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el cudolet / OPINIÓN

Demasiado murmullo en la encuesta fallera de Pere Fuset

Foto: EVA MÁÑEZ
1/12/2018 - 

En mi caso, el bautismo fallero vino impuesto por el afán tartanero de la familia paterna. Claro está, la materna, de origen gallego, jugaba fuera de casa. La clásica guerra de sexos por el control de las tradiciones locales. Traje de fallero o de gaitero, fajín o gaita era mi disfraz ochentero. En la España seatizada  la masculinidad imponía a ritmo de vespino la uniformidad familiar. Ese viejo estilo de patillas largas, bigote y gafas de pera imperaba en el look masculino casalero. Algo de la particular esencia de Donald Trump pero sin tupé y tinte amarillo. Patente de corso que el estilo ochentero no sólo ha calado en  música y  ropa, también nos ha devuelto la ideología del músculo a la primera línea de la masculinidad.

En mi etapa pirotécnica la fiesta era algo marginal y caótica, sin orden ni concierto. Ni al socialismo académico ni a la burguesía valenciana le interesaba lo más mínimo la organización y desarrollo de la fiesta fallera. Marzo estaba en el calendario, era su tercer mes, en la agenda de la ciudad, en el protocolo, en el balcón del Ayuntamiento, y había que celebrar el tradicional día del Padre y honrar a los Pepes. Los famosos conciertos de música celebrados en el paseo de la Alameda, epicentro de la fiesta, vertebraban una ciudad separada por su río sin caudal, que daba paso a la construcción a tramos de un espacio verde para uso deportivo y lúdico. El libertinaje en la vida nocturna de la semana fallera consolidaba a la València de finales de los ochenta en una verbena continua. La liberalización de horarios festivos no se cuestionaba, salvo, como se solía decir,  por los típicos tocapelotas vecinales que querían descansar,  a estos no valencianos a los que se invitaba a abandonar la ciudad la semana festiva. No estaba en vigor la ley seca y eso avivaba el clásico jolgorio bullanguero de estilo desenfrenado, bacaladero y fallero que perpetuaba a València en la ruta eterna de la fiesta.  Regresábamos a los niveles festivos anteriores a la guerra civil española, predominando el jolgorio y reinando la anarquía en las frías noches de la semana josefina. Aquel carnaval festivo y pirotécnico finalizó tras el change político en el Consistorio, con la entrada de Rita Barberá y sus socios de gobierno de Unión Valenciana. Qué voy a contar del uso partidista de la fiesta y de tantas otras cosas que el Partido Popular se apropiara en su borrachera política, como los símbolos de identidad, para perpetuarse en el poder durante más de 20 años hasta que la alcaldesa de España perdió la vara de mando de la ciudad.

Foto: EVA MÁÑEZ

Tras la formación del nuevo gobierno municipal de la ciudad en el año 2015, la Concejalía de Fiestas, bautizada con el nombre de “cultura festiva”, cayó en manos del valencianismo diverso de Compromis y al frente de ella Pere Fuset. Esa serpiente multicolor la forman demasiadas familias, variantes y sensibilidades del valencianismo romántico y me procesa un mar de dudas respecto a la cuestión identitaria de las siglas. Detrás de esa pancarta del valencianismo diverso en la procesión cívica del 9 de Octubre, tras el murmullo de asistentes que escoltan la valencianidad, que cada uno entiende a su manera, y que van repartiendo a grito pelao carnets de identidad, observas las variedades de la colla. En su parte delantera, el Blau predomina en abundancia, al final del bloque los más veteranos, un estilo más casual. Pere Fuset es un tipo interesante, de porte ochentero, natural y sencillo. En los consejos de administración del Valencia CF, Don Arturo Tuzón le hubiera prohibido el acceso como se lo hacía al bueno de Don Vicente Fayos, secretario de Junta Central Fallera, hasta que no se retirara el pendiente de la oreja. Fuset ha renovado la fiesta bien asesorado por los miembros del ADEF (Associació d’Estudis Fallers). Es trabajador y suele escuchar a las personas. En algunas partidas su concejalía ha cometido errores, pero también logros. No voy a entrar en ellos porque no milito en el universo fallero, aunque cualquier enmienda que presente en la asamblea de presidentes de Fallas, dé para el murmullo generalizado.

El mayor error que ha cometido Fuset en este ejercicio ha sido la famosa encuesta contra la democracia y la libertad fallera, quizá estuvo mal asesorado desde dentro y la finalidad de la misma era intentar demostrar que la fiesta, el sentir general de la misma ideológicamente hablando, estaba enconada a la izquierda. La famosa encuesta llegó la Agencia Nacional de Protección de Datos tras la pertinente denuncia. Con la nueva Ley Orgánica de Protección de Datos Personales y garantía de los derechos digitales aprobada en el Senado por unanimidad de todos los partidos de la casta y no casta para crear perfiles, la encuesta tiene por fin una finalidad, poder crear un spam fallero, hasta en eso los valencianos nos adelantamos al resto. Se rumorea por la ciudad que la Concejalía de Fiestas está en el aire para el siguiente curso político si vuelven a ganar los del Gobern de la Nau. Sólo le pido a Fuset que no caiga en el error de los que dirigieron la fiesta durante el gobierno de la dictadura militar, politizando hasta la vestimenta. ¡Caramba!, el estudio para la Universidad y la fiesta para la calle.

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