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Dibujos con pies de plomo

Mientras el audiovisual se enfrenta a una crisis sin precedentes, como muchos otros sectores, la animación —esa Cenicienta— sigue adelante contra viento y coronavirus. Los profesionales continúan trabajando desde casa sin miedo a que se paralicen las producciones por la cuarentena

| 28/04/2020 | 11 min, 36 seg

VALÈNCIA. La propuesta fue presentada a principios de marzo en el foro de animación europea Cartoon Movie, celebrado en Burdeos. La cita internacional reunió a cerca de novecientos profesionales del sector para llegar a acuerdos de coproducción. Allí coincidieron también con los fundadores del estudio valenciano de animación La Tribu, Jaime Maestro y Nadia Ruiz. La pareja secunda la opinión de Trénor desde la experiencia cotidiana de su enseña: «Nuestra empresa es diferente porque en lugar del capital, ponemos los cuidados en el centro. Hemos hecho un gran esfuerzo para permitir la conciliación del artista con su familia y su vida personal, así que el cambio ha sido muy fácil. En lugar de trabajar en el estudio, todos lo hacemos desde casa. El ritmo de producción no se ha interrumpido», argumenta el director.

El proyecto en el que se afanan es D20, una comedia familiar de aventuras en 3D inspirada en los juegos de rol. El largometraje explora las relaciones paterno-filiales, el reencuentro con amistades arrumbadas y el juego en grupo, aspectos que resuenan en estos días extraños. 

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«En este contexto, nos sentimos muy afortunados por haber instalado un planteamiento de comunicación muy protocolizado, donde tenemos previstas reuniones virtuales e hitos de mantenimiento emocional. En el equipo hay una persona dedicada en exclusiva a los cuidados, que estas semanas atiende a los empleados que se han quedado en València y no pueden volver a sus casas», afirma Nadia Ruiz, socióloga especializada en el análisis de tribus urbanas, y experta en el observación de la conducta y en comunicación no verbal. 

En paralelo a D20, el estudio prepara un nuevo proyecto a partir de un guión de la escritora y periodista Elena García Quevedo, que ya ha participado en películas como Planes para mañana (Juana Macías, 2010) y documentales como Invierno en Bagdad (Javier Corcuera, 2005), ganador de la Biznaga de Plata en Málaga.

La Tribu alterna los trabajos personales con los encargos. De hecho, el 17 de abril estaba previsto el estreno de Zapatos rojos y los siete trolls, una versión coreana de Blancanieves en el que los valencianos han participado, y que cuenta en el doblaje con la voz de Chloë Grace Moretz. El estreno está ahora en el aire, al igual que otra película internacional en la que la empresa participó en 2019.

«Nuestro principal objetivo es levantar propiedad intelectual propia, pero necesitas financiarla, y la mejor forma es a través de trabajos para otros, con externalización de tareas (crowdsourcing) y servicios. Eso sí, siempre tratamos que sean compatibles con la filosofía del estudio, tanto ética, como de calidad», concreta Maestro.

Trabajos alimenticios y de autor

De alternar trabajos de autor con alimenticios también sabe la productora valenciana Hampa Studio. Su principal fuente de ingresos es la serie de animación 3D de emisión exclusiva en Youtube Cry Babies, un éxito internacional protagonizado por los bebés llorones de la juguetera IMC Toys. En el momento de escribir este reportaje, el canal contaba con versiones en español, italiano, alemán, francés, inglés, polaco, búlgaro, checo, griego y portugués. Solo en nuestro país sumaba 146 millones de descargas.

Su próxima apuesta por el cine de autor es Chica y lobo, la adaptación al cine de la novela gráfica homónima de Roc Espinet, un proyecto que el autor planteó en su concepción como un cómic de treinta páginas, «pero me vine arriba y acabé creando uno de 320 páginas». La película también supondrá el debut del catalán en la dirección, tras colaborar con Alberto Vázquez en el corto premiado con el Goya 2016, Decorado, y en series de calado internacional como Clase letal (HBO), Niko y la espada iluminada (Amazon), y Bob esponja (Nickelodeon). 

Su ópera prima arranca cuando una manada de lobos irrumpe en la aldea de una joven camarera que ha sufrido abusos físicos y humillaciones en su infancia y en su adolescencia. «Puedes leerlo de manera lineal o en un nivel metafórico: como el proceso de empoderamiento de una niña en su paso a la vida adulta», advertía Espinet en el foro celebrado en Burdeos.Tanto el autor como el productor rechazan haberse subido al carro generado por el movimiento #MeToo de brindar el protagonismo a personajes femeninos fuertes. «Es innegable que está en boga, pero la historia no me interesó porque la liderara una chica sino porque al leerla, me pareció que estaba fuera de todo cliché», argumenta Pastor. Espinet insiste en que la idea para ponerse a trabajar en este cómic surgió hace ocho años, «mucho antes de que estuviera de moda el merecido empoderamiento femenino». 

El director japonés de culto Hayao Miyazaki es un gran referente del dibujante y animador. El maestro del anime ya decidió hace 36 años, cuando estrenó la fábula ecologista Nausicaä del Valle del Viento (1984), darle todo el protagonismo de sus filmes a las féminas. A esta heroica princesa voladora le siguieron la sirena Ponyo, la bruja Kiki y el viaje de madurez de Chihiro. 

Pero si hay una heroína del Estudio Ghibli de la que bebe directamente Espinet es de San, la chica lobo de La princesa Mononoke (Hayao Miyazaki, 1997). «Aunque también me gusta el manga, el cómic francés y el independiente americano», completa el creador.

La producción parte con galones, pues Hampa Studio fue una de las coproductoras, junto a Sygnatia, Glow y Submarine, de Buñuel en el laberinto de las tortugas (Salvador Simó), Goya y premio del cine europeo a la mejor película de animación. 

«Los reconocimientos te dan crédito a la hora de recibir el apoyo de inversores privados, televisiones y entidades públicas, porque a nivel artístico saben que el proyecto va a salir bien», opina Pastor.

«lo que le pasa al muñeco te afecta, pero no es tan directo, así que a los niños no les llega con esa dureza», apunta iborra 

La CEO de La Tribu, Nadia Ruiz, lo secunda: «es un reconocimiento que implica que has despuntado. El Goya ayuda a que te reciban por delante de otras personas que no han recibido ese reconocimiento. Es como ir con un paje que te abre la puerta. Es un cauce rápido para acceder a instituciones. Un rompehielos, como dicen en EEUU».

El director de su estudio, Jaime Maestro, atesora dos premios de la academia del cine español, por los cortos Sr. Trapo (2003), preseleccionado para los Oscar, y El vendedor de humo (2013), y el prestigioso Crystal del Festival de Annecy, por FriendSheep (2012).

«Este tipo de premios hace que los productores de imagen real se interesen, se aproximen y pregunten. Nuestros estudios son más parecidos a los de videojuegos que a los rodajes. De ahí que la gente que viene de imagen real se vea en nuestro ámbito como un pez fuera del agua. La animación está necesitada de productoras valientes, que pasen esa barrera que los separa de su zona de confort, porque vamos hacia un mundo donde el entretenimiento es clave, y la animación no solo puede abastecer de contenidos, sino que permite el teletrabajo», advierte Maestro. 

Con su corto de debut, ¿Con qué la lavaré? (2003), María Trénor se alzó con catorce galardones en muestras de cine nacionales e internacionales, pero como todos, sabe lo que es pedir financiación a puerta fría:  «Los premios son una garantía de calidad y éxito para posibles inversores privados o institucionales. Aunque también es cierto que hay muchos animadores con talento que no tienen premios porque están comenzando su primera obra. Esa fue precisamente mi situación cuando empecé. Todos arrancamos de cero».

Javier Salvador también partió de cero en su momento. El hoy animador se decantó primero por los estudios de Derecho, pero con veintidós años retomó una afición que había aparcado en la adolescencia: el dibujo. Dejó la carrera y empezó Comunicación Audiovisual en la Politècnica de València. Su proyecto fin de carrera compitió en todos los festivales de 2004 con Tadeo Jones. Perdió todos los pulsos, pero hoy en día prepara su proyecto personal de la mano de la productora que lanzó al Indiana Jones patrio, La Fiesta PC.

En este intervalo de dieciséis años, el de Segorbe ha trabajado en las series familiares Jelly Jamm, Pocoyó y El asombroso mundo de Gumball, el proyecto transmedia Bugsted, la película Atrapa la bandera (Enrique Gato, 2015) y el exitazo de HBO Juego de tronos.

Tolkien, sí; Disney, no

La propuesta que con mucha pasión presentó en Cartoon Movie parte de una idea original del que ha sido su mentor y aliado en este oficio, Pepe Sánchez. Su título es Sierra Dragón y es una epopeya medieval épica protagonizada por animales antropomórficos, que toma como inspiración las leyendas de la Sierra de Guadarrama. Salvador la firma como cocreador. «Queremos hacer El señor de los anillos, no el Robin Hood de Disney. La trama tiene chicha y muchos personajes, porque en España hay muchos mitos que son igual de válidos que los nórdicos que nos comemos en películas y series. De hecho, Juego de tronos está basada en gran medida en la historia de nuestros reyes godos», defiende el animador.

Es tan rico el universo que han desarrollado que contemplan la posibilidad de hacer una propuesta transmedia. Esto es, un relato donde la trama se despliegue a través de diferentes medios y plataformas de comunicación. «Le vemos potencial para ser una serie, una trilogía de películas y una novela gráfica», enumera Javier Salvador.

Si la financiación de Sierra Dragón resulta compleja por su ambición, la de Olivia y el terremoto invisible lo es por su crudo componente social. La ópera prima de la alicantina Irene Iborra está basada en el libro La película de la vida, de Maite Carranza (Editorial SM), sobre la pobreza infantil. «El desahucio es un tema que asusta, pero esta película no va a ser traumática. Nuestra intención es ayudar a los niños a desdramatizar ciertas situaciones para que no sientan vergüenza. Y aunque puede ser un riesgo sacar el proyecto adelante, tenemos la referencia de La vida de calabacín (Claude Barras, 2016). Cuando la vi, mi cabeza hizo click: se puede hacer una cosa pequeñita, emocionante y con pocos personajes», valora esta licenciada en Físicas que un día decidió dar un volantazo a su carrera y reconectar con la afición de su abuelo por la escultura en miniatura. 

«Hace un tiempo me di cuenta de que, con mi estudio de animación, estaba recreando lo que él tenía, un taller donde, por gusto, pintaba y hacía pequeñas fallas para plantarlas luego en la calle», vincula.

La productora que Irene codirige junto a Eduard Puertas, Citoplasmas, ha enrolado en su primer largometraje al animador de La vida de calabacín, Tim Allen. La película francesa es un tierno y valiente retrato del maltrato infantil y la vida de los menores en los hogares de acogida. El largo, que cuenta con guión de Céline Sciamma, fue elegido mejor película de animación en los Premios del Cine Europeo del público, nominado al Oscar y ganador de un César.

Con Olivia y el terremoto invisible Iborra reincide en el uso de la animación fotograma a fotograma para afrontar temas de calado crítico y voluntad pedagógica. Citoplasmas tiene entre sus proyectos dos cortos producidos junto a Veterinarios Sin Fronteras: Hasta las huevas, sobre un salmón de una piscifactoría masificada, y Quiero ser tortilla, protagonizada por una mazorca de maíz transgénica.

La alicantina afincada en Barcelona defiende que el género de la animación es un vehículo que permite abordar cualquier tema, pues ayuda al distanciamiento del espectador: «Lo que le pasa al muñeco te afecta, pero no es tan directo, así que a los niños no les llega con esa dureza. A ese respecto, siempre pienso en una frase del animador inglés Barry Purves, que compara a las marionetas con la calavera de Hamlet: para tener un diálogo interior necesitamos un objeto externo que nos ayude a ordenar y tener claras las ideas».

Tanto esta película como Rock Bottom y Chica y lobo cuentan con el apoyo económico del Institut Valencià de Cultura. «En Valencia están apoyando la animación a tope y es fantástico», aplaude Iborra. Álex Pastor también lo opina: «Podrían tener mucho más dinero, pero no somos Madrid ni Barcelona. Estoy convencido de que hacen todo lo que pueden. Son gente comprometida. El director adjunto de Audiovisuales y Cinematografía, José Luis Moreno, ha venido a Cartoon Movie y ha entendido que la animación es un negocio». 

* Este artículo fue publicado originalmente en el número 66 (abril 2020) de revista Plaza

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