Miquel Alberola se lamentaba recientemente de la indiferencia con que se cumplió el septuagésimo aniversario de la muerte de Luis Lucia. "Lucia –añadía– sigue sin encajar en el complejo rompecabezas valenciano". Hasta el punto, remachaba, de que sólo un conservador local, Juan Cotino, ha mostrado interés en los últimos años por el ideario del fundador de la Derecha Regional Valenciana. En el supuesto de que fuera eso lo que quisiera significar el exconseller y expresidente de las Corts al aparecer con un libro de Lucia en las manos, "En estas horas de transición", a modo de Kempis, en uno de sus dramáticos adioses. ¿Qué otra cosa esperaba el bueno de Alberola? Es lo que no sé. Porque los democristianos aún incorporaron el nombre de Luis Vives a la Fundación Humanisme i Democràcia. Pero el PP siempre que ha necesitado un referente ha recurrido a chez Broseta. Ocurrió en el 91 y en 2018 y ha vuelto a ocurrir ahora. 31 de las más de 800 personas que ETA mató en sus 32 años de sangrienta existencia eran valencianas. Nueve de ellas fueron asesinadas aquí; el resto, en otros puntos de España. Pues aun así, para el PPCV es como si ETA sólo hubiera segado la vida de Manuel Broseta Pont. Ni el alcance de la obra del jurista, historiador y expresidente del Tribunal Constitucional Francisco Tomás y Valiente, mucho más fecunda que la de Broseta, le hicieron dudar. Sea porque Broseta ejerció una gran influencia sobre las fuerzas vivas del Cap i Casal o por lo que fuere, el martirologio etarra valentino empieza y termina para el PPCV en el fundador de esta dinastía. Tan es así que si el partido no le tuvo en cuenta que declinara encabezar la candidatura a la alcaldía de Valencia de 1991, tanto menos se lo tuvo a su hijo mediano. Porque éste, a diferencia de su padre, que renunció discretamente al ofrecimiento que le hizo Aznar, acusó públicamente al PP de haber utilizado su nombre sin consultarle. ¿Se podría decir entonces que el benjamín de nuestros Kennedy, que sí ha aceptado incorporarse a filas tras salir airoso de la redada del Palau de les Arts, es plato de tercera mesa? Desde que no es necesario acentuar el adverbio sólo se pueden decir muchas cosas. Verbigracia, que en política no es la tercera sino la segunda generación la que dilapida el prestigio heredado. Ahí están Bush hijo, Adolfo Suárez Illana y Kim Jong-un para acreditarlo. Pablo Broseta, de momento, sólo apunta maneras. En el homenaje que se tributó a su progenitor en 2016 afirmó que era la "primera vez en 24 años" que se sentían "arropados por el presidente de todos los valencianos", en alusión a Ximo Puig allí presente. Y, por tanto, en demérito de Zaplana, Olivas, Camps y Alberto Fabra.