No tenemos política audiovisual, la TV autonómica es un agujero negro y el denominado “sector” no sabe por dónde salir, pero nosotros a los Goya
Cada vez que escucho a nuestros gestores sugerir que nuestras ciudades sean sede de algo -no me refiero a congresos científicos o cumbres internacionales o ferias- o aspirar a una candidatura efímera, me tiemblan las patillas. Más aún, si se trata de ocurrencias tales cuyos retornos sociales, intelectuales o económicos no parecen para nada claros y sólo tienen apariencia de querer aparentar; un intento de figurar, sin más. Y es que la experiencia es la que manda. Aún sobrevuelan proyectos que nos iban a salir gratis o generar beneficios inmensos, pero salieron por un pico. Echen cuentas y verán lo que nos dejó la memoria de los grandes eventos.
La vanidad política, el afán por figurar o la ausencia de discursos consecuentes, en sí, tienen esos inconvenientes Son interminables y hasta muy ocurrentes. Hoy los medios afines lo compran todo sin reflexión alguna. Para ser algo, o aspirar a algo que en el fondo sale de nuestros bolsillos, pero para nada es gratuito y apenas durará unas horas aunque, eso sí, posibilitará muchas fotos oficiales o promocionales, pues va a ser que no. Más aún con la que nos ha caído antes y nos va a continuar cayendo en el futuro inmediato.
Resulta que Valencia aspiraba, según deseo de la vicealcaldesa Sandra Gómez, a ser sede de la entrega de los Premios Goya en 2021 asunto que la propia Generalitat no veía claro. La excusa de que se conmemora el centenario de Luis García Berlanga quedaba algo tibio. Se ve que nuestra vice no debe de ver mucho esas farragosas galas de vanidad y glamour español que cuestan a una ciudad, sólo de apoyo, dos millones de euros y no deja más que fotos de las estrellas luciendo palmito. Esas galas para disfrute de unos pocos que acaban siendo retransmitidas por segundas cadenas de televisión y dejan titulares para el olvido. Pero al parecer a nuestro Ayuntamiento de Valencia le apetecía figurar un poco, aunque no estemos ni para eso. Además, como somos una ciudad donde la industria audiovisual y el cine lo es todo porque genera unos beneficios incalculables y somos paradigma del séptimo arte, pues no debíamos dejar pasar la oportunidad. Por no tener ya no tenemos Ciudad del Cine, ese proyecto inútil que nos costó más de 400 millones de euros e iba a convenir a nuestra autonomía en la California del Mediterráneo.
Así que los Goya se van a Málaga. Pues por un servidor que los disfruten mucho. Un dolor de cabeza menos para nuestras arcas municipales más que hundidas y en la que ya no saben que más cobrarnos para gastarlo en ocurrencias, amigos, maceteros de mal gusto y asesores.
Sin embargo, más allá de dejar correr el asunto nos salen desde el Ayuntamiento de Valencia justificando la derrota con que junto a otras ciudades seremos subsede de los Goya gracias a unas desconexiones. Será la primera vez que la entrega de unos premios tenga “subsede”, como si se tratara de unos mundiales de fútbol o unas Olimpiadas que sí dejan un riñón por allá por donde pasan. Pero según narran no seremos una subsede cualquiera. No. Haremos nuestra gala, repartiremos nuestros premios y tendremos fiestuqui en el Palau de Les Arts. Una forma de enmascarar el fracaso pero manifiesto claro de derroche.
No me parece mal celebrar el centenario de Berlanga. Pero con lo que nos hubiera costado los Goya tenemos para varios centenarios. Ahora lo que han de hacer estos políticos a los que empieza a gustarles o echan de menos el glamour provincial es un proyecto sólido en torno al cineasta y no otro de esos fiascos de difusión, promoción, localización e irradiación social a los que nuestros gobiernos nos tienen acostumbrados cada vez que se animan a un centenario.
Así que empiecen por ahí. Y de paso vayan vertebrando una política real en torno al audiovisual y sobre todo en torno a su supuesto motor principal À Punt que, de momento, continúa siendo uno de los grandes fracasos del Botànic. Todo lo demás, fuegos artificiales para participar del circo mediática pero con una realidad inexistente.
Lo siento por si alguien ya se había comprado el traje de raso para la alfombra roja. Por cierto, las cosas no se anuncian con tanta ligereza si no se tienen medianamente pactadas. Ya se sabe, una cosa es el deseo y otra la realidad.
Aitana Sánchez-Gijón es la mujer más joven en recibir este premio y la segunda galardonada de menos edad, por detrás de Antonio Banderas, que lo logró con 54 años