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tribuna libre / OPINIÓN

Discursos sin soluciones

12/07/2024 - 

Es difícil aceptar que hay asuntos sociales como la emigración que en la actuales circunstancias no tienen una solución ni a corto, ni posiblemente, a largo plazo. Políticos, sociólogos, economistas, intelectuales, etc. pueden creer que sus propuestas darán el adecuado resultado al problema. En los países democráticos se debaten en el mercado electoral y se ponen en marcha de manera global o parcial en función de las relaciones de fuerzas que tengan las organizaciones políticas y los posibles efectos que puedan ocasionar en los distintos sectores sociales. Y es que, como una vez me dijo con rotundidad el entonces embajador alemán en Colombia: Ningún problema que tenga alternativas políticas diferentes tiene una solución definitiva. En general, los consensos científicos no se ponen en duda si están suficientemente probados. El cálculo infinitesimal que descubrieron Leibnitz y Newton no es, por ejemplo, un tema de debate. Pero los que afectan a una sociedad se discuten fervientemente sin respuestas definitivas.

Resolver el problema de la emigración a Europa presenta alternativas diversas y su enfoque tiene varias direcciones que a veces son contradictorias. El aumento de emigrantes africanos, y asiáticos, y en menor grado los latinoamericanos, crea desazón en la población autóctona. Hasta ahora, y de alguna manera siguen siéndolo, los emigrantes eran mano de obra para compensar las carencias de los nacionales o sustitutiva de aquellos trabajos desechados por su consideración social y esfuerzo físico. La cuestión se complica cuando la emigración se hace extensiva y ocupa barrios de las ciudades, conviviendo con una población histórica con menor índice de natalidad que los emigrantes y practican culturas con valores distintos, en general admitidos por los principios liberales democráticos de las sociedades europeas.

Sin embargo, el rechazo de los "naturales" hacia los "extranjeros" se incrementa a medida que estos aumentan y se estabilizan. Los discursos multiculturales son, generalmente, trasmitidos desde espacios donde no se da esta circunstancia y no convencen a una gran mayoría de los afectados por la emigración. La calificación de xenófobos por parte del discurso dominante no reduce las protestas, la convivencia es cada día más difícil y se atribuye, sin más, el aumento de la delincuencia a los nuevos residentes. Se recalca, por políticos e intelectuales, que la emigración masiva es una consecuencia de las dificultades de vida que sufren los que desesperadamente pretenden alcanzar los países europeos, que han percibido, a través de los medios de comunicación, unos estándares de vida inimaginables en sus territorios. Se insiste desde la perspectiva humanitaria en el derecho universal a emigrar y se alega que desde el paleolítico los pueblos han cambiado de lugar buscando nuevas posibilidades de mejora. Pero para otros la emigración deteriora los servicios públicos conseguidos y las formas de convivencia porque no se les exige asumir las bases de la cultura en la que se instalan.

Los argumentos de convivencia multicultural chocan con la realidad: existe una predisposición a no admitir a los considerados diferentes y no solo por razones ideológicas. Es más, esa animadversión tiene connotaciones no estrictamente racionales, hay quienes las atribuye a reacciones biológicas que han podido ser superadas por elementos culturales y legislativos. Pero aun así el fenómeno persiste y en los países con una gran cantidad de etnias se producen actitudes peculiares. En EEUU o Gran Bretaña, por ejemplo, se acepta a personas de color o de características físicas diferentes y no se les discute sus capacidades intelectuales o técnicas. Es decir, no hay una teoría racista como las que se formularon en los siglos XIX y XX. Consideran que pueden llegar a los puestos más calificados, pero no a los espacios de residencias de los del país. En los barrios donde se habita se pretende la homogeneidad étnica y los de otras etnias podrán también tener los suyos, con las mismas categorías, pero sin mezclarse unos con otros. En cambio, aquellos sectores con dificultades económicas o rentas bajas se ven abocados a una convivencia obligatoria que provoca enfrentamientos violentos. La instalación, cada vez más frecuente, de inmigrantes supone, a pesar de su contribución a la riqueza del lugar, un temor a perder las ofertas de trabajo e identidades históricas, a creer que aumenta la delincuencia y que, a la larga, sean dominantes por sus altos índices de natalidad. Las solución de impedir por la fuerza la entrada tiene un corto recorrido. La emigración histórica es un fenómeno constante y una lucha continua entre las zonas de población permanente y las trashumantes, como entre agricultores y ganaderos. Tampoco sirve, a la corta, el que se invierta en los países de origen para superar la pobreza porque el desarrollo es un proceso largo y la gente tiene solo una vida.

En estas circunstancias es difícil encontrar una solución por encima de los discursos que proponen una convivencia sin problemas. Mantener los discursos tópicos nos lleva a una conflictividad permanente. Es como decía Kierkegaard, "hagas lo que hagas lo lamentarás".

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