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Desmitificación y humor absurdo para encarar la Conquista de América

La compañía extremeña Proyecto Cultura estrena su comedia absurda Conquistadores en la Sala Russafa

12/01/2022 - 

VALÈNCIA. En la ciudad chilena de Arica, la estatua de Cristóbal Colón fue destrozada en 2019, mientras que en México se ha sustituido por la de una escultura prehispánica en la avenida más emblemática de la capital, el paseo de la Reforma. El 12 de octubre, Bolivia conmemora el Día de la Descolonización, y Venezuela, el de la Resistencia Indígena. El Papa Francisco ha hecho acto de contrición por los “pecados” de la Iglesia durante la evangelización de América, al tiempo que la ultraderecha española asegura que la colonización rescató a los nativos del dominio azteca y les procuró civilización y libertad. Para coronar y avivar la controversia, Nacho Cano ultima un musical que es, en sus palabras, “un himno a la diversidad” y está dedicado a la indígena que se convirtió en traductora, consejera y amante de Hernán Cortés, la Malinche, cuyo nombre es sinónimo de traición en varios países de Sudamérica.

En este contexto polarizado y politizado, la compañía extremeña Proyecto Cultura ha decidido poner la historia en su contexto en una comedia titulada Conquistadores. La lección didáctica de historia está programada del 13 al 16 de enero en la Sala Russafa.

“Todo lo que se mueve alrededor de la Conquista gira en torno al orgullo español y al orgullo indígena. Es una batalla de años donde nos echamos los trastos a la cabeza a partir de informaciones sesgadas que se han convertido en bandera por un lado y en hacha por el otro. Son puntos de vista que no ayudan nada a contar lo que realmente sucedió, algo, en realidad, absolutamente desastroso, que refleja la condición humana. Fuimos tan salvajes en el viejo mundo como lo somos en el nuevo y lo seremos en el por descubrir. No hemos evolucionado nada”, se explaya el autor de la pieza, Chema Pizarro, que además se ha reservado varios papeles en el desmitificador montaje, el más ilustre, condicionado por su apellido.

Isabel Allende en el pensamiento

El punto de partida fue la lectura durante el confinamiento de la novela de Isabel Allende Inés del alma mía por parte de los productores Marta Moreno Santo-Rosa y Juan María Holguera. El libro relata la vida de la primera mujer de nuestro país en llegar a Chile y no ahorra detalles cruentos en la descripción de la lucha entre el pueblo mapuche y los españoles.

“Hemos ahondado en la historia global dando protagonismo a los olvidados y las olvidadas, personas que lo perdieron todo por una ilusión, por los ecos de gloria y oro, y acabaron muriendo en batalla, de hambre y por no montarse en el barco adecuado”, explica el dramaturgo, que firma la obra como J.P. Cañamero en homenaje al apellido de su madre.

Tres personajes neutros ejercen de guías de la trama. Son un trío anónimo que llena de humanidad y autocrítica un proceso colonialista revestido de epopeya. Amelia David, Francis J. Quirós acompañan a Chema sobre el escenario y a bordo de una bañera victoriana que hace las veces de carabela.

“Eran hombres y mujeres que vendían todo lo que tenían para comprarse un caballo, una coraza y una pistola con los que meterse en un barco, sin saber dónde iban, con la ilusión de una conquista y la cruda realidad al llegar allí”, expone Pizarro.

Sus aventuras y desventuras se visten con música rock de Álvaro Rodríguez Barroso, que actualmente se halla de gira con Robe Iniesta, para cuyo último disco, Destrozares, se ha encargado de la producción, el piano, los teclados y el acordeón.

El hecho de que la compañía que la ponga en escena proceda de Extremadura le da un elemento simbólico, dado que la región fue cuna de un buen puñado de nombres que han pasado a los libros de historia. Francisco Pizarro, Vasco Núñez de Balboa, Hernán Cortés, Inés de Suárez, Pedro de Valdivia, Hernando de Soto y Francisco de Orellana, entre otros. Todos ellos desfilan por la pieza, así como Malinche, Moctezuma, Colón y sus valedores, los Reyes Católicos.

Historia de ayer y de hoy

“Es una parte de la historia que me ha escocido siempre, porque, como extremeño, he crecido con esta vitola de gran conquistador. Así que he abordado los episodios vividos en Perú, Méjico o Chile huyendo de esa épica en la que se asienta el orgullo patrio”, resume el autor, que lamenta que la narrativa asociada a este periodo se divida “entre conquistadores y conquistados, opresores y oprimidos”.

Durante la Conquista “pasaron algunas cosas buenas y demasiadas malas”. Pizarro no amaga con la barbarie de la época, pero hace hincapié en ella desde el humor negro y soslayando toda pátina de heroicidad. 

“Tradicionalmente hemos desatendido las vidas de aquellos que estuvieron allí, la masacre emocional de familias destrozadas porque muchos de sus miembros nunca volvieron, y en el caso de los que sí, no enriquecidos. A Extremadura no le vino bien la Conquista, el oro se lo quedaron cuatro, como siempre. La historia es bien sencilla. Los seres humanos somos muy básicos”.

En la sucesión de contiendas militares se actuó con violencia contra las comunidades autóctonas, se infringieron sus derechos humanos y se les impusieron lengua, costumbres y religión. Pero el dramaturgo opina que habitualmente la descripción de lo sucedido se queda en la cáscara. 

La compañía tiene opciones de dar el salto a América, pero el también actor lo vive con cierta cautela, “porque la puesta en escena deja interrogantes suspendidas y el público puede tomarlo por el lado que quiera o le brille”. 

Durante la documentación para la escritura, Pizarro ha puesto en práctica un ejercicio de abstracción contrafactual que pasaba por formularse la pregunta de qué hubiera pasado si los españoles no hubieran atracado sus barcos en América. La conclusión es que en aquellas tierras también había poderosos y pueblos rendidos, habitantes hastiados de estar oprimidos y otros que vivían al ritmo que marcaba la historia.

El director de Conquistadores, Luis López Bellot, le secunda: “Mientras el hombre esté en la Tierra, tiene que hacer cosas y muchas de ellas son auténticas barbaridades, aunque otras sean maravillosas. Pero no hay tanta diferencia, si coges perspectiva, entre lo que se hacía entonces en una punta u otra del globo. Como tampoco la hay con mucho de lo que seguimos haciendo hoy en día”.

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