tío Sam señalándote. “El PP es el único que puede frenar al partido socialista y a la extrema izquierda. Sé lo que quiero para València”. Y aquí tiró mano de currículum. Fue alcaldesa de Torrent, consellera y portavoz del Consell, y tenía que hacer gala de ello. “No pactaré con la izquierda. No subiré los impuestos, los bajaré. Bajaré los atascos. Me comprometo con València”, afirmó.
También miró al pasado Oliver. “Hace cuatro años la falta de oportunidades en esta ciudad me indignó”, y recuperó el concepto de los indignados. “El día 26 de mayo os pido que cuando votéis penséis en nuestras compañeras que han tenido que emigrar de la ciudad. En vuestras vecinas y vecinos que han tenido que huir de los barrios por un exceso de los precios de alquiler”. Las víctimas de la violencia machista, los jubilados que sostienen a familias, los niños que protestan por la contaminación... Oliver les evocó. “No me olvido de vosotras, porque soy una de vosotras. Sí se puede”, concluyó.
Giner, directo, se vendió a sí mismo. Valenciano, casado y padre de cuatro hijos, comenzó. Parecía la presentación para un concurso de televisión estilo Saber y ganar. “He sido emprendedor, empresario, profesor, director de una escuela de negocios, he estado 20 años como vicepresidente de Casa Caridad, la ONG del pueblo valenciano”, recordó. “Quiero una València cómoda y abierta, una València no sectaria. Hace ocho años se perdió el Banco de València, Bancaja, Feria de València”, apuntó en un recadito para el PP. “Por un cabreo se optó un tripartito”; todo el mundo hace pecados de juventud, parecía decir. “Si gestionamos bien, València no tiene límites”. Y, en cuanto acabó el debate, se fue directo a darle la mano a Ribó pasando por delante de los atriles.