VALÈNCIA. El diseño ‘made in València’ sigue acumulando aplausos. La más reciente y sonora ovación se la ha llevado la empresa Viccarbe, que ha recibido el Premio Nacional de Diseño en la modalidad Diseño y Empresa, un galardón que concede el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades. Fundada en el año 2000 por Víctor Carrasco y Daniel Benedito, la empresa supera el cuarto de siglo de vida convertida en “referente internacional en el diseño y fabricación de mobiliario contemporáneo” y como “referente indiscutible del mejor diseño español de inspiración mediterránea”, destacó el jurado tras la concesión del galardón.
De este éxito es parte fundamental Rubén Mateos, Head of Design de Viccarbe, una parte fundamental en el pasado, presente y futuro de la empresa. Desde València, la compañía ha ‘vestido’ espacios como las oficinas de Microsoft en la ciudad alemana de Hamburgo o el Café Le Central del icónico museo parisino Centre Pompidou, entre muchos proyectos. También en València, con proyectos que les han llevado a habitar el Hotel Casa Clarita o el restaurante La Salita. Sobre diseño, buen diseño, hablamos con Rubén Mateos.
- ¿Cómo habéis recibido el Premio Nacional de Diseño?
- Tanto yo como todo el equipo siempre hemos pensado que el Premio Nacional era a lo máximo que podíamos aspirar, siendo un reconocimiento que viene del Ministerio, un reconocimiento institucional lejos de intereses comerciales como pueden ser otros. Es el mayor reconocimiento porque, además, es a una trayectoria, a todo el trabajo que hemos hecho durante tanto tiempo, no a un producto concreto. Lo recibo con ilusión, con nerviosismo y con lágrimas en los ojos. Nos hacía mucha ilusión conseguirlo, es difícil de asimilar.
- El jurado ha destacado Viccarbe como uno de los exponentes del diseño “inspiración mediterránea”, ¿en qué se traduce ese apellido?
- Es una cosa muy intangible, es difícil de explicar. No creo que haya un diseño mediterráneo como tal y tampoco entiendo el diseño como una disciplina aislada de todo. Al final, el diseño atraviesa todo, hay muchas capas. Mediterráneo no es solamente un producto bueno con una serie de características, es también cómo trabajamos, cómo nos relacionamos, cómo tratamos con los clientes, los proveedores o los diseñadores. Ahí es donde creo que entra de verdad esa cultura mediterránea. Esto es algo que nos han dicho, es una perspectiva que tienen desde fuera. Se trata de una manera de relacionarse diferente, de compartir. Se usa mucho el ejemplo de la paella, esa idea de ponerla en centro, pero es que es verdad, es algo que rompe muchos esquemas mentales fuera. Esta es también la forma en la que trabajamos y en la que desarrollamos nuestros productos.
- El jurado también destaca el compromiso medioambiental de la empresa, ¿en qué se traduce?
- Nosotros llevamos entendiendo la sostenibilidad desde el minuto uno, pero también como un concepto amplio. La sostenibilidad va más allá de utilizar materiales reciclados o del tratamiento de las materias, algo que ya está implantado y nos parece natural, pero es que es más. Además de los materiales que usas y de tener conciencia del impacto que tienes también está la sostenibilidad social, el impacto que nosotros tenemos en el entorno, que nos parece muy importante. Por eso la apuesta de la empresa desde el minuto uno fue producir todo aquí: todos nuestros proveedores están en un radio de acción de 50 kilómetros. Más allá del impacto de la huella de carbono que pueda tener el fabricar cerca se trata también de elaborar y mantener el tejido histórico natural del mueble que ha habido siempre en València. Se trata de sostenerlo, fomentarlo y hacerlo crecer. Esto también es sostenibilidad. Son importantes las cuestiones técnicas, las certificaciones, pero también es importante esa cuestión humana de la que se habla menos.

- Showroom de Viccarbe -
- Foto: Javier Guerrero
-Habéis colaborado con muchos diseñadores, entre ellos Patricia Urquiola que también recibe este año el Premio Nacional de Diseño, ¿cómo de importante es generar estas relaciones?
- Es fundamental. La empresa, de hecho, se fundó como un proyecto para desarrollar los productos diseñados por los compañeros de la universidad. El germen era también nutrirse de otros puntos de vista, de otras visiones. Yo llevo ya casi 20 años trabajando aquí y no quiero aburrirme, quiero hacer cosas nuevas y que nos motiven. Una de las formas es hacerlo con gente nueva, que te aporte una visión diferente y que, también, te ponga en lugares incómodos. Cuando tienes una manera de hacer, por lo general, repites dinámicas, pero cuando introduces visiones externas te proponen retos que te llevan a forzar tus límites. Si algo es imposible, vamos a intentarlo y a ver qué pasa. Y de ahí han salido cosas chulísimas. También el Premio Nacional me habían dicho que jamás no lo iban a dar [ríe] Estos retos nos hacen estar vivos.
-¿Qué proyecto te viene a la cabeza cuando hablamos de esas perspectivas externas?
-Precisamente el primer producto que hicimos con Patricia Urquiola. Ella propuso un taburete con una estructura en el que el reposapiés 'estrangula' la estructura de patín que tiene, un detalle muy sencillo visualmente pero muy complicado desde el punto de vista del producto. Cuando fuimos al proveedor nos dijo que era imposible, que no íbamos a encontrar a nadie que lo hiciera y que, además, nos saldría más barato sin ese detalle. Le hicimos caso y cuando se lo presentamos a Patricia nos lo tiró a la cabeza [ríe] Lejos de hundirnos, nos activó y, al final, salió. De hecho, el taburete se llama 'Last minute' porque llegó a última hora a una feria y no tenía ni nombre. A día de hoy ha sido y es un claro caso de éxito de producto.

- The Terminal Hub -
- Fotos: Jorge Peiró
- Vuestros productos han llegado a espacios como el Centro Pompidou o las oficinas Microsoft, pero, ¿qué espacio al que ha llegado vuestro trabajo destacarías tú?
- Hay muchos, pero, a título personal, realmente me quedo con cuando por la calle y veo un restaurante o una cafetería que tiene muebles de Viccarbe. Ahí pienso: wow. Me emociona mucho que un pequeño espacio haya decidido apostar por nosotros. Puedes entender que una gran empresa conecte con nosotros, pero encontrarlo por la calle o cuando voy de viaje, esos pequeños proyectos me encantan. Un proyecto que une la parte de empresa y personal y que me gusta mucho es The Terminal Hub, un claro caso de éxito. Ellos decidieron amueblar todo el edificio con nuestro mobiliario, con algunas soluciones especiales en un proyecto ad hoc, y al mismo tiempo ha sido un proyecto muy agradable y divertido de hacer. De hecho, seguimos creciendo con ellos.
- Muchos de vuestros proyectos tienen que ver con oficinas, con lugares de trabajo, ¿cuáles son las claves para abordar a estos espacios?
- Lo primero es entender que aquí pasamos más tiempo que en nuestra casa, el trabajo es donde pasas más tiempo de manera activa. Este espacio en el que pasamos tantas horas debe ser como mínimo acogedor. Entendiendo eso y las particularidades que tiene un espacio de oficina, evidentemente, como sala de reuniones y puestos de trabajo, se trata de generar un espacio en el que apetezca estar. No desde ese enfoque capitalista para que pases más tiempo y trabajes más, sino pensando en que las horas que sea que estés, que sean lo más agradable posible, teniendo en cuenta el confort visual, ergonómico o acústico.

- Auditorio Teulada -
- Foto: Ángel Segura
- ¿Cuál es la clave de un buen diseño?
- Cuando el diseño está bien hecho es cuando me lo quiero llevar a casa. Creo que esa es la conclusión definitiva. Para llegar ahí, nosotros tenemos que cumplir una serie de requisitos técnicos a nivel de normativa, que eso muchas veces restringe el diseño, pero luego entran en juego muchos otros factores que a veces son intangibles y que no responden a ningún tipo de respuesta racional. Evidentemente la ergonomía o el aspecto visual es muy importante, pero eso no siempre quiere decir que sea un buen diseño. Hay productos que cumplen con todas las cuestiones técnicas pero no son un buen producto. El objeto tiene que emocionar, y eso depende de nuestra cultura o del criterio estético, es algo que también pasa con el arte, ¿cuál es el bueno y el malo? Es evidente que hay requisitos mínimos, pero luego entran en juego muchas cosas. Hay casos de productos clásicos de Enzo Mari o Castiglioni que ergonómicamente pueden no ser el producto ideal pero que tienen detrás una reflexión muy interesante y que son objetos de deseo. Es complicado de definir, por eso creo que cuando esa emoción es compartida en el equipo, es cuando estamos trabajando en un buen producto.
-La pregunta imposible, papá o mamá, ¿cuál es el producto en el que ha trabajado que, por el motivo que sea, sea ejemplo de éxito?
- Sin pensarlo mucho, diría la colección ‘Aleta’ de Jaime Hayón, por lo racional y lo irracional. Ha sido número en ventas desde que salió, una locura, es un proyecto que conjuga un trabajo muy bien hecho a nivel técnico, es resolutivo, con buen precio y un diseño muy característico y personal. Esta es la parte empresarial, pero lo elijo más por lo emocional. En el momento de la colaboración con Jaime Hayón veníamos de ser una empresa muy racional en diseño, casi minimalista, sobrio, y Jaime venía de una expresividad desbordante. Parecía que no podíamos colaborar, que éramos polos opuestos dentro de un mismo ecosistema. Pero, gracias también a Vicent Carbonell, que trabajaba entonces con él, surgió esa colaboración. Fue muy bonita toda esa parte de desarrollo, también desde la amistad, que acabó dando como resultado una silla que es muy Viccarbe pero también muy Jaime Hayón. Creo que en todo ese proceso está parte del éxito del producto, esa ilusión por trabajar juntos está reflejada en el diseño.