Sin duda, y sin poder quitarnos de la cabeza la vieja maldición china, no podemos negar que este 2020 nos está haciendo vivir tiempos interesantes. El bloqueo que estamos (sobre)viviendo nos ha sumergido en un nuevo escenario de interacción digital, en el que las actividades profesionales, el ocio y las relaciones personales se mantienen a flote gracias a las telecomunicaciones. Por ello, resulta curioso que este final de década ya estuviera marcado de forma especial en el calendario de los ingenieros de telecomunicación, pues este 22 de abril celebramos el centenario de la creación de este título en España. No se cumplen 100 años todos los días, y una buena forma de celebrarlo es reflexionando sobre el progreso de la ciencia escondida detrás del mundo digital multimedia que nos envuelve durante estos días.
Nuestra vida moderna tiene lugar en un mundo lleno de sonidos, imágenes y vídeos. Nos levantamos por la mañana con música sonando a través de nuestro móvil o nuestro altavoz inteligente, enviamos una nota de voz a un amigo por su cumpleaños y recibimos fotos y vídeos de la fiesta en la que estuvimos el día anterior. El día ni siquiera ha empezado, pero nuestros teléfonos inteligentes ya han comenzado a engullir la información multimedia generada por nuestros contactos, por los medios de comunicación y, por supuesto, por nosotros mismos. Cabe recordar además, que en estos duros días de confinamiento, las herramientas de videoconferencia están siendo clave para el teletrabajo, la educación y el contacto con nuestros seres queridos. Queremos verlos, escucharlos y, si los niños dejan, tomarnos una cerveza virtual con nuestros amigos. También queremos evadirnos viendo alguna serie en Netflix, o seguir un directo en Instagram o Youtube. Afortunadamente, nuestras excelentes redes de telecomunicación están preparadas para soportar este inesperado tirón. Sin embargo, no podemos obviar la gran demanda de datos que supone este flujo de información multimedia.
Al igual que los humanos damos por hecho que tenemos un corazón latiendo continuamente que nos permite vivir nuestro día a día, el procesado de señal es la ciencia que nos permite disfrutar nuestro mundo multimedia de una forma transparente y natural. Se podría decir que es la ciencia que nos permite digitalizar nuestros sentidos: una ciencia que nos permite capturar la información que escuchamos y que vemos para poder almacenarla, enviarla y reproducirla de nuevo tantas veces como queramos en múltiples dispositivos. Sin embargo, el alcance de esta ciencia no se limita sólo a almacenar o reproducir, pues el procesado de señal forma parte del propio proceso de creación de los contenidos digitales que consumimos, siendo una parte esencial de las herramientas utilizadas por músicos, fotógrafos y productores audiovisuales. En este sentido, los efectos artísticos digitales, la música electrónica o la restauración digital no existirían sin los algoritmos matemáticos presentes en las herramientas de creación que éstos utilizan en su día a día.
Uno de los aspectos más importantes del procesado de señal está en la gestión del ingente volumen de información que supone la circulación de imágenes, audios y vídeos por nuestras redes y dispositivos. El envío y almacenamiento de datos en crudo de alta calidad sería inviable sin los métodos de compresión desarrollados a lo largo de las últimas décadas, los cuales se basan en principios matemáticos y perceptuales de gran complejidad. Se trata de algoritmos que combinan la belleza de la teoría de la información con modelos de percepción humana, y que nos ayudan a reducir el tamaño de nuestros archivos sin pérdida de calidad aparente. Sin ellos, no podríamos disfrutar de nuestro mundo multimedia tal y como lo hacemos, y no podríamos experimentar la televisión digital o los contenidos 4K sin odiosos parones y retrasos.
Celebremos pues este centenario de la ingeniería de telecomunicación sin salir de casa, pero agradeciendo siempre que el avance de la tecnología nos haya permitido llevar nuestros sentidos más allá de las paredes de nuestros domicilios, teniendo o no un perro al que pasear.
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Máximo Cobos es ingeniero de Telecomunicación, jefe estudios de Telecomunicación de la Universitat de València