Mainstream, indie, música infantil,… la sospecha del plagio planea igualmente sobre músicos consagrados y propuestas menos conocidas
VALENCIA. Desde que Ana Rosa Quintana abrió la veda pública del homenaje exagerado hacia lo ajeno, el plagio se ha convertido en una práctica que perdió toda la clase que le confería el estar principalmente reservado a la esfera artística y literaria. Hoy, plagiar se ha convertido en algo cotidiano; ha caído, como casi todo, en la rueda imparable de la mundanización de las cosas. Ya ni siquiera vale aquello que argumentaba el periodista Charles Kuralt para defender que no era plagiar, que era “enamorarse del buen lenguaje y tratar de imitarlo”. Hoy se plagian hasta los tuits, la expresión más concentrada y mínima de la literatura; queda poco espacio para el romanticismo en el plagio.
Por supuesto, la música no escapa a la tendencia plagiadora. Y eso sin referirnos a la confección de carteles de festivales españoles. Es más, como producto de la inspiración, ya estaba ahí el día que alguien se dejó influenciar con demasiada fidelidad y miró para otro lado. El plagio son las zapatillas de andar por casa de la música. Ya lo dijo Howard Dietz: los compositores no deberían pensar demasiado porque eso interfiere en sus plagios. El único problema es la consideración social que provoca una copia demasiado apurada; por eso se inventó el sampling, algo que explicó extraordinariamente bien Mark Ronson, siempre bajo sospecha.
Las inspiraciones demasiado fieles, los plagios, rip-offs o, lo que en argot se conviene en llamar fusilamiento, son muchas veces metas sólo al alcance de melómanos desahuciados o pacientes arqueólogos musicales que encuentran placer rebuscando en cajones de saldos vintage. Es el caso de quien levantó la liebre, por ejemplo, al respecto de la dolorosa sospecha sobre la ‘Chica de Ayer’ de Nacha Pop; fue, de hecho, el musicólogo valenciano Vicente Fabuel, quien regenta la legendaria Discos Oldies de Nuestra Señora de Gracia 6 en Valencia, el que dio los primeros pasos hacia la duda.
Fabuel, alertado por un coleccionista madrileño, se hizo con el disco del italoargentino Piero, que a finales de los 70 versionaba en ‘La Caza del Bisonte’ a los italianos Oscar Prudente e Ivano Fossati, y le envió un mp3 al director de Efe Eme, Juan Puchades. El resto es historia reciente del periodismo musical y el nacimiento de una sospecha que resistirá hasta el fin de los días, pues el parecido entre ambas canciones es peligrosamente fiel.
En otros casos, sin embargo, la cuestión de la inspiración es de dominio público. En el caso de Amaral confluye en un embudo insoportable, además, que su ‘Toda la Noche en la Calle’ alcanzó altas cotas de popularidad radiofónica en 2002 y, muchísimo antes, lo hizo el ‘Rebel Rebel’ de David Bowie. El caso del dúo aragonés es tan de dominio público que le salen acusaciones de influencias cuestionables sin demasiado esfuerzo: ‘Te Necesito’ y ‘That Was My Veil’ de PJ Harvey y John Parish, ‘Son Mis Amigos’ y ‘Brothers Under The Bridges’ de Bruce Springsteen, ‘Salta’ y ‘Come On Eileen’ de los Dexys Midnight Runners, o ‘Lo Que Quieras Oír’ y ‘Lovesong’ de The Cure. El estigma es incombustible, como la letra escarlata de Hawthorne, como decía Houellebecq: “utilizar una gran palabra como plagio siempre causa algún daño y siempre hará un daño perdurable, como las acusaciones de racismo”.
La reincidencia en la sospecha también es algo que, al parecer, persigue a Mikel Erentxun con la tenacidad de un policía de una película de los hermanos Coen. Claro que en el caso del vasco hay motivos más que sobrados desde su desencuentro con The Lightning Seeds. El excantante de Duncan Dhu grabó “Grandes éxitos”, una canción cuyo parentesco con ‘Pure’ era evidente. Sin embargo, Erentxun dio un paso más evidente que una bandada de cien gaviotas cuando, por encargo, compuso la sintonía de Los Serrano y se versionó a sí mismo; lo que viene a ser hacer un John Fogerty. El músico vasco puso a Fran Perea a cantar aquel ‘Uno Más Uno Son Siete’ que homenajeaba el estribillo del exitoso ‘Pure’ de la banda británica tanto como su propia canción. Ian Broudie no dudó en interponer una demanda en 2005 que, cuatro años después, fue desestimada.
La extraña coincidencia es una constante en la discografía de Mikel Erentxun: al caso de The Lightning Seeds habría que sumar los que tienen a Ryan Adams y su disco Gold como oscuro objeto de deseo con ‘Amara’ y ‘Loco De Atar’, que a su vez recuerda, en un triple salto mortal, al ‘Love Vigilantes’ de New Order. Sí, New Order y Mikel Erentxun, ¿quién demonios iba a sospechar? Lo mismo que se preguntaría Dani Martín con ‘Volver A Disfrutar’, canción que guarda un parecido más que sospechoso con ‘Si tú te vas’, de los nunca suficientemente ponderados Platero Y Tú y que, al mismo tiempo, no es nada sutil en su homenaje a ‘Rockin’ All Over The World’, de John Fogerty. El círculo vicioso se cierra por el otro extremo, el de El Canto del Loco, con el plagio de los alemanes pronazis de Hauptkampflinie.
‘Marta tiene un marcapasos’, donde los ínclitos Hombres G se inspiraban en ‘At The Zoo’ de Simon & Garfunkel, podría completar esta lista de extraños compañeros de viaje que, en realidad, es más habitual de lo que parece. Incluso al revés. El productor y cantante norteamericano Sumach Ecks, más conocido como Gonjasufi, sampleó en 2010 ‘Bella Kali’ de Las Grecas en ‘Kowboyz&Indians’; fue algo evidente, con luz y taquígrafos, no como lo que hicieron los británicos XTC en ‘Spinning Top’ a finales de los 70 con ‘Te Estoy Amando Locamente’.
El barro de la inspiración poco disimulada es algo que, en cierto modo, iguala a todos los géneros. No se libra nadie. Tampoco el indie, claro. En este sentido, uno de los grupos más relevantes (si no el que más) de la música independiente en este país, Los Planetas, ha recibido durante años críticas por su fidelidad a la hora de asimilar influencias. Aunque, en su caso, jamás lo han ocultado; entre el libro de Nando Cruz (‘La historia del disco que casi acaba con Los Planetas’) en el que aparecen las canciones que inspiraban a Los Planetas en tiempos de Una Semana En El Motor De Un Autobús, al famoso vídeo de Jota hablando de Spacemen 3 y Primal Scream sólo hay sinceridad.
Entre todas las acusaciones más o menos veladas, destacan algunas por su indiscutible condición. El parecido siamesino entre ‘Segundo Premio’ y ‘Promesses’, del francés Étienne Daho, da para muchas tertulias, pero no es la única. Seguro que muchos aún recuerdan la recopilación que a principios de siglo circulaba por la Red bajo el título de Los Planetas Plagian, y que recogía en una misma carpeta parecidos razonables con auténticos delirios; de hecho, la colección sobrevive en la era de Spotify.
Pero las acusaciones de plagio en la música no se circunscriben al apartado más o menos adulto. La música infantil es un foco de polémica de propiedad intelectual destinado a no acabarse nunca. Al menos, en el caso de Cantajuego. La marca de Divermusic se ha quejado en más de una ocasión con amargura al respecto de los replicantes que le salen a una propuesta que, por cierto, explota el cancionero popular con unos márgenes económicos sonrojantemente altos. Ahí está la clave en un laberinto de plagios del que sólo se puede salir desentrañando una paradoja lógica imposible.
Pero también hay lugar para el fusilamiento más académico. Y, claro, la combinación siempre es ganadora. De entre todos los casos, el más vesánico son las aparentemente fundadas acusaciones de plagio sobre ‘Zark 7’, tema incluido en un disco de Parchís dedicado a Comando G. Los tiros a la hora de componerlo no iban en dirección a otra canción infantil, si no, más bien, a la Electric Light Orchestra. La canción del grupo infantil incluyó un homenaje al descomunal éxito de la E.L.O., ‘Last Train To London’.