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EL MURO / OPINIÓN

Decadencia y catarsis

La gran inversión mediática de la Comunitat Valenciana no estaba, como se está demostrando, en los impactos de los grandes eventos. No. Está en los presuntos casos de corrupción que nos ha puesto en la gran ventana del mundo. La mejor campaña publicitaria está en cuartelillos y juzgados frente a decenas de fotógrafos y cámaras de televisión. Salimos en todas las televisiones. Ahora sí estamos en el mundo exterior

7/02/2016 - 

Primero le cambiaron el nombre para suavizarlo: de “imputado”, que suena más contundente, a “investigado”, que es como no querer decir nada. Pero ni siquiera eso ha evitado que la lista de presuntos en asuntos de corrupción por estas tierras vaya en aumento y provoque la sensación de estupefacción que se descubre, ya no sólo en la ciudadanía sino también en los espacios de debate y análisis de las grandes cadenas nacionales de radio y televisión. Así todos los días.

Si antes de la existencia y después del cierre de RTVV la Comunitat apenas aparecía en los informativos nacionales salvo cuando se trataba de un suceso, una catástrofe o el típico reportaje sobre la fallas, ahora nos hemos convertido en un auténtico foco mediático. No es para menos y va a continuar largo tiempo con tantos frentes abiertos. 

Entonces nadie se sorprendía porque creían que no iba con ellos y menos cobrando de las arcas públicas. Es más, aplaudían a los hoy presuntos corruptos

Pero sorprende que los contertulios, alguno de ellos casualmente también se beneficiaba de los generosos emolumentos que percibían del ente autonómico –además de gastos de desplazamiento y dietas– por loar al antiguo partido en el poder en esas tertulias manipuladas que Canal 9 ofrecía, se rasguen a estas alturas la memoria cuando en esta autonomía los escándalos no son nuevos. Llevan pregonándose desde los medios de comunicación independientes desde hace muchos años, aunque nadie prestara atención. Entonces nadie se sorprendía porque creían que no iba con ellos y menos cobrando de las arcas públicas. Es más, aplaudían y ensalzaban a los hoy presuntos corruptos. Esa deshumanización hacia la causa política no hizo más que conducir a la impunidad.

El asunto se las trae. Que todo un grupo municipal del PP, como es el del Ayuntamiento de Valencia, esté siendo “investigado” o las tres diputaciones tengan a sus expresidentes y cúpulas de sus instituciones y empresas en el punto de mira es quizás lo más grave que ha sucedido en esta autonomía y sus principales ciudades desde la llegada de la Democracia. Una cosa impensable. Hasta el extremo de que no sólo un grupo consistorial pueda desaparecer del arco municipal como tal, sino del cisma y bochorno al que estamos asistiendo. Sería ya total en caso de que los concejales “investigados” se constituyeran en grupo mixto en pleno cisma al negarse a entregar sus actas si no van todos de la mano al hoyo. 

El escándalo es de nota, pero también lo es presenciar cómo hasta la parcela cultural, la educativa o la solidaria, tres de los pilares básicos de nuestro sistema junto al sanitario, hayan sido también saqueadas. A ver quién es capaz de explicar cómo es posible que en Ciegsa, la empresa encargada de construir colegios para eliminar barracones, tuviera unos sobrecostes de mil millones de euros y muchos ni acudieran a currar. Eso sí es de Tribunal Supremo Europeo, de Derechos Humanos y hasta de la Corte Penal europea, e incluso del de las Naciones Unidas ya puestos. Pero habrá que saber dónde ha ido ese dinero, multiplicado al estilo del ilusionista Juan Tamariz, por los presuntos malversadores.

Hasta salía de la “cultureta”

Me cuesta entender que hasta de la Mostra de Valencia, esto es la Fundación Municipal de Cine, un festival que el Gobierno de Rita Barberá cerró después de hundirlo y desvirtuarlo intelectualmente pese a los millones que allí se gastaron en traer estrellas en declive para que nuestras “autoridades” se hicieran fotos, pueda haber salido dinerito de forma sospechosa. Todos sabíamos que allí se vivía a cuerpo de rey, que se dice. E incluso que se pagaban fiestas privadas o cumpleaños a cuenta del contribuyente –las denuncias fueron públicas– se viajaba por todo el mundo e incluso se cargaban ramos de flores para celebrar efemérides y “fiestuquis” de la cuchipanda. 

Y para sorpresa, uno descubre que el que fuera vicepresidente del Gobierno, Francisco Álvarez Cascos –menudas exposiciones millonarias disfrutó con nuestra exalcadesa y Gobierno autonómico a cuenta nuestra– decía que ¨la política es el arte de impedir que la gente se meta en lo que sí le importa”. Buena síntesis de lo observable.

Pero me quedo mejor con Noam Chomsky, porque como él creo que la política, viendo lo que vemos, “es algo muy serio para dejarlo en manos de los políticos”. 

Resulta muy triste comprobar que después de la cantidad de millones que se han gastado por aquí en operaciones culturales de maquillaje apenas nos quede nada solvente o tangible

Un apéndice. Resulta muy triste comprobar que después de la cantidad de millones que se han gastado por aquí en operaciones culturales de maquillaje apenas nos quede nada solvente o tangible, salvo excepciones. El dinero se ha volatilizado en infraestructuras cerradas, espacios inutilizados, congresos sin memoria, premios a la vanidad y espectáculos para el olvido u olvidados pero encargados por el capricho del poder. Y lo peor, saber que quienes han colaborado en ello se regodeaban de su suerte nublados por su propia mediocridad.

Triste imagen la que nos queda. Sí, es cierto, hace falta una catarsis. Nos la merecemos. Ya no nos fiamos de nadie. Menuda impresión se llevarán nuestros bisnietos cuando estudien Historia de la Comunitat Valenciana. Si es que queda algo. Igual, como en “El planeta de los simios”, barracones enterrados en la arena. Pero a los conversos y vividores que repartían billetes de quinientos, de momento, fiscales y jueces. Muchos. 

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