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el tintero / OPINIÓN

DEP Gabriel Cruz Ramírez

El domingo se conmemoraban 14 años del brutal atentado terrorista de Atocha, un día para el recuerdo de las víctimas y la valoración de lo que políticamente supuso aquel hecho que cambió el rumbo del país. Pero el domingo todos nos conmocionamos al conocer el macabro desenlace del niño Gabriel Cruz.  

14/03/2018 - 

Dos  semanas ha estado España pendiente de la dramática y como siempre heroica por parte de la Guardia Civil, búsqueda del pequeño Gabriel Cruz. Como en otras tristes ocasiones que muchos recordamos [Ruth y José, Marta del Castillo, Mariluz Cortés o Diana Quer] los medios se hacen un eco, a veces necesario y a veces cercano al morbo y lo amoral. Los políticos se ven obligados a opinar y ofrecer declaraciones a modo de fórmula mágica para erradicar el mal de nuestra sociedad, anhelo tan digno de alabanza como de ingenuidad.

El pasado domingo 11M, un día que debería ser de luto nacional en conmemoración del atentado terrorista en Madrid, el más cruel que ha sufrido España y que además supuso un impacto emocional y social sin precedentes, que puso de manifiesto la gran capacidad de movilización y manipulación de la izquierda española y que alumbró una etapa de gobiernos socialistas más cercanos al socialismo real, trufado de políticas revanchistas e ideológicas frente a la socialdemocracia europea y moderna que representó Felipe González. Ese día, una vez más se nos heló el corazón a la mayoría de españoles, a todas esas personas de buena voluntad que empatizamos antes con la víctima que con el agresor.

Esta dura historia ha tenido un desenlace escalofriante y que ayer pudimos confirmar, puesto que la madrastra del pequeño Gabriel Cruz confesó ante los agentes de la Benemérita que fue ella quien asesinó con un golpe con la parte roma de un hacha al hijo de su pareja, un niño de 8 años al que toda España recuerda y llora como “pescaíto”, pues su ilusión era ser biólogo marino. A la inmensa mayoría nos cuesta imaginarnos tanta maldad, tanta crueldad, tanta frialdad, no queremos creer que el ser humano sea capaz de hacer este tipo de cosas, pero así de cruel y de real y hay que asumirlo y combatirlo.

Sin duda alguna, si todo esto ha sido verdaderamente sobrecogedor, casi nos ha parecido más increíble y emocionante las palabras y la actitud de Patricia Ramírez, la madre de Gabriel. Llenas de humanidad, cariño y amor, palabras que en mi modesta opinión sólo pueden brotar de un corazón tocado por el dolor y a la vez por la esperanza, palabras que nos deben reconciliar con el ser humano y recordar que hay algo más allá de la razón y la ciencia, la fe. Porque parece imposible creer que ante estos hechos, la reacción sea tan generosa, ¿qué haría o al menos diría usted en la misma situación? 

En medio de este drama real, surge el debate sobre la prisión permanente revisable, aprobada en España hace casi tres años, en concreto el 26 de marzo de 2015 y que se contempla aplicarla, entre otros, a los siguientes supuestos:

“- Cuando la víctima sea menor de 16 años o se trate de una persona  especialmente vulnerable.

Cuando sea subsiguiente a un delito contra la libertad sexual.

En los asesinatos múltiples.

En los cometidos por miembros de una organización criminal.”

Éstos y otros casos excepcionales –de gran dureza y crueldad– que a la inmensa mayoría nos parecen razonables aplicar la máxima condena de nuestro ordenamiento jurídico, no acaban de convencer a los diputados de Podemos y por lo visto tampoco a los socialistas, ambos seguidores de la proposición no de ley del PNV para derogar la prisión permanente revisable. Aquí vuelve al ruedo el clásico “no hay que legislar en caliente”, pero esta ley lleva tres años aprobada y algunos parece que siempre encuentran un eslogan para criminalizar a la víctima y justificar al delincuente.

En cualquier caso, quiero acabar este Tintero recordando a ese niño que seguro estará en la Cielo con la estrofa de una canción de la película Capitanes intrépidos que rescató en una emotiva columna el escritor Sánchez Dragó.

"Han abierto una escuela en el fondo del mar

donde los pescaditos van allí a estudiar

¡Ay, mi pescadito, deja de llorar,

 ay, mi pescadito, no llores tú más!"

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