CASTELLÓ. Algún crítico de arte llegó a decir que Peiró "copiaba" a Peiró, porque a pesar de la vanguardia de su obra, no se integró en ninguna de las escuelas que en la época aparecieron dentro del movimiento y, en cambio, consiguió alcanzar de manera autodidacta un estilo propio que preservaría toda su vida. Aunque, eso sí, el afán por descubrir nuevas caminos llevó a Fernando Peiró Coronado (Alaquàs 1932 – Benicarló 2011) a fundir la pintura con la poesía, la filosofía e incluso la música, contagiándose de las facetas artísticas de sus amigos y las lecturas que consumía. La primera gran retrospectiva dedicada a su obra así lo explica.
Con más de setenta obras, algunas incluso inéditas y desconocidas para su familia, el Museu de Belles Arts de Castelló acoge hasta el 22 de octubre una exposición donde se repasa su trayectoria vital y artística. Desde los inicios, que arrancan con un figurativismo chagalliano y, más tarde, con un postcubismo en la línea de Braque o Picasso, hasta adentrarse en un visión mucho más cosmológica e informalista. Todo esto sin descuidar el lenguaje integrador del artista que, como decimos, reunió diferentes disciplinas en un discurso conceptual basado en diferentes corrientes de pensamiento. Una mezcla de lenguajes que alcanzon su máximo apogeo a finales de los años 70.
"Fue un artista aislado dentro de su generación, pero muy vinculado con los focos artísticos de la vanguardia de Barcelona y Zaragoza. Coronado se convirtió en uno de los mejores artistas informalistas del territorio valenciano, en la línea del surrealismo de Dau Al set, la estética esotérica de Antoni Tàpies, el brutalismo de Geoges Bataille o la literatura de la tradición hispana", manifiesta la comisaria de la muestra, Silvia Tena, quien doctora en Histora del Arte ha investigado mucho sobre su obra.
Amigo personal de poetas como Fernando Ferreró o Emilio Gastón, Peiró Conorado conectó con el grupo literario Niké, liderado por los hermanos Miguel y José Antonio Labodeta, con quien colaboró en una serie de poemas visuales muy en la línea brosiana de la imagen-palabra. Pero además, a medida que su producción empezó a avanzar, también dedicó algunas de sus series a Kafka, Lorca, Pepe Hierre o Josep Igual. "Hay una serie de símbolos que poblarán sus obras (la luna, la noche, el toro o el agua) y también una infinidad de títulos en sus pinturas, que casi todas evocan referencias literarias", explica Tena. Es el caso de Poeta en busca de la palabra (1971), Noche en Granada (1998-2002) o la Serie Kafka en los campos de Praga (2004), donde el valenciano se identificó profundamente con el desasosiego y el pensamiento existencialista del escritor. Peiró reinterpretó una vez y otra a Kafka, su vida y su obra literaria.
"Las pinturas de Peiró rezuman la angustia de Kakfa o la lírica de poetas como Lorca, para acabar alcanzando una dimensión informalista con la que se acerca a los principios teóricos-estéticos del Art Autre", agrega Tena.
Así pues, sus lecturas sobre misticismo y su cosmovisión intimista, lo llevaron a alabar figuras como San Juan de la Cruz, el mundo de la magia, las musas, la noche y una constante que le acompañó durante toda su vida: la música. A través de esta, Peiró Coronado dio luz a lenguajes híbridos a mitad camino entre lo pictórico, la instalación y la performance. Aunque en un primer momento la música solo aparecía en un sentido icónico, en su periodo de madurez se elevó a algo más conceptual. No solo le empujó a rescatar colores y pigmentos, antes impensables, como los rojos vibrantes o los azules intensos; sino que además incorporó pentagramas e instrumentos musicales. Más tarde, se atrevería a crear piezas completamente mixtas.
"No se trataba tanto de trasladar al lienzo las diferentes impresiones recibidas de la audición, sino armonizar colores, formas, espacios, vacíos, volúmenes y luces com si fueran acordes comunes de un lenguaje primigenio que pintura y música compartían desde tiempo inmemoriales", expone la especialista en arte.
Así pues, uno de los grandes 'culpables' de esta serie de trabajos fue su amigo y músico vinarocense Carles Santos. Una tarde de 2008 el compositor se presentó en su casa con un reto: añadir el sonido al hecho pictórico. La vibración que la música produce en los cuerpos sólidos, en la materia, en definitiva. De ahí nació Amb l’acord de l’acord del cor (2009) una pieza que terminó convirtiéndose en la obra de madurez por excelencia de Peiró, por el cambio radical en su estilo. "El reto de crear una gran partitura para una composición de Carles Santos, que estaba destinada a sonar en un teclado incorporado al cuadro, lo llevó a replantearse muchos de los principios básicos de las leyes de la composición, tal como lo entendían los renacentistas y que él tanto respetó a lo largo de su producción. Fundir música con pintura (o pintura convertida en vibración) le provocaría un cuestionamiento en profundidad de sus principios creativos", agrega Tena.
Pero para entender cómo el artista llegó hasta aquí, hace falta conocer su pasado más gris. Cuando Peiró Coronado realizó su primera exposición, en Benicarló en el año 1955, España atravesaba una complicada posguerra que derivaría en dictadura. Unos años de censura y exilio en los que también se detiene la exposición del Museu de Belles Arts. De aquella primera etapa se recuerda como el pintor empezó vinculado al naturalismo, si bien muy pronto se alejó de él, al no sentirse atraído por el luminismo sorollista o los efectos de Porcar. En su lugar, se decantaría por una pintura expresionista y vanguardista. Los colores oscuros y la luz tenue y apagada, evocando la oscuridad de la España de momento, irían poco a poco yéndose. Y a partir de los 80 su paleta se haría más rica en color y en textura.
"Peiró Coronado ha pintado siempre contando con el espectador. En sus cuadros nos propone y pregunta incansablemente, con elegante astucia blanca : ¿Jugamos? Su compañía de pinceladas contra el tiempo nos ha hecho mejores. No ha precisado de grandes disposiciones escenográficas ni simulacros mediáticos para darnos su verdad de mentiroso con oficio, de hombre integrado en un tiempo no siempre amable, que ha sabido hallar la circularidad que enlaza cánones tradicionales con la inteligencia de una razón inquieta y una sensibilidad despierta, con pulso de absoluto, que desea todavía justicias cósmicas", describió desde el cariño el escritor Josep Igual hace unos años.
La muestra se completa con tres audiovisuales: uno en el que aparece Fernando realizando un cuadro a principio a fin y otros dos con amigos con los que colaboró. Además, en algunos de los cuadros se puede encontrar un código QR que nos lleva a la lectura personal que Josep Igual hizo de su obra.