VALÈNCIA. En la última semana he escuchado una media de tres veces al día la expresión ‘Momento València’. En almuerzos, ponencias, galas, en la ducha. Hay una mensaje convenido, empaquetado, en consonancia con reconocimientos que vienen desde afuera, por el cual la València en creación o creativa (¡una ciudad creativa!, ¡lo que ha dicho!) emite señales nítidas. La ráfaga de Premios Nacionales en las últimas semanas ha redondeado la percepción de momentum.
En ese contexto parecía inevitable, comprensible, mirar al interior -metafóricamente y tal-, pararse en algunos de los diseñadores de interiores que mayor fulgor garantizan, bajo cuya autoría se firman proyectos con aspiración de definir este ciclo de ciudad.
Ana Milena (Hernández) y Christophe (Penasse) son Masquespacio. Los recién llegados que ya desde años hicieron suya València para arramblar ubicaciones sin lindes a golpe de brochazos de color, dejando claro que ni por asomo menos es más. Mateo (Climent) y Sigfrido (Serra), aka Sinmas, han hecho de su lozanía una marca de diseño flemático. En ambos casos emerge paradigmática la máxima de que sus trabajos son justo la radiografía de su personalidad misma. Más, pero sin más. A ver quién resuelve este acertijo.
Importa mucho su trabajo, pero aquí todavía nos importa más la relación entre su trabajo y València. Hemos venido a levantar la alfombra, ver qué hay debajo.